sábado, 26 de abril de 2025

La semilla del Papa Francisco.

La semilla del Papa Francisco

El 24 de noviembre de 2013, el Papa Francisco promulgó su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, en la que traza las líneas programáticas de su pontificado. En el capítulo dedicado al bien común y a la paz social, el Papa Francisco ofrece cuatro principios que sirven para discernir con vistas a tomar decisiones acertadas y válidas para una vida social y eclesial ordenada. Cuatro criterios rectores encarnados que hoy podrían ayudarnos a leer la vida y los horizontes del Papa Francisco, a trazar una memoria viva. 

El tiempo es superior al espacio 

El Papa Francisco fue un hombre que creyó en los procesos: la prioridad del tiempo sobre el espacio habla del tiempo como un horizonte abierto hacia el futuro. «Más que poseer espacios, iniciar procesos», este fue su mantra. 

Ante el riesgo eclesial y general de cristalizar cuestiones y resolverlas rápidamente, el Papa Francisco ha dado vida a caminos aún en devenir, sin la ansiedad de cerrarlos sacando conclusiones precipitadas: pensemos en el énfasis en el discernimiento, la atención a evaluar las situaciones caso por caso, cuestiones que emergen por todos los poros en Amoris Laetitia y no solo allí. 

Emblemático, quizás más que cualquier otra cosa, es el proceso sinodal todavía en curso: el Papa Francisco intuyó que la apuesta de la Iglesia posconciliar sería la sinodalidad, el resto se ha confiado al proceso: con todas sus debilidades, con todos sus aplazamientos, con todo su trabajo de escucha y de difícil síntesis. Que quedará a la Iglesia y a quienes vendrán. 

La unidad prevalece sobre el conflicto 

Uno de los aspectos que caracterizan toda convivencia es el encuentro y el choque entre puntos de vista y proyectos diferentes, fuente, por tanto, de «conflictos» entre las personas y sus opiniones. 

A diferencia de lo que pueda parecer por la formulación, el Papa Francisco ofrece un criterio de comportamiento y afirma ante todo que «el conflicto no puede ser ignorado ni disimulado. Debe ser aceptado» (EG 226). Y añade: «Pero hay una tercera forma, la más adecuada, de afrontar el conflicto. Es aceptar soportar el conflicto, resolverlo y transformarlo en un eslabón de un nuevo proceso» (EG 227). 

Las acciones y las palabras del Papa Francisco han sido a menudo todo menos conciliadoras, han generado disensiones y críticas. Basta pensar en sus últimas palabras sobre el desarme. Palabras y gestos que a menudo lo han relegado a una posición de soledad incluso dentro de la Iglesia. 

Sin embargo, las acciones y los discursos no han permitido «ponerlo todo junto» -sería un peligroso sincretismo- ni «hacer como si nada», sino descubrir la solución del conflicto a un nivel superior que conserve en sí mismo el valioso potencial que encierran las posiciones en conflicto. De ello dan testimonio las polaridades aún sin resolver y los conflictos aún abiertos hoy en la Iglesia. Quizás a la espera de un brote. 

La realidad es más importante que la idea 

La realidad es, la idea se elabora. A diferencia de un enfoque idealista y apriorístico en el que la idea genera la realidad, el Papa Francisco ha dado cuerpo a una revolución filosófica: no se puede ignorar la realidad, el lugar donde todo se da. Hay que partir de ahí, sin silenciar los impulsos ideales. 

Laudato Si' se centró en el cambio climático, un tema que hasta entonces había quedado casi totalmente al margen de la retórica y los intereses de la Iglesia. En la Encíclica, el Papa Francisco partía de la realidad de los hechos, constatando la pérdida de biodiversidad, el deshielo de los glaciares, la necesidad de ayudar a los países en desarrollo a hacer frente al aumento de las temperaturas e imaginando formas alternativas de «entender la economía y el progreso». 

El principio que puso en práctica el Papa es arduo y valiente: elegir la realidad cotidiana, asumiendo también su elemento trágico, pero manteniendo un impulso radical lo más fiel posible a lo que ya está sucediendo. 

Una fidelidad a la realidad que se ha reflejado en sus gestos: el viaje a Lampedusa, el lavatorio de los pies a los presos, la visita a Lesbos, las llamadas telefónicas a Gaza. 

El todo es superior a la parte 

También entre la globalización y la localización se produce una tensión. Hay que prestar atención a la dimensión global para no caer en la mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, lo que nos hace caminar con los pies en la tierra. 

Es una invitación a ampliar la mirada para reconocer la presencia o la posibilidad de descubrir un bien mayor. 

El manifiesto quizás más explícito de este criterio rector ha sido la ecología integral claramente expuesta en la Laudato Si': hay que cuidar el conjunto de los problemas del mundo y no preocuparse solo por los animales o los bosques amazónicos, sino también por el hombre, su entorno, sus derechos, el trabajo, la paz social. Es necesario hacer interactuar los ecosistemas y los mundos de referencia, mostrando las conexiones entre los problemas y las diferentes discriminaciones. 

El del Papa Francisco ha sido un magisterio de algunos frutos, pero sobre todo de semillas. El Papa Francisco ha sembrado para que, en el momento oportuno, los frutos florezcan. 

Por eso su legado está aún por escribir: será tarea de todos nosotros, y en particular de la Iglesia Universal y de la Iglesia Local, que desde sus orígenes es una comunidad de testigos, encarnar el rostro nuevo del Evangelio vislumbrado en la vida -hecha de gestos y palabras- del Papa Francisco. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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