domingo, 18 de mayo de 2025

Viajar: parábola de lo humano.

Viajar: parábola de lo humano 

El viaje se parece a la vida y viajar es su narración. La palabra «viaje» contiene el término «via», que no tiene una indicación geográfica precisa, sino que remite al latín «viaticum», que es lo que se necesita para ir, para partir y comenzar un viaje, incluso sin un destino concreto. 

Porque no es el objetivo del viaje lo que determina el viaje humano, ya que el hombre se mueve según una geografía externa, la del nómada que busca territorios donde vivir, aunque sea de forma provisional o temporal. El viaje es la existencia misma. Luego está la dimensión interna que impulsa a explorar el mundo interior y a buscar ese «yo» que forma parte del alma. 

Por eso, viajar va más allá de la connotación turística habitual en el mundo occidental y el viaje tiene diferentes aspectos y tipos de viajeros. 

Históricamente, el nomadismo humano es el aspecto más evidente, pero en nuestros días ese viaje es a menudo la respuesta dramática al conflicto y a la atrocidad de la devastación. Es la historia de la esperanza y la búsqueda de la libertad aniquilada de los migrantes, cuyo sufrimiento es memoria y gritos. Es la huida del infierno, una hipótesis de salvación que, lamentablemente, no siempre es liberadora, sino una tragedia o una experiencia vacía de solidaridad. 

Y luego está el viaje como crecimiento y desarrollo. Es el camino humano en busca de una nueva dimensión, que antiguamente estaba representado por la peregrinación. Un camino que nace del deseo de desarrollo y purificación y de la necesidad de expiación. Impulsados por la fe (no importa cuál), los peregrinos tratan de acercarse a lo sagrado, en busca de un vínculo íntimo y recóndito entre el hombre y lo divino. 

Luego, al viajar, se activa la memoria ancestral. El psicoanalista inglés John Bolwby decía que el viaje permite evocar a nivel inconsciente la experiencia ancestral de los recién nacidos que, desde la prehistoria, viajaban a hombros de sus padres. Esto sigue ocurriendo hoy en día entre las poblaciones del continente africano, donde las mujeres suelen llevar a sus hijos colgados a la espalda. Es precisamente ese «recuerdo» del balanceo rítmico lo que, según Bolwby, tranquiliza a los pequeños y, al mecerlos, hace que dejen de llorar. 

Por último, en el viaje está el esfuerzo físico. 

Lo que nos hace avanzar es el cansancio que acompaña a todo camino importante, basta pensar en el Camino de Santiago que, entre otras cosas, es una metáfora del alejamiento de las propias certezas y de los propios lugares. El cansancio y la resistencia atraviesan los grandes movimientos del espíritu y solo son aparentemente físicos. Porque el ejercicio es sobre todo interno. 

De hecho, el viaje es el camino de la conciencia que nos lleva al descubrimiento de nuevos territorios y, al igual que los mitos y las narraciones como la Odisea o la Eneida, es el instrumento que sirve para activar o expresar el arquetipo del explorador con el que podemos ir en busca del sentido de la existencia. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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