Como hacia un agónico declive…
El triste declive, el miedo al presente, el gran temor que recorre el mundo, la infelicidad actual. De los titulares y contenidos de algunos editoriales extraigo el jugo gástrico de un malestar épico, ampliamente compartido. Hay quienes observan el mal a nivel global y quienes se dedican en particular al declive particular hay quienes lo extraen del presente y quienes remontan sus causas al pasado; y hay quienes, al final, en busca de culpables, convierten todo el análisis trascendental y existencial en la típica cantinela: todo sucede desde que Donald Trump está al mando, desde que Pedro Sánchez está al mando...
Luego, en realidad, cuando se esfuerzan por señalar las formas de decadencia y angustia generalizadas, te das cuenta de que el nivel de malestar es mucho más profundo y antiguo que la llegada al poder de Trump y Sánchez. Sería igualmente estúpido, por parte de quienes apoyan a Trump o a Sánchez, responder que todo el mal se remonta al gobierno anterior.
No, ese malestar no tiene una raíz política o gubernamental, y mucho menos tan corta; en todo caso, la verdadera responsabilidad de la política y los gobiernos coincide con su limitación y su impotencia, porque son incapaces de detener, frenar, ese deslizamiento incesante hacia el temible declive.
Se sigue dando demasiado crédito a la fuerza de la política y de los líderes si se cree que son realmente capaces de producir cambios tan profundos y radicales en tan poco tiempo. Es cierto que Trump, en pocos meses, ha provocado un pequeño terremoto, pero las causas de ese malestar no tienen nada que ver con los aranceles o sus intervenciones en el tablero mundial. A Sánchez se le puede reprochar esto o lo otro…
La principal angustia de nuestro tiempo es que las cosas más importantes están sucediendo por encima de las cabezas de la humanidad y de los gobiernos. No las entendemos, no entendemos de dónde vienen y tenemos la impresión de que no podemos hacer nada al respecto.
Sería honesto, además de inteligente, que quienes lo denuncian no se pusieran con el dedo levantado contra los enemigos de hoy o de siempre, o a través de un proceso permanente en el que unos son siempre jueces y otros siempre acusados; sino que todos fueran observadores y participantes de algo que viene de lejos y nos afecta de cerca, que está cambiando nuestras vidas.
No se trata simplemente de conservadores o progresistas, de derecha o izquierda, de buenos o malos. El proceso parece tener lugar por encima de la voluntad humana, aunque, de hecho, los distintos pasos del proceso tienen, naturalmente, responsables, pero no solo políticos: gobiernos, élites tecnocráticas, militares, incluso farmacéuticas, altos burócratas, lobbies y grupos de poder, gestores globales, magnates de las finanzas, comunicadores y cualquiera que tenga un poder de influencia real.
No hay un solo día, por ejemplo, en que los mismos periódicos, la misma televisión, no celebren el triunfo de la llamada Inteligencia Artificial, cada día es una etapa gloriosa, un paso adelante; no se dan cuenta de que cada día están celebrando el fracaso de la Inteligencia Humana, el paso atrás que da el hombre hacia su superfluidad, su subordinación, su sustituibilidad.
Todo lo que se representa en el Relato Global celebra la Sustitución como un Progreso radiante: lo humano por lo automático, lo divino por lo matemático, lo natural por lo artificial, la vida por el algoritmo, el cuerpo por la prótesis o la mutación genética, lo real por lo virtual, un pueblo por otro que llega. Una sustitución continua, a todos los niveles.
Ocurre algo muy significativo de lo que no nos damos cuenta: no somos capaces de observar estos procesos desde un punto más elevado, desde una posición que nos permita tener una visión más consciente y global de lo que está sucediendo.
Destituido el pensamiento tras despedir a la religión, eliminada la historia tras liquidar la memoria, borrados los maestros tras degradar la cultura, hemos convertido en absurdo, inútil e impracticable cualquier punto de vista más elevado. Nos limitamos a fotografiar la realidad del momento, sin otra clave de explicación. También por eso la sociedad se hunde en un declive paulatino y nosotros culpamos a Trump, a Musk, a Sánchez, a uno u otro, sin darnos cuenta de la desproporción evidente de los planes, de la diferencia entre el diagnóstico y el pronóstico.
Se me dirá que tengo una lectura fundamentalista de nuestro presente; ¿por qué no? Si están en juego los fundamentos de la vida humana y la sustitución del ser humano, ¿por qué negarlo? Falta el poder que frene este proceso disolutivo, lo que los eruditos y los bíblicos llaman “Katechon” (cf. 2 Tesalonicenses 2, 6-7); es decir, quien tenga la fuerza, la autoridad y la motivación para poder contener y modificar ese flujo imparable que amenaza con arrasarlo todo.
Es una visión apocalíptica, lo reconozco, y no nace hoy, sino que proviene de milenios y de ciclos recurrentes; añado también que sobre esa visión pesa mucho la vejez del mundo y la perspectiva de años de quienes lo observan. Pero no podemos pensar en remediarlo si no subimos un piso para tener una visión más clara. Si no lo hacemos, nos limitamos a lamentarnos o nos reducimos a buscar en el primer líder que no nos gusta la causa de los males que afligen al mundo.
Todo esto, por supuesto, no ensombrece nuestra vida cotidiana, que está hecha de muchas cosas también bellas, también buenas, incluso felices, al menos serenas. Precisamente por eso, una reflexión tan amarga, expresada por tantos observadores, no nos lleva a la desesperación, aunque a veces nos susurra que nos retiremos, que nos vayamos al bosque o que nos refugiemos en una isla.
Pero es importante subir más alto, en ver y pensar las cosas; no en la torre de marfil de nuestro soberbio aislamiento, sino en la torre de vigilancia desde donde se puede observar mejor el horizonte, la tierra, las mareas, el cielo estrellado y esos pequeños puntos que, de cerca, llamamos seres humanos.
Mientras tanto nos conformaremos, como decía aquél, con que ya ha comenzado la Liga de Fútbol…
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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