El poder y sus delirios de megalomanía
Tarde o temprano tenía que pasar: Donald Trump quiere que su rostro sea esculpido en el Monte Rushmore junto a los de Washington, Lincoln, Jefferson y Roosevelt. Ya había expresado este deseo durante su primer mandato, pero ahora su ambición se está reafirmando con fuerza, y tendría el poder de ordenar a su administración que procediera.
Los obstáculos, suponiendo que haya alguno que pueda frenarlo, son principalmente dos. El primero es artístico, es decir, la idea de que el Monte Rushmore es una obra terminada, y añadir una cabeza sería como introducir al decimotercer apóstol, Matías o Pablo o ..., en La última cena. Sin embargo, es poco probable que Donald Trump se deje convencer por estos argumentos filosóficos.
El segundo es práctico, es decir, la falta de espacio para otra escultura, también debido a la fragilidad de la roca que ha quedado libre, que podría derrumbar o dañar todo el monumento. Sin embargo, no faltan los recursos tecnológicos que podrían ofrecer soluciones alternativas, teniendo en cuenta también la oportunidad y la urgencia que supone el 250 aniversario de la fundación de los Estados Unidos, que se celebra el próximo año bajo el mandato de Donald Trump.
El escultor Gutzon Borglum fue contratado para iniciar el proyecto en 1927. La idea de esculpir los rostros de los cuatro presidentes en las rocas de las Black Hills se le ocurrió al historiador Doane Robinson, principalmente como atracción turística. Por si esto no fuera ya suficientemente americano, se añadió la noble idea de celebrar no tanto a los cuatro personajes retratados, sino sobre todo los principios fundacionales del país que encarnaban.
Las objeciones planteadas por el Servicio de Parques Nacionales son las dos citadas. La filosófica puede interesar a los estadounidenses que desean conservar el monumento en su forma actual, incluso para dejarlo como un icono bipartidista compartido por todos los ciudadanos. Este argumento frenó en el pasado a quienes querían añadir a Franklin Delano Roosevelt, vencedor de la Segunda Guerra Mundial y de la Gran Depresión; a John Kennedy, asesinado en Dallas tras alimentar la esperanza americana; y a Ronald Reagan, que doblegó a la URSS al final de la Guerra Fría. Sin embargo, es difícil que la modestia tenga el mismo éxito con Donald Trump, que ya ha dicho en el pasado que solo considera a Washington a su altura.
La segunda objeción es más seria, porque el propio escultor tuvo que lidiar en su momento con las limitaciones impuestas por la naturaleza, que le obligaron a cambiar el proyecto. Según el Servicio de Parques Nacionales, no hay suficiente espacio en el granito para añadir una quinta cabeza; algunas zonas adyacentes son de otros materiales demasiado duros para ser esculpidos; y las numerosas fracturas presentes en la roca pondrían en peligro la estabilidad de todo el monumento en caso de retoques. Sin embargo, esto no tiene por qué frenar a Trump, ya que se podrían adoptar soluciones tecnológicas alternativas, como una cara prefabricada que se colocaría de las ya existentes.
Si todo apunta a que en el plano legislativo y administrativo todas y cada una de las piezas están en su sitio, solo falta la decisión operativa del jefe de la Casa Blanca que hasta seguramente pueda ser casi imposible de detener: es lo que tiene la manía de grandeza que llamamos megalomanía.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario