lunes, 12 de mayo de 2025

La bendición infinita de Jesús.

La bendición infinita de Jesús


 «Y, levantando las manos, los bendijo». La última imagen de Jesús son sus manos levantadas para bendecir. «Y, mientras los bendecía, fue elevado al cielo». 

Esa bendición es su palabra definitiva, llega a cada uno de nosotros, no ha terminado, nunca termina. 

Una bendición infinita que permanece entre el cielo y la tierra se extiende como una nube primaveral sobre toda la historia, sobre cada persona, se imprime en nuestro mal de vivir, en el hombre caído y en la víctima, para asegurar que la vida es más fuerte que sus heridas. 

En la Biblia, la bendición indica siempre una fuerza vital, una energía que desciende de lo alto, entra en ti y produce vida. Como la primera de todas las bendiciones: Dios los bendijo diciendo «creced y multiplicaos». 

Vida que crece, en nosotros y a nuestro alrededor. La bendición es esta fuerza más grande que nosotros que nos envuelve, nos impulsa; un flujo que nunca falta, al que siempre podemos recurrir, incluso en tiempos de enfermedades y decepciones. 

El Señor nos ha dejado una bendición, no un juicio; no una condena ni una lamentación, sino una palabra hermosa sobre el mundo, de estima, de enorme esperanza en mí, en ti, de confianza en el mundo: hay bondad en ti; hay mucha bondad en cada hombre, en toda la tierra. 

De esto seréis testigos: Cristo debía padecer y resucitar; en su nombre anunciad a todos la conversión y el perdón. Son las últimas palabras de Jesús, con las tres cosas esenciales: recordar la cruz y la Pascua. 

El abrazo del Crucificado, que ya no puede anularse, nos alcanza a todos y nos eleva con Él. Y la Pascua: las piedras rodadas de la entrada del corazón, como de la del sepulcro. Y en el jardín es primavera. 

La conversión no es una orden, sino una oferta; no es un deber, sino una oportunidad: nacer de nuevo. Siguiendo a Jesús, verás que la vida es más bella, el sol más luminoso, las personas más buenas y felices. 

El perdón no el de alguien olvidadizo, que olvida el mal, sino el de un creador: que te hace partir cada amanecer hacia tierras intactas; que abre el futuro, hace zarpar tu vida como un barco antes encallado. 

En su ascensión, Jesús no subió hacia arriba, sino que fue más allá y más profundo. No más allá de las nubes, sino más allá de las formas. 

Está sentado a la derecha de cada uno de nosotros, está en lo más profundo de la creación, en el rigor de la piedra, en la música de las constelaciones, en la luz del amanecer, en el abrazo de los amantes, en cada renuncia por un amor más grande. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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