sábado, 5 de julio de 2025

La otra consigna de Jesús a sus enviados.

La otra consigna de Jesús a sus enviados 

El verano es tiempo de cosecha. Pero solo se cosecha lo que antes se ha sembrado. Hay un momento en que el grano está maduro. No se puede esperar más. Las promesas incumplidas fermentan por dentro y se pudren. Quizás también en cada uno de nosotros hay algo que está listo. Un deseo silencioso, una palabra suspendida, un gesto retenido. Hay un momento en que lo que solo era una promesa comienza a presionar desde dentro. No dejes que la vida se pudra dentro de sus promesas congeladas. 

Ahora es el momento de elegir: quedarse esperando o dejarse llevar. La misión no es irse lejos, sino habitar más profundamente lo que eres. Una fuerza que no nace del músculo, sino de la claridad. Una urgencia que no proviene de la ansiedad, sino de la compasión. Un sentido que se enciende cuando dejas de contenerte y empiezas a vivir por algo que te supera. 

El grano está maduro: ¿y tú? Quizás basta con cambiar la mirada: no actuar más para afirmarte, sino para cuidarte. No esperes a ser amado para amar. Este tiempo, tan deshilachado, necesita personas sin armaduras, que hablen con palabras ligeras pero necesarias, que sean una presencia discreta, no invasiva. No se necesitan voces fuertes, sino arraigadas. El mundo necesita corderos, no lobos. 

«Os envío como corderos en medio de lobos». Pero la frontera entre el cordero y el lobo no está ahí fuera. Está dentro. Rabias reprimidas, venganzas silenciosas, juicios disfrazados de justicia. Cuántas veces te has defendido con uñas y dientes, convencido de que era la única manera de mantenerte en pie. Cuántas veces has creído que la mansedumbre era debilidad. Sin embargo, la verdadera fuerza es aquella que no necesita infundir miedo. La mansedumbre es poder desarmado. No responde con la misma arma. No se deja cegar por la herida, ni la niega. 

Y cuántas veces has sido cordero ante lobos disfrazados de mansedumbre. Y lobo con quien solo habría necesitado una mirada mansa. Y cuántas veces quien creías feroz te ha sorprendido con su ternura. La frontera es sutil. A veces imperceptible. Hay una película en la que un agente abusa de su poder sobre una pareja. Tiempo después, el mismo hombre se encuentra salvando a esa mujer atrapada en un coche en llamas. El agresor se convierte en salvador. Es la historia de todos nosotros: el miedo y el valor, la mordedura y la caricia, conviven. 

La misión es resistir a la lógica de la fuerza. ¿Alguna vez te ha pasado que tenías la respuesta preparada... y has optado por callar? No es cobardía. Es dominio. Ser corderos no es ser ingenuos. Es decidir, cada vez, no convertirse en depredadores. Es atravesar el conflicto sin llevar veneno. Es decir palabras que curan, incluso cuando cuestan. 

La mansedumbre es fuerza que no impone, sino que expone. Que no vence, sino que convence. Es energía que se libera de la necesidad de tener razón, para confiar en la verdad que nace en la relación. Es resistir a la lógica del dominio, incluso la más sutil, y elegir el camino invisible de la semilla, no el del espectáculo. 

No estás llamado a salvar el mundo; estás llamado a no abandonarlo. No a dominar, sino a seguir siendo humano. La misión es recoger lo que en ti —o en el otro— está maduro, antes de que el miedo lo congele. Desenmascara al lobo que controla, secuestra y devora. Abraza al cordero que se atreve a perder por amor. La paz no es resignación, sino regeneración. 

Es hacer florecer huesos secos, como dice el profeta. Es dejar que la justicia fluya como un río incluso dentro de tus heridas. Ser una nueva criatura no significa cambiar de piel, sino de mirada. Habitar este mundo sin revestirse de su dureza. Cuidar de los hijos, de las amistades, de las heridas, con un corazón encendido por otro fuego. La transformación no hace ruido. No se ve a primera vista. Se reconoce en cómo tratas a quienes no pueden corresponderte. En cómo soportas el rechazo. En cómo llevas la fragilidad, la tuya y la de los demás, sin convertirla en un arma ni en una vergüenza. 

Siéntate en silencio. Pregúntate: ¿Cuándo elegí gruñir por miedo a ser manso? ¿Cuándo elegí ser lobo por miedo a ser cordero? ¿Qué fruto está maduro en mí, listo para ser regalado? Escribe a mano: «Mi fuerza es...». Continúa tú. Una cualidad, una herida, una elección. 

Será tu grano para ofrecer. Y mientras das, algo en ti volverá a florecer. Como un río que vuelve a su cauce. Y ya no necesitarás gruñir. Porque sabrás quién eres. Contigo, en el valor desarmado de la mansedumbre. Contigo, en el paso lento de la mansedumbre. 

Aprende de mí que soy manso y humilde de corazón 

No ganes.

Resiste.

No gruñas.

Quédate.

El que muerde ya ha perdido.

El que sirve desarma.

Te envío desnudo.

No a la derrota,

sino a la verdad.

No hagas daño

para no sentirlo.

Sé cordero.

Aunque te arañen.

Aunque cueste.

Mejor herido que feroz.

Mejor vivo que victorioso.

Quien no tiene garras trae paz.

Quien no domina da espacio.

Quien no teme a los lobos

los cambia. 

Aprende de mí que soy mano y humilde de corazón 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Tercer Testamento o el Quinto Evangelio.

El Tercer Testamento o el Quinto Evangelio   Este tiempo es un momento hermoso para todos nosotros, llamados de manera diferente a vivir y d...