La lección de oración de la viuda
Para mostrarnos que hay que orar siempre sin cansarse, Jesús nos invita a la escuela de oración de una pobre viuda. A lo largo de todo el Evangelio, el Maestro revela su predilección especial por las mujeres solas y las convierte en instrumentos de verdades decisivas.
Había un juez corrupto en una ciudad. Y una viuda acudía cada día a él: ¡hazme justicia! Qué bella imagen de mujer fuerte, digna, que no se rinde ante la injusticia y ninguna derrota la abate. En esta mujer, frágil e indómita, Jesús muestra dos cosas: la forma de pedir (con tenacidad y confianza) y el contenido de la petición.
La viuda pide justicia a quien hace justicia, pide al juez que sea verdadero juez, que sea él mismo. Y así ocurre en nuestro ir hacia Dios: orar es, en el fondo, pedirle a Dios que se nos dé a sí mismo. Y es toda la primera parte del Padrenuestro: santificado sea tu nombre..., hágase tu voluntad.
Que es como pedirle a Dios a Dios: ¡danos a ti mismo! El gran místico Maister Eckart decía: Dios no puede dar nada menos que sí mismo. Y Santa Catalina de Siena añadía: pero al darnos a sí mismo nos lo da todo.
Pero entonces, ¿por qué orar siempre? No porque la respuesta tarde, sino porque la respuesta es infinita. Porque Dios es un don que no tiene fin, nunca termina. Y luego, para reabrir los caminos. Si no lo recorres a menudo, el camino que conduce a la casa del amigo se cubrirá de zarzas. Siempre hay que reabrir los caminos del Dios amigo.
Pero ¿cómo se puede rezar siempre? ¿Trabajar, conocer gente, estudiar, dormir y al mismo tiempo orar?
En primer lugar, orar no significa recitar oraciones, sino sentir que nuestra vida está inmersa en Dios, que estamos rodeados por un mar de amor y no nos damos cuenta.
Orar es como querer. Si amas a alguien, lo amas siempre. Hagas lo que hagas, no es el sentimiento lo que se interrumpe, sino solo la expresión del sentimiento. «El deseo siempre ora, aunque la lengua calle. Si siempre deseas, siempre oras. ¿Cuándo duerme la oración? Cuando se enfría el deseo» - San Agustín -.
Siempre se puede orar: la oración es nuestro deseo de amor. Pero ¿Dios escucha las oraciones?
Sí, Dios siempre escucha, pero no nuestras peticiones, sino sus promesas - Dietrich Bonhoeffer -: el Padre dará el Espíritu Santo (Lc 11,13), yo y el Padre iremos a él y moraremos en él (Jn 14,23).
No se ora para recibir, sino para ser transformados. No para recibir dones, sino para acoger al Donante mismo; para recibir como don su mirada, para amar con su corazón.
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