domingo, 8 de junio de 2025

¡Joder, qué tropa!

¡Joder, qué tropa! 

Lo confieso: me han gustado los payasos cuando de niño iba al Circo Atlas de los Hermanos Tonetti en aquellos años 70 en la zona de Basurto (Bilbao). Y, con el paso del tiempo, me da qué pensar su esfuerzo por hacer reír incluso a costa de sí mismos. 

Ahora los payasos me dejan con esa sensación extraña que surge cuando alguien se desnuda revelando sus debilidades. Sin embargo, a la sociedad actual le encantan los payasos: la gente se ríe a carcajadas con ciertas declaraciones de políticos o periodistas que sustraen el trabajo a los cómicos de arte y profesión, hasta tal punto que ya no se sabe quién es real y quién es falso. Es decir, quién imita a quién. 

Estamos en la era de los payasos y uno hasta encuentra una dosis necesaria de distracción hablando de ellos. He hablado en otras ocasiones de la Sra. Isabel Natividad Díaz de Ayuso, Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, pero no porque me caiga mal, sino porque me parecía digno de estudio que una Comunidad Autónoma esté gobernada por alguien que se parodia a sí mismo incluso en un más difícil todavía. Hoy se presenta toda seria y al día siguiente suelta improperios llegando incluso a hacer gestos propios de los bufones de la corte. 

Por no hablar de su laxitud en lo que se refiere a la representación institucional: se cree por encima del bien y del mal y, por lo tanto, todo le está permitido, incluso afear, regalando la espantada del portazo, a aquellos Presidentes de las Autonomías de Catalunya y Euskadi que hablan idiomas cooficiales en el estado español. Lenguas -culturas, hablantes, sensibilidades … - que con su soberana ignorancia, también idiomática, pretende afear. 

Sin embargo, su partido ha sido votado para presidir esa Comunidad Autónoma madrileña. Está por ver si sus votantes aprueban su mal gusto en el comportamiento, tanto verbal como no verbal, que no es más que la cara visible de su chabacana vulgaridad. 

Los «risibles» al estilo de la Sra. Isabel Natividad Díaz de Ayuso han crecido como hongos y, para ganar adeptos, hacen chistes sin parar y acaban aturdidos por las burlas del público. Hay diferencia entre hacer reír y ser objeto de burla: si no te distancias de tu lema y de tu papel, pasas de ser sujeto a ser objeto de burla. 

Pero a cierta edad se piensa que el análisis lógico, que permite colocar los elementos de una frase en el lugar correcto, se puede tergiversar según las necesidades y que los predicados verbales solo sirven para predicar tonterías al pueblo ignorante. Un amigo madrileño está convencido de que hasta puede seguir ganando en las elecciones dentro de dos años porque la gente se divierte tanto con sus salidas de tono, aunque no siempre apruebe su política. 

No sé si es hora de aceptar algo como irreversible: que la política no es algo serio, que los políticos sirven para entretenernos y hacernos evadir de los problemas cotidianos, que los periodistas actúan como caja de resonancia y los más famosos compiten con los políticos para arrancar los aplausos enfervorizados del público entregado. 

En las redes proliferan los grupos de fans, por ejemplo, de la Sra. Isabel Natividad Díaz de Ayuso. Estos la incitan y ella intenta superarse a sí misma cada día. Pero es difícil inventarse algo nuevo cada día y, como decía, uno acaba corriendo el riesgo de convertirse en una parodia de uno mismo. La parodia es un disfraz burlesco y, si se dirige a uno mismo, no es solo una mala imitación, sino sobre todo una denigración que destruye la reputación del arte de la política también como respeto a la ciudadanía. 

¿Y para qué? ¿Para estar en la cresta de la ola mediática? Como si a una mediana edad de sus 46 años se tuviera miedo de perder el equilibrio y, por lo tanto, se prefiriera hacer ridículas piruetas por miedo a caer miserablemente en el rincón olvido. Que hablen bien o mal de uno es lo de menos. Lo importante es que hablen de uno. 

La dignidad es un concepto tan obsoleto que se ha vuelto molesto e incomprensible. Sin embargo, persona digna es aquella que merece ser recordada. No recordaremos las declaraciones de aquellos que se han reducido a hacer papelones. Y debe ser una advertencia también para nosotros mismos, porque, según un amigo perspicaz: «Nos quedan pocos años antes de perder la razón y salir del mundo por la puerta de atrás». ¿Y qué hay más deshonroso que ser compadecido en vida saliendo por la puerta de atrás? 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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