sábado, 19 de julio de 2025

La oración es el aliento de la vida.

La oración es el aliento de la vida 

Jesús dijo una parábola sobre la necesidad de orar siempre sin cansarse nunca. El peligro que amenaza la oración es el cansancio: a veces, a menudo, orar cansa, incluso Dios puede cansar. 

Es el cansancio de apostar siempre por lo invisible, del grito que no tiene respuesta, el que podría haber agotado a la viuda de la parábola, a la que ella no cede. 

Jesús tiene una predilección especial por las mujeres solas, que representan toda la categoría bíblica de los indefensos, las viudas, los huérfanos, los pobres, sus predilectos, a quienes Él toma a su cargo y convierte en el banco de pruebas, en el laboratorio de un mundo nuevo. 

Así ocurre con aquella mujer sola: había un juez corrupto en una ciudad, una viuda acudía todos los días a él y le pedía: ¡hazme justicia contra mi adversario! 

Qué hermosa figura, fuerte y digna, que ninguna derrota derriba, frágil e indomable, maestra de la oración: cada día llama a esa puerta cerrada. Como ella, también nosotros: ¡cuántas oraciones se han ido sin respuesta! Pero entonces, ¿Dios escucha o no nuestras oraciones? 

«Dios siempre escucha: no nuestras peticiones, sino sus promesas» -Dietrich Bonhoeffer -. Y el Evangelio rebosa de ello: he venido para que tengáis vida en plenitud, no os dejaré huérfanos, estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos, el Padre sabe lo que necesitáis. 

Con la imagen de la viuda que nunca se rinde, Jesús quiere sostener nuestra confianza: si un juez, que es todo lo contrario de Dios, al final escucha, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos que claman a él, prontamente? ¿Les hará esperar mucho tiempo? 

Que el Señor nos perdone, pero a veces tenemos precisamente esta sensación, que Dios no responde tan rápidamente y nos hace esperar mucho tiempo. 

Ese «pronto» de Jesús no se refiere a una cuestión temporal, no significa «inmediatamente», sino «seguramente». 

El primer milagro de la oración es reforzar la fe, hacerla descansar sobre la primera certeza que transmite la parábola: Dios está presente en nuestra historia, no estamos abandonados. Dios interviene, pero no como yo quiero, sino como Él quiere. 

La segunda certeza es que un grano de mostaza de fe, una viuda humilde que no se deja vencer, derriban los muros. La oración es un «no» gritado al «así son las cosas». Es el primer balbuceo de una nueva historia que Dios genera con nosotros. 

La oración es el aliento de la fe: orar es una necesidad, porque si dejo de respirar, dejo de vivir. 

Este aliento, este canal abierto por el que fluye el oxígeno de Dios, viene antes que nada, antes de pedir un don particular, una ayuda, una gracia. 

Es el aliento de la vida, como para dos que se aman, el aliento de su amor. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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