Hablando de Inteligencia Artificial
Cuando hablamos de Inteligencia Artificial – IA -, hablamos de algo muy lejano y muy cercano. Muy lejano, porque son muy pocos los que deciden al respecto. ¿Cuántos habrá en el mundo? ¿Ocho? ¿Ochenta? No creo que muchos más, ya que el poder tecnológico y económico necesario para hacerlo es inmenso. Muy cerca, porque nos afecta a todos directamente, sin excluir a ninguno de los miles de millones que somos.
Esta
desproporción entre una cima muy pequeña y una base inmensa es uno de los
elementos más peculiares y preocupantes de la materia denominada IA...
Por eso es necesario que cada uno aclare para sí mismo qué es para él o ella la inteligencia. La pregunta es personal: ¿qué es para ti la inteligencia? ¿Qué crees que representa en el mundo? ¿Y qué representa para ti? ¿Es un instrumento o un fin? ¿La utilizas o quieres servirla? Creo que todo depende de esto: de esta opción fundamental.
Si la inteligencia es una herramienta al servicio de otra cosa (riqueza, poder, placer), tendremos un enfoque determinado de la IA. Si, por el contrario, es un fin, tendremos un enfoque completamente diferente. Si, además, la inteligencia es «el» fin de nuestra vida, sobre todo esa inteligencia asociada a la justicia y la bondad que se llama sabiduría, entonces el enfoque será aún diferente.
Creo que la inteligencia es el principio estructural y estructurador del mundo. No existe ningún fenómeno físico que no sea el resultado de una agregación, todo procede de una lógica de cooperación intrínseca a la materia y a la energía, todo es armonización.
Por supuesto, también existe el conflicto, a menudo muy violento, pero del conflicto y de las catástrofes surgen nuevos niveles de organización y complejidad.
No estoy diciendo que vivamos en el mejor de los mundos, estoy diciendo que «vivimos»: lo cual no es nada obvio dentro de este inmenso universo oscuro y frío. En él, gracias a la inteligencia como creación de vínculos a partir de los atómicos y subatómicos, surgió la vida.
Todo ser vivo es un centro computacional que tiende a recopilar y procesar información, todo ser vivo es un ordenador y, como tal, es una expresión de la inteligencia cósmica. La inteligencia no es una peculiaridad humana, es el alma del mundo.
Sin embargo, existe una peculiaridad cuantitativa y cualitativa de la inteligencia humana que nos ha llevado a cultivar fines no solo naturales. Así nacieron la técnica y la cultura.
El ser humano es técnico al mismo tiempo que es sapiens. “Homo technologicus” y “homo sapiens” son lo mismo, el origen de la técnica y la cultura es el mismo: es la superación de la necesidad natural.
Ahora bien, la IA consiste en la transferencia de esta nuestra peculiaridad más preciada a las máquinas. Las hemos construido nosotros, y desde el punto de vista de la capacidad de recopilación y procesamiento de información en la que consiste la inteligencia, se vuelven como nosotros; es más, más poderosas.
Esto se aplica no solo a procesos lineales como el cálculo, sino también a procesos no lineales como la creatividad artística y musical, e incluso a la capacidad de generar empatía.
¿Qué significa esta transferencia de nuestra inteligencia y nuestros sentimientos? ¿Qué significará dentro de unas décadas? ¿Un progreso o un retroceso de nuestro ser humano?
Para responder, es necesario que cada uno aclare para sí mismo qué significa «humano».
Yo creo que significa libertad. Un ser humano alcanza su humanidad cuando es libre, y es libre cuando desarrolla el conjunto de estas tres cualidades: conciencia, creatividad y responsabilidad. No somos solo inteligencia, también somos la libertad de utilizarla de una forma u otra. Por lo tanto, cuanto más promueva la IA la libertad, más favorablemente se la considerará. Cuanto menos, menos.
Pero hay que evaluar la IA no solo en sí misma, sino también a la luz del contexto en el que llega a operar.
¿Cómo considerar un cuchillo de hoja muy afilada que corta todo al instante? Si lo considero en sí mismo, no puedo sino encontrarlo un instrumento muy útil, pero si lo considero a la luz del contexto en el que se encuentra, y si ese contexto es una escuela primaria, entonces el juicio puede cambiar radicalmente.
Mientras la IA sea utilizada por investigadores en laboratorios, por médicos en hospitales y, en general, por seres humanos maduros, no me da ningún miedo, sino que la valoro positivamente y la acojo con alegría.
Sin embargo, en manos de seres humanos inmaduros y embrutecidos, puede resultar perjudicial. Y hoy asistimos a un preocupante proceso involutivo.
Immanuel Kant saludaba sus días como «la salida del hombre del estado de minoría», nosotros nos enfrentamos a lo que Amos Oz ha definido como «infantilización de las masas».
El siglo XX fue el siglo de la técnica como instrumento. ¿Se recordará este nuevo siglo como el siglo de la técnica convertida en fin? De hecho, la técnica cada vez más crece, evoluciona, se expande y pronto llegará a modificar nuestro mundo exterior y nuestro mundo interior. Ya lo está haciendo, a pasos agigantados.
Todos pensamos instintivamente que podemos utilizar o no la técnica sin dejar de ser sus dueños. Y, de hecho, podemos tener o no tener, usar poco o usar mucho las tecnologías. En teoría.
En la práctica, sin embargo, hay que tener en cuenta su poder seductor, sobre todo sobre los jóvenes, y al hacerlo nos damos cuenta de que la tecnología está a punto de arrasar con cualquier otra forma de información, de conocimiento e incluso de comunicación: algunos padres sostienen que es más eficaz hablar con sus hijos a través del móvil que cara a cara.
Tal vez, antes que después, para hablar con los hijos, se enviará a la máquina humanoide dotada de inteligencia y capacidad para suscitar empatía que circulará por nuestros hogares, la cual resolverá los conflictos porque siempre sabrá encontrar las palabras adecuadas sin perder la compostura (como les sucede a los humanos cuando se enfrentan a sus hijos o a sus padres), y así todos le estaremos agradecidos porque reinará la armonía en nuestros hogares gracias al nuevo oráculo de Delfos personalizado.
Pero, entonces, ¿quién será realmente el dueño?
El verdadero problema no es que las máquinas se vuelvan como los humanos, sino que los humanos se vuelvan como las máquinas.
Una
vez abandonada la ilusión de seguir siendo maquinistas, nos estamos
convirtiendo en máquinas. Se está produciendo un cambio en nuestro mundo
interior por el que nos parecemos cada vez más a las máquinas, en el sentido de
que nuestro pensamiento es cada vez más ejecutivo, lineal, plano, esquemático:
sí o no, blanco o negro, te odio o te amo. Y todo cada vez más rápido, pronto,
muy pronto, ¡inmediatamente!
Sin embargo, la inteligencia no es solo una herramienta operativa y eficaz para resolver problemas; también es una herramienta crítica que cuestiona, plantea problemas, elabora ideas contrarias a la corriente dominante, se opone, resiste, sueña, imagina,…
Pero hoy en día la mente tiende a funcionar de forma cada vez menos libre y vemos que su mecanización está en marcha y ganando terreno no solo en las empresas, sino también en los hospitales y consultorios, e incluso en las escuelas y universidades.
El
imperio de la burocracia es el signo más evidente de un mundo gobernado por la
máquina y sus procedimientos. ¿La IA aumentará la dictadura de la burocracia y
la pedantería de los burócratas, o por el contrario nos liberará de ella?
Nuestro cerebro es un órgano plástico, en constante evolución; mediante su uso activa algunas funciones y, al no usarlo, desactiva otras. Cuando era niño, me sabía de memoria decenas de números de teléfono, pero hoy, con la agenda telefónica, ni siquiera sé los de mis hermanos de comunidad.
Todo esto podría ser motivo de no poca preocupación, porque la dialéctica amo-esclavo de la que hablaba Hegel en “La fenomenología del espíritu”, y que tanto gustaba a Marx por el giro dialéctico que preveía, puede materializarse en la relación hombre-máquina.
El fin de la vida humana es la libertad, no una serie de prestaciones técnico-operativas, que también son importantes. Por eso, el fin de la IA debe ser y seguir siendo la inteligencia «natural» en su capacidad de generar libertad, no las cuentas bancarias de los pocos que la producen y pronto nos la venderán, ni el poder de los dictadores que ya la utilizan y la utilizarán cada vez más para reforzar su dominio.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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