lunes, 7 de julio de 2025

La belleza de un Dios que se hace siervo.

La belleza de un Dios que se hace siervo 

Un amo se marcha y confía su casa a sus siervos. La verdadera suerte de nosotros, siervos poco fiables, consiste en tener un amo así, lleno de confianza hacia nosotros, que no alberga sospechas, con un corazón luminoso. Dios tiene un corazón de luz y te confía su casa, las personas, el mundo. Y te dice: tú puedes. Dios tiene fe en el hombre. La confianza de mi Señor me conquista, me convence, me hace decir: bienaventurado eres porque Dios tiene fe en ti. 

Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo, al volver, encuentre despiertos... No es obvio, no es algo que se dé por sentado estar despiertos, no es algo debido ni una obligación. Esa espera hasta el amanecer tiene el poder de emocionar y sorprender a Dios, es más de lo que esperaba. 

De hecho, genera en Él una respuesta casi excesiva, exultante. Y es el punto conmovedor, sublime de esta parábola, el momento extraordinario, cuando ocurre lo impensable: Dios, de amo, se convierte en siervo: os digo que se ceñirá (es la vestimenta del siervo), los sentará a la mesa y pasará a servirlos. 

De ese asombro de Dios, surge una voz: «Estos hijos míos me sorprenden, capaces de encantarme con un más, un exceso, una vigilia hasta el amanecer, un frasco de nardo, un perdón de todo corazón, las dos últimas monedas echadas en el tesoro del templo, el abrazo y el pan dados al más pequeño. ¡Pongo mi alegría en sus manos!». 

Dios no es el Señor de los señores, es el servidor de la vida. No hemos pensado lo suficiente en lo que significa tener a Dios como nuestro servidor. 

El señor castiga, el siervo ayuda; el señor juzga, el siervo sostiene; el señor da órdenes, el siervo escucha y abre su corazón. A este solo serviré, porque es el único que se ha hecho mi siervo. 

Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Lo que más valoro es lo que más amo. «¿Amas la tierra? Tierra serás. ¿Amas a Dios? Serás como Dios», escribe San Agustín. El hombre se convierte en lo que ama. La fe avanza por el descubrimiento de tesoros, no por deberes. 

La vida crece no por obligaciones o prohibiciones, sino por una pasión, y la pasión nace de la belleza. La belleza de un Dios así hace avanzar mi fe. Un tesoro de personas y esperanzas es el motor de la vida. 

Basta con ponerse en camino hacia Aquel que se llama amor, pastor de las constelaciones y pastor de los corazones, que nos sentará a la mesa y nos servirá, con toda la alegría de un padre sorprendido por sus hijos, este pequeño rebaño, valiente y que nunca se rinde, que vela sobre los tesoros de Dios, que vela hasta las puertas de la luz. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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