Ilusionados por los bienes, se pierde la vida verdadera
Crecer en libertad, en conciencia, en amor, este es el camino de la vida espiritual. Y el Evangelio traza precisamente algunos pasos de este crecimiento.
Dile a mi hermano que divida conmigo la herencia. ¿Quién me ha constituido juez o mediador sobre vosotros? Jesús rechaza decididamente la idea de arbitrar entre dos hermanos en disputa. Porque Jesús no ha venido para sustituir al hombre. No ofrece soluciones ya preparadas, sino su palabra como luz para tus pasos, lámpara para tu camino, que debes descubrir y recorrer por ti mismo. Como dirá poco después: ¿por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
Es el delicado y emocionante tema de la libertad humana, de un Dios fuente de vidas libres. En alianza con Él, el hombre ya no es un simple ejecutor de órdenes, sino un libre inventor de caminos que le conducen hacia los demás y hacia Dios.
Un hombre rico había tenido una cosecha abundante y decía entre sí: «¿Qué haré? Demoleré mis graneros y construiré otros más grandes». El protagonista no es un hombre codicioso ni deshonesto, no hace daño, no es malo, pero es «necio», no tiene sabiduría para vivir.
Por dos razones: hace depender su seguridad y su futuro de sus bienes materiales, carece de la conciencia de que la riqueza promete pero no cumple, no llena el corazón ni el futuro; que el hilo de la vida está solo en manos de Dios. No solo de pan vive el hombre. Es más, solo de pan, solo de bienestar, solo de cosas, el hombre muere.
Hay además una segunda razón por la que ese hombre es necio, carente de sabiduría sobre la vida. Es rico, pero está solo: no hay nadie a su alrededor, nadie es mencionado en el relato; es pobre en relaciones y en amor porque los demás cuentan poco en su vida, menos que las cosas y los graneros.
Necio, esta noche tendrás que devolver tu vida. Para ese hombre sin sabiduría, la muerte no es un acontecimiento sorprendente, sino la prolongación de sus elecciones: en realidad, ya ha alimentado y nutrido la muerte dentro de sí mismo, lo ha hecho con su falta de profundidad, por no haber crecido hacia una mayor conciencia y hacia un mayor amor. Ya está muerto para los demás, y los demás para él.
Con esta parábola sobre la precariedad, Jesús no desprecia los bienes de la tierra, como si quisiera desamorarnos de la vida y de sus sencillas alegrías.
Jesús pretende responder a una pregunta sobre la felicidad. ¿Quieres una vida plena? No la busques en el mercado de las cosas. Cambia tu deseo.
Los únicos bienes que hay que acumular en la tierra para ser feliz son las buenas relaciones con las personas, las relaciones libres y liberadoras, una profundidad cada vez mayor. El secreto de la buena vida está en crecer hacia más amor, más conciencia y más libertad.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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