En el seno del mundo brota una nueva vida - Mateo 24,37-44 -
Como en los días que precedieron al diluvio, comían y bebían y no se dieron cuenta de nada... los días de Noé son los días ininterrumpidos de nuestras distracciones, el gran pecado… Perdón, Señor, también por nuestra distracción…
En el extremo opuesto, como su contrario, en el otro plato de la balanza nos socorre la atención que es la oración espontánea del alma.
Adviento: tiempo para estar vigilantes, como madres expectantes, atentas a la vida que baila en los vientres, los de María e Isabel, las primeras profetisas, y en los vientres de todas las hermanas de María esparcidas por el mundo.
El Adviento es vida que nace, susurrando que este mundo lleva otro mundo en su seno, con su danza lenta y obstinada como el latido del corazón.
Adviento: cuando Dios es una realidad germinante, el que preside cada nacimiento, el que interviene en la historia no con las hazañas de los poderosos, sino con el milagro humilde y estrepitoso de la vida, con la danza de un vientre, en el que fermenta el pan de un hombre nuevo.
Dios es aquel que, en lugar de poner el hacha en la raíz del árbol, inventa cuidados para cada brote, que es también el nombre de Dios.
Dos hombres estarán en el campo... dos mujeres molerán en la muela, una raptada, otra abandonada; dos soldados estarán en el frente en …, uno herido, otro ileso. ¿Por qué esta alternancia de vida y muerte, de salvados y sumergidos? Jesús mismo no lo explica. Sin embargo, sabemos que el azar, la fatalidad y la suerte son conceptos absolutamente ajenos al mundo bíblico.
Dios no juega a los dados con su creación. Creo con todo mi ser que, a pesar de cualquier negación, la historia, la mía y la de todos, es siempre un verdadero camino de salvación. Y el hilo conductor está firmemente en manos de Dios.
Si el dueño de la casa supiera a qué hora viene el ladrón... ¡Un ladrón como metáfora del Señor! Él, que no roba nada y lo da todo. Si tan solo supiera el momento... pero no hay respuesta, no hay un momento que imaginar; el tiempo, todo el tiempo es el mensajero de Dios, eleva sus palabras sobre sus alas insomnes.
Ahora viene el Señor, caminante de los siglos y los días, viene marcando las fechas en el calendario de la vida; y te sorprende cuando el abrazo de un amigo te desarma, cuando te sorprende el grito victorioso de un niño que nace, una iluminación interior, un escalofrío de alegría que no sabes por qué.
El Señor es un ladrón muy extraño: viene para acortar la noche. Tiempo de amaneceres y de caminos es el adviento, cuando el nombre de Dios es El que viene, Dios que camina a pie por el polvo del camino. Y tu casa no es una etapa, sino el destino de su viaje.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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