La otra consigna de Jesús a sus enviados
El verano es tiempo de cosecha. Pero solo se cosecha lo
que antes se ha sembrado. Hay un momento en que el grano está maduro. No se
puede esperar más. Las promesas incumplidas fermentan por dentro y se pudren.
Quizás también en cada uno de nosotros hay algo que está listo. Un deseo
silencioso, una palabra suspendida, un gesto retenido. Hay un momento en que lo
que solo era una promesa comienza a presionar desde dentro. No dejes que
la vida se pudra dentro de sus promesas congeladas.
Ahora es el momento de elegir: quedarse esperando o
dejarse llevar. La misión no es irse lejos, sino habitar más
profundamente lo que eres. Una fuerza que no nace del músculo, sino de
la claridad. Una urgencia que no proviene de la ansiedad, sino de la compasión.
Un sentido que se enciende cuando dejas de contenerte y empiezas a vivir por
algo que te supera.
El grano está maduro: ¿y tú? Quizás basta con cambiar la mirada: no actuar más para
afirmarte, sino para cuidarte. No esperes a ser amado para amar. Este tiempo,
tan deshilachado, necesita personas sin armaduras, que hablen con palabras
ligeras pero necesarias, que sean una presencia discreta, no invasiva. No se
necesitan voces fuertes, sino arraigadas. El mundo necesita corderos, no lobos.
«Os envío como corderos en medio de lobos». Pero la frontera entre el cordero y el lobo no está ahí fuera. Está dentro. Rabias reprimidas, venganzas silenciosas, juicios disfrazados de justicia. Cuántas veces te has defendido con uñas y dientes, convencido de que era la única manera de mantenerte en pie. Cuántas veces has creído que la mansedumbre era debilidad. Sin embargo, la verdadera fuerza es aquella que no necesita infundir miedo. La mansedumbre es poder desarmado. No responde con la misma arma. No se deja cegar por la herida, ni la niega.
Y cuántas veces has sido cordero ante lobos disfrazados
de mansedumbre. Y lobo con quien solo habría necesitado una mirada mansa. Y
cuántas veces quien creías feroz te ha sorprendido con su ternura. La frontera
es sutil. A veces imperceptible. Hay una película en la que un agente abusa de
su poder sobre una pareja. Tiempo después, el mismo hombre se encuentra
salvando a esa mujer atrapada en un coche en llamas. El agresor se convierte en
salvador. Es la historia de todos nosotros: el miedo y el valor, la mordedura y
la caricia, conviven.
La misión es resistir a la lógica de la fuerza. ¿Alguna vez te ha pasado que tenías la respuesta preparada... y has optado por callar? No es cobardía. Es dominio. Ser corderos no es ser ingenuos. Es decidir, cada vez, no convertirse en depredadores. Es atravesar el conflicto sin llevar veneno. Es decir palabras que curan, incluso cuando cuestan.
La mansedumbre es fuerza que no impone, sino que expone.
Que no vence, sino que convence. Es energía que se
libera de la necesidad de tener razón, para confiar en la verdad que nace en la
relación. Es resistir a la lógica del dominio, incluso la más sutil, y elegir
el camino invisible de la semilla, no el del espectáculo.
No estás llamado a salvar el mundo; estás llamado a no abandonarlo. No a dominar, sino a seguir siendo humano. La misión es recoger lo que en ti —o en el otro— está maduro, antes de que el miedo lo congele. Desenmascara al lobo que controla, secuestra y devora. Abraza al cordero que se atreve a perder por amor. La paz no es resignación, sino regeneración.
Es hacer florecer huesos secos, como dice el profeta. Es
dejar que la justicia fluya como un río incluso dentro de tus heridas. Ser una
nueva criatura no significa cambiar de piel, sino de mirada. Habitar este mundo
sin revestirse de su dureza. Cuidar de los hijos, de las amistades, de las
heridas, con un corazón encendido por otro fuego. La transformación no hace
ruido. No se ve a primera vista. Se reconoce en cómo tratas a quienes no pueden
corresponderte. En cómo soportas el rechazo. En cómo llevas la fragilidad, la
tuya y la de los demás, sin convertirla en un arma ni en una vergüenza.
Siéntate en silencio. Pregúntate: ¿Cuándo elegí gruñir por miedo a ser manso? ¿Cuándo elegí ser lobo por miedo a ser cordero? ¿Qué fruto está maduro en mí, listo para ser regalado? Escribe a mano: «Mi fuerza es...». Continúa tú. Una cualidad, una herida, una elección.
Será tu grano para ofrecer. Y mientras das, algo en ti
volverá a florecer. Como un río que vuelve a su cauce. Y ya no necesitarás
gruñir. Porque sabrás quién eres. Contigo, en el valor desarmado de la
mansedumbre. Contigo, en el paso lento de la mansedumbre.
Aprende de mí que soy manso y humilde de corazón
No ganes.
Resiste.
No gruñas.
Quédate.
El que muerde ya ha
perdido.
El que sirve desarma.
Te envío desnudo.
No a la derrota,
sino a la verdad.
No hagas daño
para no sentirlo.
Sé cordero.
Aunque te arañen.
Aunque cueste.
Mejor herido que
feroz.
Mejor vivo que
victorioso.
Quien no tiene garras
trae paz.
Quien no domina da
espacio.
Quien no teme a los
lobos
los cambia.
Aprende de mí que soy mano y humilde de corazón
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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