El Espíritu devuelve al corazón cada palabra de Jesús
El Espíritu Santo que el Padre enviará os enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
El Espíritu, el misterioso corazón del mundo, el viento sobre los abismos del origen, el fuego de la zarza, el amor en todo amor, aliento santo del Padre y del Hijo, el Espíritu que es Señor y da la vida, como proclamamos en el Credo, es enviado para realizar dos grandes obras: enseñar todo y hacernos recordar todo lo que Jesús ha dicho.
Aún tengo muchas cosas que deciros, confiesa Jesús a los suyos. Sin embargo, se marcha, dejando la obra inconclusa.
Piensa en la humildad de Jesús, que no pretende haberlo enseñado todo, ni tener la última palabra, sino que abre, ante los discípulos y ante nosotros, espacios de búsqueda y descubrimiento, con un acto de total confianza en hombres y mujeres que hasta ahora no han comprendido mucho, pero que están dispuestos a caminar, bajo el viento del Espíritu que traza el rumbo y empuja las velas.
Estas palabras de Jesús nos regalan la alegría profética y vivificante de pertenecer a una Iglesia que es un sistema abierto y no un sistema bloqueado y cerrado, donde todo está ya establecido y definido.
El Espíritu ama enseñar, acompañar más allá, hacia paisajes inexplorados, descubrir cimas de pensamiento y conocimientos nuevos. Viento que sopla hacia adelante.
Segunda obra del Espíritu: os recordará todo lo que os he dicho.
Pero no como un simple hecho mnemónico o mental, una ayuda para no olvidar, sino como un verdadero «re-cordar», es decir, «llevar al corazón», volver a poner en el corazón, en el lugar donde se decide y se elige, donde se ama y se goza. Recordar significa reavivar los gestos y las palabras de Jesús, de cuando pasaba y sanaba la vida, de cuando decía palabras cuyo fondo no se veía.
Porque el Espíritu sopla ahora; sopla en las vidas, en las esperanzas, en los dolores y en la belleza de las personas. Este Espíritu alcanza a todos. No solo investe a los profetas de antaño, ni a las jerarquías de la Iglesia, ni a los grandes teólogos.
Nos convoca a todos nosotros, buscadores de tesoros, buscadoras de perlas, que nos sentimos tocados en el corazón por Cristo y no dejamos de seguir sus huellas; cada cristiano tiene todo el Espíritu, tiene tanto Espíritu Santo como sus pastores.
Cada uno tiene todo el Espíritu que necesita para
colaborar en una tercera obra fundamental para comprender y ser Pentecostés: encarnar
de nuevo el Verbo, hacer de cada uno el seno, la casa, la tienda, una madre del
Verbo de Dios.
En aquel tiempo, el Espíritu descendió sobre María de Nazaret, en este tiempo desciende sobre mí y sobre ti, para que encarnemos el Evangelio, le demos pasión y profundidad, peso e importancia; lo hagamos presente y vivo en estas calles, en estas plazas, salvemos un pequeño pedazo de Dios en nosotros y no lo dejemos irse de nuestro territorio.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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