Una misión desarmada y desarmante: la esperanza vive si la hacemos vivir
¿Hemos entrado en la era de la indiferencia global y la aceptación pasiva de la ley del más fuerte? No, no es cierto.
El temor es comprensible por lo que está sucediendo en Gaza y Ucrania y por cómo lo están gestionando los principales protagonistas, pero creo que es erróneo llegar a la desalentadora conclusión de que el destino de la humanidad es inevitablemente distópico.
Creo que debemos hablar de grandes dificultades que hay que afrontar con el espíritu adecuado, empezando por la conciencia de que el comportamiento del Presidente de los Estados Unidos de América no favorece la solución de los problemas, sino que los complica.
Lo hemos visto con la interminable y caótica controversia de los aranceles, que mientras tanto hacen subir los precios. Lo constatamos trágicamente con la guerra que debía terminar pocas horas después de su reelección, pero en cambio asistimos a una trágica escalada tanto en Palestina como en Ucrania.
La historia lo deja claro: o se resiste o se sucumbe. A quién y a qué resistirse, hoy en día, está a la vista de todos. Al menos desde el punto de vista de las referencias morales, civiles y culturales, y por tanto políticas e institucionales, que se derivan de nuestra Constitución. Y también de los tratados europeos e internacionales, concebidos para la paz y la cooperación.
Donald Trump y Vladimir Putin están «unidos por el desprecio hacia Europa». Benjamin Netanyahu es considerado un héroe de guerra por quienes, en lugar de detenerlo, lo invitan a «terminar el trabajo».
Miles y miles de inocentes masacrados, por el hambre y/o la metralla, merecen una medalla para quien está acusado de crímenes contra la humanidad. Sea cual sea la definición, poco cambia para las personas y las familias que sufren a diario las trágicas consecuencias.
La Global Sumud significa resistencia, resiliencia, firmeza y perseverancia. Las virtudes que hoy necesitan quienes ocupan puestos de responsabilidad para hacer frente a la crisis explosiva en la que estamos inmersos.
Son virtudes que acompañan la misión de la Flotilla Global Sumud dirigida a Gaza con la firme voluntad de forzar el bloqueo naval que desde hace tantos y tantos años aprisiona a Palestina también desde el mar.
No es cierto que el mundo sea testigo pasivo. En todas partes hay manifestaciones y tomas de posición, incluso reprimidas de forma violenta y arbitraria. El antisemitismo no tiene nada que ver y, cuando existe, debe ser condenado rotundamente, como cualquier forma de racismo indigna de nuestra civilización.
La esperanza vive si la hacemos vivir. También a través del apoyo activo a quienes se exponen y se arriesgan en primera persona.
Por eso, un gran abrazo, lleno de gratitud y solidaridad, a los hombres y mujeres de las tripulaciones de las decenas de barcos de la Flotilla Global Sumud que se proponen llegar a la Franja para entregar ayuda humanitaria y mantener vivo el sueño de dos pueblos, dos Estados.
Una misión «desarmada y desarmante», por usar una expresión querida por el Papa León XIV. Análoga, similar, en esencia, a la resistencia pasiva de los patriarcas Pizzaballa y Teófilo III, que se niegan a cumplir la orden de marcharse y dicen que «abandonar Gaza e intentar huir hacia el sur sería una sentencia de muerte. No puede haber futuro basado en el cautiverio, el desplazamiento de los palestinos o la venganza».
No es un desafío, sino una misión civil y humanitaria no violenta, cargada de auténtica moralidad, que impone a todas las personas de buena voluntad no mirar hacia otro lado. También porque, pase lo que pase, habrá inevitablemente repercusiones económicas y sociales, políticas y culturales en todos los países que, de una forma u otra, están interconectados e interdependientes.
En tiempos donde existe cansancio de civilización, de humanidad, de democracia, de … seguramente es imposible no estar preocupados pero podemos permitirnos todo menos el pesimismo. Sembrar esperanza es lo que podemos y debemos hacer, sin duda, sabiendo que es lo correcto.
El mundo y la sociedad serían peores sin el compromiso de los justos. No es poca cosa. No sabemos si los marineros de la resistencia y la esperanza de la Flotilla Global Sumud volverán con vida, como esperamos fervientemente, y si lograrán entregar los alimentos con los que están repletos los barcos que forman parte de la misión.
Pero sabemos con certeza que esta misión es alimento para el alma buena del mundo. Que el Dios de la paz los acompañe en el mar y los proteja en tierra.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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