sábado, 19 de julio de 2025

¿Cómo es posible orar siempre?

¿Cómo es posible orar siempre? 

Luego contó una parábola sobre la necesidad de orar siempre, sin cansarse nunca. Este «siempre» y «nunca», palabras infinitas y definitivas, parecen una misión imposible. Y, sin embargo, algunos lo han conseguido. Al final de su vida, San Francisco de Asís ya no rezaba, se había convertido en oración. 

Pero ¿cómo es posible trabajar, encontrarse, estudiar, comer, dormir y, al mismo tiempo, orar? Debemos comprender que orar no significa decir oraciones; orar siempre no significa repetir fórmulas sin cesar. 

Jesús mismo nos advirtió: «Cuando recéis, no multipliquéis las palabras, porque vuestro Padre sabe...» (Mt 6,7). Un maestro espiritual de los monjes antiguos, Evagrio el Pontico, nos asegura: «No te complazcas en el número de salmos que has recitado: eso echa un velo sobre tu corazón. Vale más una sola palabra en la intimidad que mil estando lejos». 

Intimidad: orar a veces es solo escuchar una voz misteriosa que nos susurra al oído: te amo, te amo, te amo. E intentar responder. 

Orar es como querer, siempre hay tiempo para querer: si amas a alguien, lo amas día y noche, sin cesar. Basta con evocar su nombre y su rostro, y algo en ti se pone en camino hacia esa persona. 

Así es con Dios: piensas en Él, lo llamas, y algo en ti se pone en camino hacia lo eterno: «El deseo siempre ora, aunque la lengua calle. Si siempre deseas, siempre oras» - San Agustín -. 

Tu deseo de orar ya es oración, no hace falta estar siempre pensando en ello. La mujer embarazada, aunque no piense continuamente en el ser que vive en ella, se convierte cada vez más en madre con cada latido de su corazón. 

El Evangelio nos lleva a la escuela de la oración con una viuda, una bella figura de mujer, fuerte y digna, anónima e inolvidable, indomable ante la injusticia. 

Había un juez corrupto. Y una viuda acudía cada día a él y le decía: ¡Hazme justicia contra mi adversario! 

Una mujer que no se rinde nos revela que la oración es un no gritado al «así son las cosas», es el primer balbuceo de una historia recién nacida: la oración cambia el mundo cambiando nuestro corazón. 

Aquí Dios no está representado por el juez de la parábola, sino que lo encontramos en la pobre viuda, que es carne de Dios en la que clama el hambre de justicia. 

¿Por qué orar? Es como preguntar: ¿por qué respirar? ¡Para vivir! Al final, orar es tan fácil como respirar. «Respirad siempre a Cristo», última perla del Abad Antonio a sus monjes, porque está a nuestro alrededor. 

«En él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28). Entonces, la oración es tan fácil como respirar, tan simple y vital como respirar el aire mismo de Dios. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuál es tu verdadera urgencia: detente y escucha.

Cuál es tu verdadera urgencia: detente y escucha   Hay días en los que todo parece urgente. Corres, arreglas, resuelves. Sin embargo, por de...