jueves, 5 de junio de 2025

La familia y el amor humano.

La familia y el amor humano

Las Sagradas Escrituras, y en particular el Evangelio, nos ofrecen profundas reflexiones sobre la naturaleza de las relaciones humanas y sobre el designio divino que las sustenta. 

En la homilía del pasado 1 de junio con motivo del Jubileo de las Familias, el Papa León XIV hizo claras referencias a los principios que sustentan la unión y la vida familiar, sin utilizar términos teológicos o filosóficos técnicos como «ley natural» o «ley eterna». 

La reflexión del Santo Padre indicó, en cambio, con clara sencillez, que la unidad y el amor en que se basa la familia tienen una raíz que trasciende la mera convención humana, remitiendo directamente al amor mismo de Dios expresado hacia toda la humanidad. 

Jesús mismo, en el Evangelio, ora para que todas las personas sean «una sola cosa». Esta unidad no es una simple agregación anónima, sino una comunión que refleja el vínculo eterno de amor que se manifiesta por analogía en la creación y en la redención humana. 

Es una comunión fundada en el amor de Dios, del cual provienen la vida y la salvación de todos. Este amor divino es infinito y precede a la creación misma. Dios ama a la humanidad infinitamente, como ama a su Hijo Unigénito. Y así, la vida de Dios, donada en Jesús, une a las personas entre sí en un vínculo relacional sustancial e imperecedero. 

Es precisamente en un contexto tan profundo de amor divino, que une al género humano en la ley natural, donde se presenta la auténtica realidad de la familia. 

El Papa subraya que la vida misma es un don recibido antes de ser deseado: «Todos los hombres son hijos, pero ninguno de nosotros ha elegido nacer». Después del nacimiento, hemos necesitado a los demás para vivir y no podríamos haberlo hecho solos. 

Hemos sido salvados por el cuidado de otros, tanto en lo corporal como en lo espiritual. Todo ello pone de manifiesto la naturaleza intrínsecamente relacional del ser humano, un vínculo libre y liberador y un cuidado recíproco entre las personas. 

El Papa León XIV describe el matrimonio no como un ideal abstracto, sino como el «canon del amor verdadero entre el hombre y la mujer: amor total, fiel, fecundo». Una definición que indica la estructura y la finalidad intrínsecas de la unión conyugal. 

Este amor, al transformar a los esposos en «una sola carne», los hace capaces de ser «imagen de Dios» y, precisamente por ello, de dar la vida. El vínculo entre la unión conyugal fecunda y la imagen de Dios recuerda que la familia, basada en el amor eterno, participa en un designio divino que no es una construcción arbitraria, voluntarista o convencional, sino una adhesión temporal al orden objetivo del ser humano. 

En la homilía, el Papa León XIV precisó además que «de las familias proviene el verdadero futuro de los pueblos». La familia, de hecho, es también el lugar privilegiado en el que se transmite la fe junto con la vida, de generación en generación, compartiéndola como el alimento y los afectos. 

Este papel fundamental de la familia para la sociedad y para la transmisión de los valores espirituales ha sido constantemente destacado por el Magisterio de la Iglesia, que ha definido a los matrimonios como testigos ejemplares de la caridad. 

Varios ejemplos muestran que la vida familiar puede ser un camino de perfección ordinaria para el cristiano y que el mundo actual necesita precisamente esta «alianza conyugal» para restablecer las condiciones de felicidad personal, a menudo ahogadas en el hedonismo y el individualismo dominantes. 

Ante la visión cristiana del amor, de la unidad y de la familia, sustentada precisamente en la ley divina natural, las palabras del Pontífice reconocen que, a menudo, hoy nos encontramos ante una verdad pisoteada y traicionada. Esto ocurre «cada vez que se invoca la libertad no para dar la vida, sino para quitarla, no para socorrer, sino para ofender». 

Aunque el Papa León XVI no utiliza explícitamente el término «relativismo», la idea de un uso distorsionado de la libertad que se opone al don de la vida y al cuidado de los demás evoca una tendencia cultural que podría asociarse a perspectivas nihilistas, muy extendidas hoy en día no solo en Occidente, donde el valor de la existencia y de las relaciones es pisoteado, legalmente anulado e incluso subrepticiamente descalificado en favor de intereses falsamente considerados más importantes. 

El Papa, por otra parte, opone abiertamente las «fuerzas que desintegran las relaciones y las sociedades» a la «fuerza que unifica y reconcilia», procedente del amor de Dios y de la alianza conyugal. La oración de Jesús por la unidad y la paz actúa como un «bálsamo sobre nuestras heridas», convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación, dando sentido a los momentos de alegría y dolor de las familias. 

En resumen, la homilía del Papa León XIV ofrece una visión de la familia y del matrimonio intrínsecamente fundada en el amor de Dios, basada en una idea fundamental de totalidad, fidelidad y fecundidad en su integridad, que tiene consecuencias esenciales para la conservación de la vida y el progreso futuro de la humanidad. 

El orden social y político implica la presencia precisamente de estos principios estables del orden natural, precisamente por eso no negociables, que definen la familia y el amor conyugal como elemento imperecedero de la esencia humana, arraigado en el designio divino de las personas creadas «a imagen de Dios»: una verdad en contraste con las «fuerzas que desintegran» y con el uso distorsionado de la libertad que traicionan la vida y el cuidado mutuo, aspectos estos últimos que pueden relacionarse con los retos que plantea el relativismo contemporáneo. 

La oración de Jesús por la unidad y la promesa de que un día todos estaremos unidos en el único Salvador, abrazados por el amor eterno de Dios, fortalece la convicción de que el orden social y el amor en la familia son expresión natural participada y anticipo temporal concreto de la felicidad eterna: un verdadero camino humano y humanizador de santificación de la vida ordinaria posible para el cristiano. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

 

 

 

 

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