El otoño, es decir, la primavera del invierno, de la mano de Antonio
Vivaldi
El mejor ejercicio es siempre la audición de estos algo más de 10 minutos de belleza: https://www.youtube.com/watch?v=rLJ9Ev41_sk
“El otoño es la primavera del invierno” es una frase de Henri de Toulouse-Lautrec.
No recuerdo cómo ni cuándo, pero uno asocia la música también a “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi. Las conozco desde siempre y siempre las he llevado conmigo, alguien nos las ha hecho escuchar a menudo, y quizá también nosotros a alguien. Crean una atmósfera especial de inspiración mágica, tanto que todo se acompaña de una calma y una concentración especiales.
Antonio Vivaldi compuso “Las cuatro estaciones”, una de las obras maestras de la música barroca, alrededor de 1717, inspirándose en la vida rural del lugar, Mantua, donde vivía en aquella época. Se compone de cuatro conciertos para violín y orquesta: La primavera, El verano, El otoño y, por último, El invierno.
Una característica de estos conciertos es que son descriptivos, cuentan con la música la llegada de estaciones, y Antonio Vivaldi, para acentuar la vocación descriptiva de la obra, escribe un soneto para cada concierto. Es admirable cómo la música transmite exactamente la idea de las palabras.
Seguramente cada uno tendrá su favorita. A mí, particularmente, el otoño me inspira mucho. A menudo se asocia el otoño con un sentimiento de tristeza, de melancolía, como el final de algo, pero en realidad, si se mira con más atención, se percibe una preparación... un encanto propio, desde los colores cálidos de la naturaleza hasta el aroma de la vuelta al encanto propio de la normalidad de la cotidiana rutina de cada día...
El otoño es ese andante gracioso y melancólico que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.
Al caer lentamente las hojas secas, al amarillear perezosamente la naturaleza cansada, la inconfundible voz del violín solista nos transporta al otoño. Junto con sus hermanos, el «Otoño» forma parte de la colección de 12 conciertos para violín «La prueba de la armonía y de la invención».
A diferencia de los otros tres, esta obra se
desarrolla en dos planos paralelos: el
tema que el autor narra en el soneto descriptivo adyacente y el tema musical percibido por el oído,
que, como veremos, presenta una particularidad sonora más que interesante,
sobre todo en el movimiento central de la obra.
También en este caso, la obra se divide en tres movimientos —Allegro, Adagio molto y
Allegro—, cada uno de los cuales representa los distintos aspectos del otoño con el violín como instrumento
musical.
Primer movimiento. Baile y canto de la vendimia
Celebra il Vilanel con balli e Canti
Del felice raccolto il bel piacere
E del liquor di Bacco accesi tanti
Finiscono col Sonno il lor godere
En el primer movimiento se celebra la abundancia de los dones terrenales de esta estación. Los campesinos celebran la buena cosecha de vino con un gran banquete. En esta escena bacanal se bebe y se festeja y, al final, todos, jóvenes y adultos, terminan dormidos y aturdidos por los vapores del alcohol. El paso de la escena de la fiesta a la del sueño es crucial y requiere un notable virtuosismo por parte del violín.
En este Allegro inicial, en el que se describe la alegría del «villanel» por la «cosecha feliz», los cantos y bailes son tan vivos que evocan la imagen de campesinos y campesinas abandonados a la alegría más intensa.
Segundo movimiento. Durmientes
ebrios
Fa’ ch’ ogn’ uno tralasci e balli e canti
L’ aria che temperata dà piacere,
E la Staggion ch’ invita tanti e tanti
D’
un dolcissimo sonno al bel godere.
El adagio del segundo movimiento es quizás uno de los momentos más expresivos y poéticos de toda la colección. Antonio Vivaldi quiere que se represente a fondo la atmósfera soñadora y embriagada, en la que todos los campesinos están ya arrebatados por Morfeo y el amanecer ya casi ha surgido.
Sin embargo, la música, de un estilo armónico increíblemente moderno, parece casi alejarse del tono del resto de la composición, dando a entender al oyente que todo está sucediendo en un plano improvisado al de la realidad.
En especial, el papel del violín cambia. Ya no lo oímos tocar con brillante virtuosismo, sino casi como una melodía de fondo, preparando una armonía principal que, sin embargo, nunca llega. El hilo musical resulta, por tanto, casi inconsistente. Como suele ocurrir en los sueños, no conseguimos seguir su sentido y se mueve en direcciones controladas por la mente y, por lo tanto, imposibles de predecir.
Una de las partes más interesantes es la de los acordes, que se mueven de forma contrapuesta. La parte consciente está representada por la voz más aguda de los violines, que intenta «cerrar» la melodía en la nota definitiva de resolución. Sin embargo, siempre está condicionada por la parte del bajo (subconsciente), que crea otros acordes disonantes en busca de una conclusión perpetua.
Esta técnica es increíblemente vanguardista y confirma la genialidad de Antonio Vivaldi. La realización parcial de la armonía lleva al oído atento a un estado de melancolía en eterno movimiento, casi como si se estuviera a bordo de un tren y la única opción posible fuera mirar el paisaje pasar por la ventana sin poder bajarse ni detenerse. La realidad parece, más bien, retomar bruscamente la velocidad con los ritmos martilleantes de la caza.
En el Adagio
parece invocarse un poco de paz y soledad. La idea musical se extiende plana,
siempre apoyada en el mismo bajo, que varía imperceptiblemente.
Tercer movimiento. La caza
I
cacciator alla nov’alba à caccia
Con corni, Schioppi, e cani escono fuore
Fugge la belva, e Seguono la traccia;
Già Sbigottita, e lassa al gran rumore
De’ Schioppi e cani, ferita minaccia
Languida di fuggire, mà oppressa muore
Con el último movimiento Antonio Vivaldi vuelve a aparecer finalmente la caducidad de la vida en otoño con el violín triste y melancólico.
Los cazadores ya están en el bosque, los perros ladran con furia, mientras el aturdimiento del sueño da paso a la desesperada carrera de una noble cierva. Aquí el violín, en una desarmante sucesión de notas, parece expresar ya la feroz arrogancia de los cazadores, cada vez más cerca de la presa, ya el triste intento del animal de huir.
Entre rápidas notas arpegiadas que varían rápidamente, primero apresuradas, luego retomando la marcha del tema principal, se insinúan sentimientos contradictorios hasta el cierre cada vez más tenue en el que, según el soneto, ya no hay escapatoria para el animal.
He aquí que el triste acontecimiento de un ser representa la alegría incontrolada de otro. He aquí que el ciclo contrastante vuelve a cerrarse.
La dicotomía de elementos tan opuestos (felicidad-bacanal/sueño profundo, la victoria de los cazadores/la derrota de la vida) se suceden como un animal que se muere, en un círculo que siempre ha representado la esencia tanto del Tiempo como de la Vida.
El otoño, narrado por el violín, alcanza su plenitud.
En El otoño es el hombre quien vuelve a ser protagonista al disfrutar de los frutos de su trabajo: la cosecha, el vino, la caza.
Y así puede divertirse (Allegro inicial con el «Baile y canto de la vendimia»), puede dejarse llevar por los excesos, incluso sumergiéndose en un merecido y trabajado descanso (Adagio molto - «Durmientes ebrios»), y también puede demostrar su vigor (Allegro - «La caza»).
Deseo y espero que hayas disfrutado de la música de
Antonio Vivaldi y de las imágenes que la acompañan: https://www.youtube.com/watch?v=rLJ9Ev41_sk
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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