martes, 12 de agosto de 2025

La Inteligencia Artificial: un desasoiego e inquietud.

La Inteligencia Artificial: un desasoiego e inquietud

No me basta con haber leído hace tiempo «El libro del desasosiego» (de Fernando Pessoa) para encontrar motivos que justifiquen los temores que, sin ser profesional de la comunicación ni mucho menos, siento estos días al leer no solo las ventajas, sino también las implicaciones éticas y de seguridad de la inteligencia artificial, por los efectos disruptivos que está teniendo y que tendrá aún más en el sistema mediático y relacional, ya muy condicionado por las ambigüedades de Internet y las redes sociales. 

Una revolución digital puesta en el centro por el Papa León XIV al hablar a los millones de jóvenes que acudieron de todo el mundo a Tor Vergata y de todo el evento jubilar. 

No me tranquiliza, desde luego, ver circular por la web un vídeo falso generado por IA con un espíritu racista nada oculto, publicado en su red social Truth por Donald Trump, en el que se ve al expresidente Barack Obama detenido en la Casa Blanca acusado de alta traición, rodeado de agentes del FBI, mientras él, Donald Trump, se ríe no muy lejos. El clip viral también muestra a Barack Obama con un mono naranja, solo en una celda: una imagen humillante que recuerda el uniforme de los presos de Guantánamo y marca el predominio, incluso en el discurso público, de los peores sentimientos humanos. 

No hay duda de que el presidente de Estados Unidos, con la ayuda de fuerzas ocultas, siembra la desinformación y la confusión, desviando así la atención de otros asuntos más candentes, como los numerosos procesos judiciales a los que se enfrenta y, sobre todo, el «caso Einstein», el financiero pedófilo que murió en su celda en 2019, amigo de Donald Trump durante años, antes de caer en desgracia y ser condenado por abusos sexuales y tráfico internacional de menores. 

Desde una somera idea de lo que ya está siendo el «dominio cibernético», hasta se puede ver cómo la inteligencia artificial está cobrando cada vez más importancia en la seguridad de los Estados. La IA puede automatizar tareas, analizar grandes cantidades de elementos y adaptarse rápidamente a los cambios, convirtiéndose en una herramienta valiosa para la ciberseguridad. Lamentablemente, también puede utilizarse con fines maliciosos, con la creación de software más sofisticado y para cometer fraudes informáticos más eficaces. 

La seguridad de la propia IA se ha convertido en una prioridad. Y es justo exigir que estas tecnologías revolucionarias se utilicen de forma responsable y para el bien común. La UE está adoptando un enfoque centrado en la excelencia y la confianza, pero aún debe completarse el marco jurídico para garantizar una gestión segura y fiable que respete los derechos fundamentales y los valores europeos. 

La humanidad se encuentra hoy en una «encrucijada», como afirma el Papa León XIV. 

1.- Por un lado, está el potencial de la IA, capaz de realizar tareas con «una velocidad y eficiencia increíbles» y de transformar sectores como la educación, el trabajo, el arte, la sanidad, la gobernanza, la defensa militar y la comunicación. 

2.- Por otro lado, sin embargo, es igualmente evidente su incapacidad para replicar el «discernimiento moral» y entablar relaciones auténticamente humanas. 

El camino por seguir recomendado por el Papa (que ha analizado en profundidad los algoritmos tras obtener, antes de sus estudios de Teología y Filosofía, la licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Villanova) es el de una «gestión coordinada a nivel local y global» que guíe el desarrollo de las nuevas tecnologías respetando los valores auténticamente «sociales». 

Como subrayó el Papa en el mensaje enviado al Foro de Ginebra organizado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), aunque la responsabilidad del uso ético de los sistemas de IA recae en quienes los gestionan y supervisan, no hay que olvidar que quienes los utilizan también deben compartir esta responsabilidad. 

Por lo tanto, la Inteligencia Artificial requiere una gestión ética adecuada y marcos normativos centrados en la persona humana, que vayan más allá de los meros criterios de utilidad o eficiencia. 

En definitiva, nunca debemos perder de vista el objetivo de contribuir a esa ‘tranquillitas ordinis’ - la tranquilidad del orden - como la llamaba San Agustín en su De Civitate Dei, y promover un orden más humano en las relaciones sociales y sociedades pacíficas y justas al servicio del desarrollo humano integral y del bien de la familia humana. 

También por eso hace bien la Iglesia en instar a una «cooperación global» y a un compromiso constante para llevar los beneficios de las tecnologías más avanzadas de la comunicación a las poblaciones de todo el mundo: para abrir nuevos horizontes de igualdad y no para alimentar conflictos. Sabiendo que el reto de «conectar a la familia humana» a través de los diferentes medios disponibles es especialmente crucial. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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