Rebelión en la granja: una parábola profética de nuestra actualidad
La edición en cómic de Rebelión en la granja, la novela de George Orwell, fue publicada por primera vez el 17 de agosto de 1945. El cómic formaría parte en su momento de la frenética propaganda con la que se combatirían los Estados Unidos de América y la URSS, el capitalismo y el comunismo, Washington y Moscú.
Sería el mundo bipolar de la Guerra Fría, el de la
disuasión y el equilibrio atómico como ejes conceptuales en torno a los que se
organizaban los dos sistemas opuestos, la OTAN y el Pacto de Varsovia, el
mercado por un lado y la planificación estatal por el otro.
La apasionada invectiva de George Orwell resultaría ser un arma polémica contra el totalitarismo soviético de extraordinaria eficacia y parecía escrita expresamente para avivar la polémica contra la URSS que los Estados Unidos de América estaban difundiendo en toda la parte occidental del mundo de la que eran dueños.
Sin embargo, ese no era el contexto en el que George Orwell había escrito su obra más famosa. Entre 1943 y 1944, en los febriles meses en que trabajó en ella, estadounidenses y soviéticos eran aliados firmes contra el nazismo; había una guerra mundial que ganar, en un enfrentamiento en el que realmente parecía que todo lo bueno estaba de un lado y todo lo malo del otro.
No había distinción posible: se trataba ante todo de derrotar a Hitler. Lo demás se vería después. El propio George Orwell, al escribir, no tenía ninguna intención de anticipar los temas de la Guerra Fría. Más que al futuro, su mirada se dirigía al pasado, a su reciente experiencia en la Guerra Civil Española, en la que había participado luchando en las filas republicanas contra los franquistas.
Él había vivido en primera persona los fracasos del estalinismo, viendo caer a sus compañeros bajo las balas no de los fascistas, sino de aquellos que deberían haber estado de su lado. Y a los que no mataron directamente se sumaron otros, enviados a morir en los sectores más calientes del frente y abandonados sin armas ni suministros por orden de los mandos estalinistas.
De ahí surgió su extraordinario libro, ‘Homenaje a la Cataluña’ -1938-, y sobre todo un odio implacable, una necesidad de vengarse de Stalin y de sus fechorías utilizando el arma que más enfurecía al dictador, la sátira y la burla.
Así, en la novela 'Rebelión en la granja',
Stalin es Napoleón, el jefe de los cerdos, los animales que han tomado el
poder, inmorales y corruptos, bestias repugnantes que han engañado a los demás
animales guiándolos hacia una revolución que en realidad no era más que la
sustitución de un sistema de poder por otro, empeorando incluso la situación.
El régimen impuesto por los cerdos era, de hecho, aún más
despótico que el del señor Jones, el antiguo propietario de la granja. El único cerdo que había intentado al menos mitigar la ferocidad
estalinista, Bola de Nieve, era también el único que había
señalado una alternativa económica a la estatización enfatizada por los cerdos
y Stalin; pero Bola de Nieve fue brutalmente eliminado y con él
se hundieron todas las alternativas posibles a la deriva estalinista de la
revolución bolchevique.
Quién era el personaje representado por el caballo que, después de dar lo mejor de sí mismo por la causa revolucionaria, termina sus días en el matadero vendido precisamente por Napoleón y los demás cerdos, quiénes eran los representados por las ovejas y las gallinas, fueron algunos de los enigmas que animaron entonces la polémica que se desató cuando se publicó el libro.
Hoy, cuando los protagonistas de Rebelión en la granja han muerto hace tiempo y muchos no precisamente en buenas condiciones, el libro de George Orwell sigue conservando su característica principal de dura denuncia contra el totalitarismo. En consonancia con su planteamiento, parece exaltar el estado naciente de una revolución, consciente de que es ahí donde se esconden los gérmenes de la parábola involutiva que conduce al horror del gulag, pero también los de una posible evolución positiva de las mismas premisas revolucionarias.
La toma del Palacio de Invierno por Stalin contra la revolución permanente de Trotsky:
1.- por un lado, un acontecimiento concentrado en el tiempo y el espacio, con el nuevo poder bolchevique que sustituye al antiguo poder zarista, absorbiendo sin embargo sus estructuras e instituciones, en una rigurosa continuidad que conducirá a las purgas y otros excesos de un régimen dictatorial que, en nombre de la «Santa Madre Rusia» y del nacionalismo, parte del zarismo y, a través de Stalin, llega hasta el Putin actual;
2.- por otro, una conquista del poder duradera, una lucha continua, alimentada por una pasión revolucionaria inagotable que obliga a cuestionar todos los estados de equilibrio una vez alcanzados, a comprometerse incluso contra las propias burocracias creadas dentro del proceso revolucionario.
Ambos han fracasado y el mundo se encuentra de nuevo al borde de la pesadilla atómica, suspendido entre los caprichos fluctuantes de Donald Trump y la sed de dominio de Vladimir Putin.
Pero incluso puede haber más.
La 'Rebelión en la granja',
que entonces se leyó como una grotesca sátira contra el totalitarismo y la
dictadura, hoy, con las democracias en apuros en todas partes del mundo, asume
la forma de una poderosa acusación contra la política de pacotilla.
La gran enfermedad de nuestro tiempo, parece advertirnos George Orwell, es la corrupción generalizada tanto en los sistemas democráticos como en los totalitarios. Quienes entran en la gran arena de la política, ya sea desde la derecha o desde la izquierda, lo pueden hacer por intereses personales, y la corrupción no es solo la de los sobornos o las «mordidas», sino algo más profundo que hace que los hombres y mujeres que se dedican a la política se inclinen más por cultivar sus propios intereses que el bien común.
Los cerdos que cambian el lema revolucionario «todos los animales son iguales» por otro más adecuado para representar su poder, «todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros», son, por desgracia, el ejemplo de una historia que ha traspasado las fronteras del tiempo para convertirse en terriblemente actual.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario