sábado, 16 de agosto de 2025

Qué discernimiento en la Vida Consagrada.

Qué discernimiento en la Vida Consagrada 

Las teorías, los métodos y las técnicas de la consultoría empresarial y la gestión han entrado con fuerza en las Congregaciones - los conventos, los movimientos, las comunidades…-. El fenómeno más visible es la organización de Asambleas y Capítulos que ya no se celebran sin uno o varios expertos externos que los dirigen —«facilitan»—. Ojalá porque la Vida Religiosa no ha olvidado siglos de sabiduría carismática y nos hemos convertido en analfabetos relacionales. 

Ahora los post-it marcan el nuevo entorno, los responsables se ven empujados a participar en cursos de liderazgo, las comunidades están llamadas a descubrir su misión y su propósito, basándose en su propia visión y en palabras ‘consagradas’ del nuevo paradigma de la Vida Religiosa. Alguien con un carisma misionero, después de uno de estos cursos, decía asombrado: «¿Sabes que he descubierto que nosotros también tenemos una misión?». 

De hecho son herramientas que gustan mucho, por ser ágiles, ligeras, … Técnicas y prácticas nacidas en el mundo de las grandes empresas, que las tomaron prestadas de la psicología de las organizaciones. Por lo tanto, tienen los rasgos somáticos y éticos de las grandes empresas globales, aunque se presenten como técnicas neutras. En realidad, ninguna técnica está exenta de ideologías y valores, pero la gran ideología de la técnica es presentarse sin ideología. 

Una pregunta posible es de qué depende esta creciente «empresarialización» de la Vida Religiosa. Entre las muchas razones, hay una que puede ser has decisiva. 

Las comunidades carismáticas nacieron con una idea muy precisa de gobierno y de relaciones, que recientemente ha entrado en crisis en el encuentro-choque con la cultura moderna. Esas antiguas instituciones eran, de hecho, expresión de una sociedad desigual, jerárquica y patriarcal. Los tres votos religiosos eran instrumentos adecuados para garantizar su funcionamiento: personas célibes sin familia, sin derechos sobre sus riquezas y herencias, y vinculadas a sus superiores por un vínculo sagrado de obediencia. En el espacio de una generación, este modelo se ha fragmentado y las comunidades han quedado relacionalmente mudas, sobre todo ante los jóvenes hijos de este nuevo mundo. 

Así, en esta profunda y silenciosa crisis de identidad, los poderosos instrumentos empresariales se perciben como una salvación. La consultoría puede llenar un vacío, pero quizá también puede crear infantilización y falta de autonomía en las comunidades, lo que se suma a la dependencia (adicción) y a la creciente inseguridad de los responsables, que cada vez piden más asesoramiento para todo; y así, los técnicos acaban convirtiéndose no solo en escritores fantasmas de discursos y documentos, sino también en directores y superiores invisibles. Entonces se entiende que es la demanda (por parte de las comunidades) la que genera la oferta. 

Es superfluo afirmar que los consultores honestos de la Vida Religiosa existen y son necesarios, sobre todo cuando tratan de adaptar herramientas y técnicas, intentando hibridaciones entre el carisma y el mundo empresarial y psicológico. Pero el centro del problema está en las comunidades, que deben retomar las riendas de su destino. 

Se necesita algo diferente, muy diferente, y se necesita ya. Las comunidades carismáticas no son empresas. Son sin duda organizaciones, pero con rasgos identitarios demasiado diferentes de los de las empresas como para poder tratarlas con los mismos instrumentos. Son similares en un 98 %, como nuestro ADN y el de los chimpancés, pero si no vemos y conocemos ese 2 % diferente, no entendemos nada de un convento o un monasterio. 

Una miembro de una Congregación no es un empleado de su institución, no es un colaborador, no es un recurso humano, ni un seguidor de un líder. No tiene un propósito, no tiene una visión: tiene un carisma (sin poseerlo), que es algo profundamente diferente de todo lo que se enseña en las escuelas de negocios o de psicología del trabajo. 

Seguramente los técnicos y expertos no tienen ni pueden tener una cultura bíblica o teológica suficiente, ni mucho menos una verdadera familiaridad con el misterioso mundo de los carismas y del Espíritu, el más misterioso y maravilloso de la tierra. No olvidemos, además, que la entrada de técnicos externos en las empresas surgió de la necesidad de mediar en las relaciones laborales directas, para que los directivos no «tocaran» las emociones de sus empleados y sus complejidades, fragilidades, … 

Pienso, por poner solo un ejemplo, en un Capítulo de una Congregación. Los métodos de los expertos en técnicas participativas crean el conocido síndrome de la mediana: en el paso de las ideas del individuo al documento del grupo de trabajo y luego de los grupos a la síntesis final, las técnicas tienden a seleccionar las tesis y los valores medianos, y por lo tanto a descartar los extremos. 

Esta metodología funciona para las fáciles elecciones de las empresas, para las decisiones políticas y para las instituciones, incluidas las vaticanas o diocesanas donde hoy en día está muy de moda, donde es necesario reducir los conflictos entre posiciones y llegar rápidamente a soluciones que satisfagan a muchos o a la mayoría. Sin embargo, en los carismas, la regla de la mediana no funciona. 

Los carismas son herederos de los profetas bíblicos, y las soluciones y las ideas proféticas provienen casi siempre de los extremos, de los desechos, no de las medianas. Si se aplica el método de la mediana en los Capítulos, se acaba escribiendo documentos en los que no se encuentran las ideas más innovadoras. Ninguna idea de Isaías, del Bautista o de Jesús sería seleccionada hoy por un facilitador, porque se desvían demasiado de la mediana. 

El mismo resultado mediano se obtiene cuando los documentos finales se escriben sumando los resúmenes de los trabajos de los grupos. El síndrome de la mediana tiende a evitar o reducir los conflictos; pero en los carismas no se encuentra ninguna solución verdadera sin afrontar, sacar a la luz y atender los conflictos -basta pensar en el conjunto de la Biblia, en los Hechos de los Apóstoles, en San Pablo, … -. 

En resumen, si las comunidades carismáticas profundizaran más en el corazón del carisma, encontrarían intuiciones y sabiduría que, actualizadas, serían la única forma correcta de dirigir la comunidad, los Capítulos y las Asambleas. 

Por lo tanto, sí, es necesario cambiar. Una comunidad espiritual que no quiere morir o transformarse en una ONG debería recurrir con discernimiento, y seguramente de forma subsidiaria, al asesoramiento, elegirlo con prudencia y trabajar más ella misma en la cultura organizativa de su carisma. 

Externalizar las relaciones comunitarias no es como subcontratar el comedor de un centro educativo o la limpieza de un convento: en las relaciones se juega todo el carisma. 

El primer paso decisivo corresponde a la comunidad, con las personas y los talentos que tiene, aquí y ahora, como sabe y como puede. «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Este trabajo debe custodiarse celosamente dentro de una intimidad colectiva, porque de lo contrario, en poco tiempo y sin darnos cuenta, del carisma solo quedarán algunos cuadros del Fundador o de la fundación y un pensamiento para las felicitaciones de Navidad. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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