jueves, 10 de julio de 2025

Esa puerta estrecha que nos abre a lo esencial.

Esa puerta estrecha que nos abre a lo esencial 

Jesús se dirige a la ciudad donde mueren los profetas. Por el camino, alguien le pregunta por la salvación: la de Jerusalén y la de todos. La voz del que pregunta tiembla y está llena de ansiedad. Y Jesús responde con igual cuidado: habrá salvación, pero no será fácil. Y recurre a la imagen de la puerta estrecha. Un adjetivo que nos inquieta, porque «estrecha» nos evoca fatigas y dificultades. 

Pero todo el Evangelio no es portador de malas noticias, sino de buenas noticias: la puerta es estrecha, es decir, pequeña, como lo son los pequeños, los niños y los pobres, que serán los primeros en el Reino de Dios; es estrecha, pero a medida de un hombre, de un hombre desnudo y esencial, que ha dejado atrás todo lo que le hincha: los roles, las carteras abultadas, la lista de méritos, el equipaje inútil, lo superfluo; la puerta es estrecha, pero está abierta. 

La enseñanza es clara: hazte pequeño y la puerta se hará grande. 

Cuando el dueño de la casa cierre la puerta, llamaréis: Señor, ábrenos. Y Él os responderá: No sé de dónde sois, no os conozco. Tenéis credenciales falsas. Los que se agolpan para entrar se jactan de cosas que poco importan: comimos y bebimos contigo, estábamos en la plaza escuchándote. Pero esto solo puede ser una excusa conveniente. ¿Cuándo es verdadera fe y cuándo es solo religión? La verdadera fe es cuando te haces a la medida de Dios; la simple religión es cuando haces a Dios a tu medida. 

Hemos comido en tu presencia... No basta con comer el pan que es Jesús, partido por nosotros, hay que hacerse pan, partido por el hambre de los demás. Apartaos de mí, todos vosotros que practicáis la injusticia. No os conozco. El reconocimiento está en la justicia efectiva. 

Dios no te reconoce por fórmulas, ritos o símbolos religiosos, sino porque tienes manos de justicia. Te reconoce no porque hagas cosas por Él, sino porque con Él y como Él haces cosas por los pequeños y los pobres. 

No sé de dónde sois: vuestra manera de ver está muy lejos de la mía, venís de un mundo diferente al mío, de otro planeta. De hecho, los que llaman a la puerta cerrada han realizado sí acciones por Dios, pero ningún gesto de justicia por los hermanos. 

El final de la pequeña parábola está lleno de sorpresas: la sala está llena, más allá de esa puerta Jesús imagina una fiesta multicolor: vendrán del este y del oeste, del norte y del sur del mundo y se sentarán a la mesa. 

Se desmiente la idea de la puerta estrecha como puerta para unos pocos, solo para los mejores. Todos pueden pasar, por la misericordia de Dios. 

Su sueño es hacer surgir hijos de todas partes, para ofrecerles la felicidad, una vida plena. Él los recoge de todos los rincones del mundo, clandestinos multicolores del Reino, los últimos en llegar y los primeros para Él. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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