Hans Küng: pasión por la teología
La Iglesia pronto se percató de las extraordinarias cualidades de Hans Küng, fallecido en Tubinga a los 93 años: tras estudiar en Roma y París, lo nombró, con solo 32 años, profesor titular de la Facultad de Teología Católica de Tubinga, el centro más importante de la teología alemana y, por tanto, del mundo en aquella época. Era 1960 y dos años después se inauguró el Concilio Vaticano II, al que Hans Küng fue llamado como consultor teológico, el participante más joven en la asamblea conciliar.
¿Qué llevó entonces a este teólogo y sacerdote, que tenía ante sí unas perspectivas profesionales no menos importantes que las de Joseph Ratzinger (un año mayor que él, pero llamado a Tubinga para dar clases precisamente por Hans Küng), a criticar cada vez más a la Iglesia, hasta el punto de que en 1979 el papa Juan Pablo II le revocó la condición de teólogo católico?
La respuesta suena paradójica: el deseo de ser verdaderamente católico. El adjetivo griego katholikós significa, de hecho, «universal», y eso es lo que Hans Küng siempre persiguió: unir lo más posible a los seres humanos. No quería ser católico romano, sino más genuinamente católico universal, es decir, un hombre entre los hombres, al servicio del bien del mundo, siguiendo el mismo camino recorrido por católicos como Raimon Panikkar, Leonardo Boff y Carlo Maria Martini.
Activo en países con una fuerte presencia protestante, como su Suiza natal y Alemania, Hans Küng quiso ante todo contribuir a la unidad entre católicos y protestantes y, en esta perspectiva, elaboró su tesis doctoral sobre la doctrina de la justificación en Karl Barth, mostrando su coincidencia con la teología católica más genuina y recibiendo una carta entusiasta del propio Karl Barth y el prestigioso nombramiento católico que ya he mencionado. A continuación, creó una disciplina teológica especial, la teología ecuménica, que enseñó durante más de 20 años, fundando en Tubinga el Instituto de Investigación Ecuménica.
Su voluntad de diálogo le llevó a abordar con rigor el pensamiento laico como negación de Dios: en 1978 publicó uno de sus libros más bellos, ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en la era moderna, donde en mil páginas discute las objeciones de los diferentes ateísmos. Abordó el nudo fe-ciencia con “El principio de todas las cosas” que sigue siendo hoy en día una de las mejores contribuciones al respecto.
Siempre fue la llamada de la universalidad lo que le llevó al estudio sistemático de las grandes religiones: publicó sobre el cristianismo y las religiones universales, el cristianismo y la religiosidad china, el judaísmo, el Islam,…, ensayos ponderados y muy legibles que le llevaron a universidades de todo el mundo.
En 1990 se remonta el Proyecto de una ética mundial, del que pocos años después surgió la Stiftung Weltethos, «Fundación para la ética mundial», una institución educativa que hoy opera en varios países con el objetivo de desarrollar la cooperación entre las religiones mediante el reconocimiento de valores comunes y un conjunto de reglas universalmente compartidas.
Hans Küng también se ocupó de la ética y la economía, contribuyendo a prefigurar esa tercera vía entre el liberalismo y el comunismo que trata de conjugar rentabilidad y justicia, eficiencia y solidaridad.
Pero,
¿qué vio de problemático el Magisterio católico en toda esta inmensa labor?
No sé si la respuesta es sencilla pero creo que tiene algo que ver con la libertad. La libertad con la que Hans Küng procedía (el primer volumen de su autobiografía se titula Libertad conquistada) se consideraba una peligrosa amenaza para cierta estabilidad de la institución.
La cuestión se caldeó con la publicación del libro ¿Infalible? Una pregunta, ensayo con el que Hans Küng desafiaba el dogma de la infalibilidad papal. Se sumaron otros motivos de desacuerdo, entre ellos la función de la jerarquía eclesiástica, los criterios de nombramiento de los obispos, el papel de la mujer, la sexualidad, la eutanasia, el celibato sacerdotal y la libertad de la investigación teológica.
Sin embargo, Hans Küng no dejó de sentirse plenamente católico y ningún otro tema recibió de él la misma atención que la fe cristiana.
Pero la cuestión es que nunca hizo coincidir el cristianismo con la pertenencia eclesial, y en 2011 llegó a preguntarse radicalmente: «Ist die Kirche noch zu retten?», «¿Tiene salvación la Iglesia?».
Hoy en día, uno de los mayores retos de la Iglesia católica es la desconexión entre la fe personal y la pertenencia eclesiástica, entre la espiritualidad y la dogmática.
Gracias a su inteligencia, su trabajo y su preparación lingüística, que le permitía hablar con soltura varios idiomas, Hans Küng ha sido uno de los teólogos católicos más influyentes de nuestro tiempo.
Su obra puede describirse con las siguientes características:
1) gran capacidad teórica: además de teólogo, fue también filósofo;
2) gran capacidad sistemática: en sus obras principales revive el género de las Summae medievales con esa organización de la materia de forma didácticamente clara y jerárquicamente configurada, particularmente valiosa hoy en día, cuando abundan los análisis pero escasean las visiones de conjunto;
3) gran capacidad expositiva: Hans Küng fue un ensayista de éxito mundial, su estilo, nunca hermético, sino siempre atento al lector, se correspondía perfectamente con su innata amabilidad y simpatía;
4) gran honestidad intelectual: Karl Barth le escribió un día «me gusta considerarla en toda su forma de actuar un israelita in quo dolus non est», clara referencia a las palabras de Jesús que definía a Natanael como «un israelita en el que no hay falsedad».
Esto es lo que hizo de Hans Küng no solo un eminente teólogo, sino también uno de los intelectuales más escuchados a nivel mundial: prueba de ello son los 16 Doctorados Honoris Causa.
Con su fallecimiento el 6 de abril de 2021 llegó a su fin un momento extraordinario de la teología del siglo XX, que ha dado lugar a personalidades únicas: entre los protestantes, Barth, Bultmann, Tillich, Bonhoeffer, Moltmann, Pannenberg; entre los católicos, Teilhard de Chardin, Rahner, von Balthasar, Congar, de Lubac, Panikkar, Boff.
Entre ellos hay quienes interpretaron su labor de estudio y reflexión en función de la institución eclesiástica y otros que miraron más allá, hacia el futuro. Entre estos, siempre ocupará un lugar de honor el suizo Hans Küng.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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