El don del Espíritu - Hechos de los Apóstoles 2,1-16 -
En preparación para la fiesta de Pentecostés, conviene detenernos en el relato del don del Espíritu Santo en Hechos 2,1-13. Como suele ocurrir con los pasajes que conocemos bien, detenernos a hacer una lectio nos ofrece la oportunidad de profundizar en el pasaje bíblico y encontrar tiempo para el desierto, para la oración personal.
En primer lugar, te invito a la preparación habitual para la oración. Esta vez añadiría también una oración de invocación al Espíritu Santo, con un canto de Taizé, que te puede ayudar a entrar en clima de oración.
¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enciende el fuego de tu amor!
¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven, Espíritu Santo!
Lectio
Antes de pasar a comentar con más detalle algunos elementos, te invito a una primera lectura del pasaje (Hechos de los Apóstoles 2,1-13). Te aconsejo también que anotes aquellas frases, aquellas palabras que resuenan en ti o sobre las que surgen preguntas para aclarar.
Te ofrezco ahora, y a modo de guía, a algunos comentarios.
Pentecostés. Literalmente es la fiesta del quincuagésimo día, el nombre griego de la «Fiesta de las Semanas» -Shavuot- en la tradición judía, porque se celebra siete semanas después de la Pascua. Es una fiesta de acción de gracias por la cosecha del trigo (Levítico 23,15-17), que posteriormente también se vincula al pacto del Sinaí. El pasaje de los Hechos, como veremos, parece tener ecos de esta festividad.
[1] juntos en el mismo lugar. El relato, en sí mismo, no especifica dónde. Podría ser la habitación de arriba (Hechos 1,13) que la tradición también vincula con el cenáculo.
[2] un estruendo, como de viento. La manifestación divina tiene un componente fónico y otro visual. La conexión entre el viento y el espíritu no es casual: en griego, el término para espíritu, pneuma (de donde también proviene ‘neumático’) significa soplo, aliento; en hebreo, ruah es espíritu o viento.
El simbolismo está muy relacionado con la creación: en Génesis 1,2, el espíritu/viento de Dios se cierne sobre las aguas, y en Génesis 2,7, Dios plasma al hombre de la tierra y sopla en su nariz dándole aliento de vida. Cabe destacar que en Juan 20,22, Jesús sopla sobre los discípulos dándoles el don del Espíritu.
[3] lenguas como de fuego. El estruendo y el fuego son dos elementos de la manifestación divina en el Sinaí (Éxodo 19,18-19). Aquí se trata de una presencia más delicada: al fin y al cabo, Elías en el Horeb no encuentra a Dios en el viento impetuoso, el terremoto y el fuego (1 Reyes 19,11-13). Las lenguas de fuego parecen estar relacionadas con el don de lenguas que sigue.
[4] llenos del Espíritu Santo. Claramente, el don central recibido; en Lucas, el don del Espíritu es el poder de Dios que lleva al anuncio (Lucas 4,16-21).
[5] a hablar en otras lenguas. Aquí no se trata del don de hablar en éxtasis (glosolalia), sino precisamente de hablar lenguas desconocidas. Más adelante, el texto aclara que el milagro consiste más bien en que todos los entendían en su propia lengua.
[6] se turbó. La multitud queda turbada. La manifestación divina perturba de muchas maneras, en el sentido de que no nos deja tranquilos, no nos deja iguales.
[7] Judíos observantes, de todas las naciones bajo el cielo. La Pentecostés judía es una de las tres fiestas de peregrinación a Jerusalén. Por eso hay también una gran multitud de extranjeros.
[8] cada uno los oía hablar en su propia lengua. El don es el de la comprensión. Aquí se invierte lo que ocurre en la Torre de Babel (Gn 11,1-9): en Babel, la soberbia del hombre lleva a la incomprensión; en Pentecostés, el anuncio del Evangelio lleva a la comprensión por parte de todos.
[9-11] Somos partos, medos, elamitas, etc. El texto hace una lista de pueblos, que parece ir geográficamente de este a oeste: los partos, medos y elamitas son pueblos de Persia y del actual Irán; habitantes de Mesopotamia, hoy Irak; Judea, que es la zona de Jerusalén; y Capadocia, Ponto, Asia, Frigia y Panfilia, todas en Asia Menor, hoy Turquía; Egipto, Libia cerca de Cirene, en el norte de África, y finalmente, los romanos. En la lista, los cretenses y los árabes parecen un añadido a la lista de pueblos, probablemente para dar más completitud.
[11] Judíos y prosélitos. Es decir, tanto personas del pueblo judío como aquellos que se convirtieron al judaísmo desde el paganismo.
[12] «¿Qué significa esto?» Esta pregunta da paso al discurso de Pedro que sigue a continuación. La pregunta sobre la búsqueda de la fe es una pregunta positiva que abre a la acción de Dios: basta pensar en la pregunta de María al arcángel Gabriel (Lucas 1,34): «¿Cómo será esto?».
[13] Otros, en cambio, se burlaban de ellos. El tema de la acogida/no acogida de la Palabra es recurrente en los Evangelios y en los Hechos. Todos escuchan el mismo mensaje, pero no todos lo acogen.
[13] Se han
embriagado con vino dulce. Esta referencia podría parecer
extraña en una fiesta relacionada con las primicias del trigo. Sin embargo,
algunos comentaristas señalan que en Qumrán se conocen tres fiestas de
Pentecostés relacionadas con el trigo, el vino y el aceite. Es plausible que
Lucas estuviera familiarizado con las diversas tradiciones presentes en el
judaísmo del siglo I.
Meditatio
Te invito ahora a releer el pasaje, teniendo en cuenta las diversas observaciones hechas sobre el texto, y luego a reflexionar. Por supuesto, puedes partir de estas preguntas, pero también de otras que surjan de tu propia reflexión y lectura del texto.
- Jesús nos prometió el Espíritu. Pero ¿creo en el Espíritu que «es Señor y da vida», vivo, presente, actuando en mi vida?
- Dios se manifiesta a menudo (1 Re 19,11-13) de maneras sutiles: ¿dónde/cómo reconozco la presencia de Dios en mi vida?
- En mi vida, ¿experimento más la división/la incomprensión (Babel) o la unidad/la comunión (Pentecostés)?
- ¿Me perturba la acción de Dios? ¿O vivo un statu quo?
- ¿Cuáles son las preguntas (¿Qué significa esto?) que me abren a la acción de Dios?
- El Evangelio está abierto y anunciado a todos, a todas las naciones. ¿Vivo
esta apertura o creo fronteras? ¿Dónde no acojo todavía la Palabra? ¿Cómo
reacciono ante la falta de acogida de los demás?
Oratio
Dejo que la
meditación desemboque en la oración y entro en conversación con el Señor: aquí
tal vez sea oportuno rezar al Espíritu Santo. ¿Qué elementos de esta
lectura resuenan en mí? ¿Dónde me aporta alegría y paz este pasaje? ¿Dónde me
siento incómodo? ¿Qué gracias quiero pedir? ¿De qué deseo pedir perdón?
Permanezco, sin prisas, en conversación.
Contemplatio
Me detengo en silencio en la presencia de Dios, dejando que la oración de la mente se convierta cada vez más en oración del corazón, y disfruto de esos momentos preciosos.
Al final, concluyo de
nuevo con la invocación del Espíritu:
¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enciende el fuego de tu amor!
¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven, Espíritu Santo!
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