viernes, 5 de septiembre de 2025

El Adviento es espera: este mundo lleva otro en su seno - Mateo 24,37-44 -.

El Adviento es espera: este mundo lleva otro en su seno - Mateo 24,37-44 -

En tiempos de Noé, los hombres comían y bebían... y no se dieron cuenta de nada. No se dieron cuenta de que ese mundo había terminado. Los días de Noé son días de superficialidad: «el vicio supremo de nuestra época» - Raimon Panikkar -. El Adviento que comienza es, en cambio, un tiempo para darnos cuenta. Para vivir con atención, profundizando cada momento.

 

La imagen conductora es María de Nazaret esperando el parto, embarazada de Dios, llena de luz. Esperar, infinitivo del verbo amar. Las mujeres, las madres, saben en su cuerpo lo que es la espera, la conocen desde dentro.

 

El Adviento es vida que nace, dice que este mundo lleva otro mundo en su seno; tiempo para darnos cuenta, como madres expectantes, de que brotes de vida crecen y se elevan en nosotros. Tiempo para mirar hacia arriba y más lejos.

 

Yo también vivo días como los de Noé, cuando ni siquiera me doy cuenta de quién me roza en casa y tal vez tiene los ojos cansados o perdidos, de quién me dirige la palabra; de cien náufragos en cualquier mar, de este planeta saqueado, de otro muerto de hambre o por la metralla…

 

Es posible vivir sin darse cuenta de los rostros. ¡Y esto es el diluvio!

 

Vivir sin rostros: rostros de pueblos en guerra; de niños víctimas de la violencia, del hambre, de los abusos, del abandono; rostros de mujeres violadas, compradas, vendidas; rostros de exiliados, de refugiados, de migrantes en busca de supervivencia y dignidad; rostros de presos en las infinitas cárceles del mundo, de enfermos, de trabajadores precarios, sin garantías ni esperanza, despojados de su futuro; es posible, como entonces, comer y beber y no darse cuenta de nada.

 

Los días de Noé son los nuestros, cuando olvidamos que el secreto de nuestra vida está más allá de nosotros, apaciguamos el hambre de cielo con grandes sorbos de tierra, y ya no sabemos soñar.

 

Si el dueño de la casa supiera a qué hora viene el ladrón... Siempre me ha inquietado la imagen del Señor descrito como un ladrón nocturno. Intento comprenderlo mejor: porque sé que Dios no es ladrón de la vida. Solo pensarlo me parece una blasfemia.

 

Dios viene, pero su momento no es la muerte. Vendrá, ya viene, en la hora que no imaginas, es decir, ahora, y te sorprende donde no lo esperas, en el abrazo de un amigo, en un niño que nace, en una iluminación repentina, en un escalofrío de alegría que te embarga y no sabes por qué.

 

Dios es un ladrón muy extraño: es incremento de lo humano, crecimiento de la humanidad, intensificación de la vida, Navidad.

 

Estad preparados porque en la hora que no imagináis vendrá el Hijo del Hombre. Estad preparados no para evitarlo, sino para no perder el encuentro, para no faltar a la cita con un Dios que viene no como un robo, sino como un don, como Encarnación, ternura de Dios caída sobre la tierra como un beso.



P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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