sábado, 19 de abril de 2025

El último reto de San Pablo.

El último reto de San Pablo 

Una pintura de Rembrandt que representa a San Pablo en los últimos días de su existencia terrenal. Un documento impresionante por su cercanía con nuestra historia. El último desafío de Pablo es el último desafío al que se enfrenta hoy la Iglesia. Ayer con los Santos Pedro y Pablo, hoy con el Papa Francisco.

Estamos en el transcurso del Jubileo de la Esperanza. Y necesitamos mucha esperanza ante los problemas emergentes. Todos percibimos que estas cosas no resuelven el problema, sino que es necesaria una reflexión más profunda sobre los acontecimientos, un balance. 

No es casualidad que el comienzo de la encíclica Lumen Fidei, escrita a cuatro manos por el Papa Benedicto y el Papa Francisco, impulsara una especie de balance de la fe. La fe antinómica de la luz, es decir, la fe que es luz, pero también oscuridad. El diálogo del Papa Francisco con la laicidad y la secularidad de nuestro tiempo nos lleva a todos a tomarnos en serio los retos de aquellos que, siguiendo el dictado de los filósofos del siglo XX, perciben la fe en oposición a la búsqueda existencial del hombre. 

Si tuviera que imaginar a la Iglesia en este preciso momento histórico, utilizaría un hermoso cuadro de Rembrandt que retrata a San Pablo en su arresto forzoso de Roma. 

Un San Pablo en prisión, a la espera de juicio. Un San Pablo que regresa de viajes en los que ha experimentado de todo: hambre, privaciones, naufragios, palizas. Una imagen de una Iglesia profundamente involucrada en los dramas del hombre común. Como es la nuestra hoy. 

El Apóstol, retratado por Rembrandt, se encuentra entre dos luces, las mismas de las que habla el Papa (o los papas, si se quiere) en Lumen Fidei. 

Una luz, a la izquierda, viene de arriba: es la luz de una lámpara necesaria para escribir, ya que San Pablo aparece sentado frente al escritorio. La otra luz, en cambio, es rasante y cálida y parece provenir de la ventana de una buhardilla. Es la luz del atardecer que proyecta los últimos rayos encendidos sobre la correspondencia de San Pablo dirigida a las Iglesias. 

Las cartas de Pablo a sus cristianos se encuentran en la sombra. Una sombra que parece simbolizar todas las dificultades que esas Iglesias encuentran en un mundo pagano. Por el enorme esfuerzo que suponen tales desafíos, San Pablo parece a punto de ceder: la luz de la izquierda nos revela una mano que ha abandonado la pluma y cae inerte. El Apóstol ya lo ha dicho todo, ahora solo le queda liberarse de las cadenas de este mundo y unirse a Cristo. 

Pero es la otra luz la que revela inesperadamente la mano izquierda de Pablo, la que se apoya con vigor en la mesa sobre los nudillos, como suelen hacer los ancianos, y, reuniendo todas sus fuerzas, decide seguir adelante, jugar la última carta hasta que el Pueblo de Dios se forme a la medida de la madurez de Cristo. 

Veo a nuestro Papa Francisco en estas manos, la mano débil de un anciano y enfermo Francisco, pero una mano aún indómita que, consciente de la cruz que le acompaña, sigue decidido a reunir fuerzas de la flaqueza y afrontar todos los retos. 

Y nosotros estamos allí, en el cono de sombra que envuelve el carteo, impulsados por una luz y otra, abrumados por la oscuridad de muchas preguntas sin respuesta. Aceptamos esta oscuridad, que forma parte de la fe, pero tomamos una de las dos manos, la que nos empuja el Espíritu, y permanecemos unidos. Saldrá un nuevo amanecer, el mismo que surgió al día siguiente del sacrificio del Apóstol de las Gentes. La luz de una nueva visión cristiana del mundo y de la historia. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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