miércoles, 23 de julio de 2025

No es otra ola de calor: la vida se cuece en el planeta.

No es otra ola de calor: la vida se cuece en el planeta 

En estos días, el calor ya no es una molestia pasajera. Aparte del alivio momentáneo de algún chaparrón, se trata de una ola infernal que nos aplasta y nos recuerda que la crisis climática ya no es un futuro lejano: es nuestro presente. 

Temperaturas que rozan los 40 grados, asfalto que se derrite, glaciares que se derriten... y nosotros, bajo el sol, sudando sin tregua. El aire parece pesado, inmóvil. El verano ya no es lo que era. Es algo diferente, y no en el buen sentido. La crisis climática ha llegado para cambiarlo todo. 

La crisis climática: el calor no es solo una molestia, es una realidad que transforma la vida 

Creo que fue el verano de 2023 el más caluroso de la historia, y 2025 parece querer seguir la misma tendencia. Entre incendios, inundaciones y desastres naturales, el Mediterráneo europeo, y España en particular, se han convertido en epicentros del calentamiento global. Y la situación ya no es cuestión de «adaptarnos»: es una carrera contra el tiempo para actuar, y hacerlo ya. 

El calor sofocante no solo afecta al medio ambiente, sino también a las desigualdades sociales

Quienes viven en casas sin aislamiento térmico, quienes trabajan bajo un sol abrasador, quienes no pueden permitirse un aire acondicionado todo el día, son los primeros en pagar el precio de esta crisis. Y esto no lo podemos ignorar. 

La crisis climática es también una cuestión de justicia social. Los más vulnerables, los que ya tienen dificultades para salir adelante, son los que más sufren. 

No es demasiado tarde, todavía podemos cambiar de rumbo 

La buena noticia es que no todo está escrito. Todavía podemos cambiar nuestra trayectoria. Pero para ello se necesita valentía, voluntad política y un fuerte compromiso social

Hay que actuar con políticas concretas, como el transporte público descarbonizado, la construcción sostenible, la agricultura regenerativa y un impulso acelerado hacia las energías renovables. Y, sobre todo, debemos pensar en la justicia social: nadie debe quedarse atrás. 

Estamos «salvando el planeta» para aue esta casa común que nos alberga siga existiendo de alguna forma. Pero también estamos tratando de salvarnos a nosotros mismos. Si la casa común adolece, es también nuestro estilo de vida el que está en peligro. 

Un llamamiento a la responsabilidad común 

La lucha por el clima no es solo cosa de activistas o ecologistas radicales. Es una lucha que nos concierne a todos. Si has sudado solo para ir a tu trabajo o has visto los ríos casi secos y las tormentas repentinas, entonces sí: ya estás dentro de la crisis climática. No es algo que sucederá «mañana», es hoy. 

Las olas de calor no son solo veranos más calurosos, son fenómenos extremos que ponen en peligro la vida de quienes trabajan al aire libre, de quienes viven en barrios sin zonas verdes y de quienes no tienen recursos para hacer frente al calor. Y no solo sufren los ancianos y los niños. 

Calor e desigualdad: el calor no afecta a todos por igual 

Hay quienes viven en la ciudad, rodeados de cemento, sin árboles que den sombra, quienes trabajan en ambientes sobrecalentados y sin refrigeración, quienes se ven obligados a resistir mientras otros, más afortunados, pueden escapar al frescor. 

El calor no es una simple «molestia»: es una condena social. Quienes ya se encuentran en dificultades se ven obligados a soportar condiciones de vida cada vez más duras. 

Y detrás de todo esto hay un modelo económico que ha construido ciudades sin zonas verdes, que han propiciado la contaminación de las industrias y aquellas políticas que, lejos de lograr cambiar nada a mejor, han provocado un hábitatiñ inhóspito e insano para vivir. 

El negacionismo climático es el verdadero peligro 

Ya no podemos permitirnos ignorar o minimizar la realidad del cambio climático diciendo que «el calor era normal» incluso cuando éramos pequeños. No, no lo era de esta manera.

Hoy, cuando el termómetro alcanza los 40 grados, no se habla solo de «un verano más caluroso»: se habla de una amenaza real. El negacionismo no es solo ignorancia: es peligroso. 

Cada minuto que perdemos en discusiones inútiles es un minuto que nos acerca al punto de no retorno. 

Todavía hay esperanza 

A pesar de todo, hay esperanza. La gente de todo el mundo está despertando y comprendiendo que la crisis climática no es solo un problema medioambiental, sino también social, político y ético. 

Las comunidades energéticas, las ciudades que plantan árboles para combatir el calor, los trabajadores que exigen protección, los jóvenes que se manifiestan, …, nos dicen que las demandas de cambio están creciendo. 

Es un movimiento con mil caras, pero con una única misión: hacer algo antes de que sea demasiado tarde. 

La justicia climática: el futuro que queremos 

La justicia climática no solo tiene que ver con el medio ambiente. Es la lucha por un mundo en el que el aire que respiramos sea puro para todos, en el que el calor no sea una condena y en el que nadie sufra más que otros. 

Queremos un mundo con más árboles, menos cemento, más energía limpia para todos, trabajo sano y digno y políticas que protejan a los más vulnerables. Una economía que ponga la vida, y no el beneficio, en el centro. 

La mecha del cambio debe encenderse ahora 

No podemos resignarnos. No podemos aceptar que la humanidad se encamine hacia su propia extinción. Es hora de actuar. La crisis climática es una batalla que nos concierne a todos y debe convertirse en la nueva cuestión social. Porque, si el calor nos asfixia, no es solo culpa del sol. Es nuestro silencio lo que lo alimenta. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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