viernes, 18 de abril de 2025

Subió al cielo.

Subió al cielo 

El sexto artículo del credo afirma la verdad salvífica de Jesús, que ascendió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.

 

Ya lo cantaba el antiguo salmista: «Asciende Dios entre cánticos de alegría, el Señor entre trompetas, ¡aleluya!».

 

La Ascensión, que para el salmista representaba una solemne teofanía, es decir, una manifestación de lo divino en toda la majestad de su gloria y poder, se realiza en Jesús en un acontecimiento de importancia teológica.

 

La Iglesia, en la Ascensión de Jesús, conmemora la dignidad de la carne.

 

François Varillon escribía que con la Ascensión de Jesús al cielo, un cuerpo habita en la Trinidad. Y aún más: Jesús ha sustraído su carne a nuestros ojos para que podamos reconocerlo en la cotidianidad de su Iglesia -Cuerpo vivo de Jesús- con los ojos del corazón.

 

Junto a las obras que siguen una iconografía ligada a la narración histórica del acontecimiento (como, por ejemplo, la Ascensión de Mantegna, donde Jesús asciende al cielo en un júbilo de serafines, mientras abajo los Apóstoles, reunidos en torno a María tras la dispersión sufrida en los días de la pasión, asisten atónitos al acontecimiento), la sensibilidad moderna reinterpreta el acontecimiento en el plano teológico.


 

Es el caso de Jerzi Duda Gracz en la XVIII estación del Vía Crucis, donada casi como exvoto a la Virgen de Czestochowa.


 

El artista capta a Jesús con su cuerpo transfigurado por la luz de la resurrección y con una túnica blanca y transparente, tal y como lo describe el Evangelio en el día de la Transfiguración, prefiguración de esta gloria.

 

Las manos están entrelazadas hacia abajo, casi como queriendo indicar la oración de intercesión ante el Padre que Cristo sigue realizando en el Cielo.

 

Y mientras los pies se pierden entre la multitud infinita del pueblo, la cabeza ya se hunde en ese cielo que está a punto de acogerlo.

 

Jesús tiene los ojos cerrados porque ya vive en el Padre y porque quiere educar a los discípulos a reconocerlo ya no con los ojos de la carne, sino con los del corazón.

 

Ahora, Jesús puede ser visto en el tiempo y en la historia a través de su Iglesia, por eso el vestido del Señor se pierde totalmente entre la multitud infinita de fieles que se dirige idealmente hacia el Santuario de Czestochowa.

 

La Ascensión de Cristo decreta para la Iglesia el camino de la fe, la forma de ver la fe, que también los discípulos tuvieron que aprender, tanto en el tiempo en que Jesús permaneció con ellos, como, y sobre todo, en el tiempo en que, volviendo al Padre, se ocultó a sus ojos.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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