jueves, 25 de septiembre de 2025

Oremos por la paz.

Oremos por la paz

Pero, ¿qué significa rezar?

 

En 1916, Ludwig Wittgenstein se encontraba en el frente oriental de la Primera Guerra Mundial, mientras se desataba el mayor ataque enemigo, la llamada Ofensiva Brusilov. En medio de pérdidas muy elevadas, su actuación tuvo cierta relevancia, ya que el 1 de junio fue ascendido a cabo y el 4 fue condecorado.

 

Pocos días después, el 11, el que se convertiría en uno de los mayores lógicos y filósofos del siglo XX, anotó: «El sentido de la vida, es decir, el sentido del mundo, podemos llamarlo Dios... Rezar es pensar en el sentido de la vida». En las trincheras del frente, entre la sangre y la suciedad, Ludwig Wittgenstein rezaba pensando en el sentido de la vida...

 

Pero ¿rezar es realmente pensar en el sentido de la vida?

 

Rezar proviene del verbo latino “precari”, del que también deriva el adjetivo “precario”. Es decir: quien no tiene problemas no reza, quien está en una situación precaria reza. Las palabras no mienten.

 

A su vez, la etimología del verbo «pensar» proviene de «pesar»: quien piensa, pesa, sopesa, pondera, da un peso a la realidad.

 

¿Qué peso tiene la realidad?

 

Tomemos la historia, que en estos días nos sigue mostrando su rostro terrible: ¿qué peso tiene? Preguntárselo significa convertir la mente en una balanza que sopesa los diversos argumentos a favor del sentido o el sinsentido de la historia.

 

Algo análogo ocurre con la vida, la muerte, el amor, la belleza, el derecho, lo divino y quién sabe qué más: ¿qué peso tienen todas estas cosas? ¿Y qué peso darles en nuestra existencia?

 

Plantearse estas preguntas significa pensar, pensar en el sentido de la vida. Pero entonces, ¿por qué Ludwig Wittgenstein escribía que «rezar» es pensar en el sentido de la vida?

 

El rigor del pensamiento exige que se evalúen los distintos argumentos de forma objetiva, sin inclinarse hacia el bien o el mal, sino situándose «más allá del bien y del mal».

 

Pero no somos solo pensamiento frío: también somos pasión, deseo, voluntad. Y cuando esta dimensión cálida se afirma en nosotros, el pensamiento ya no es puro, sino que se vuelve parcial, toma partido, se hace partidista.



Quien reza es un partidario de la realidad: de su sentido y de su carga positiva.

 

Si la mente de quien piensa es una balanza que pesa en perfecto equilibrio, la mente de quien piensa rezando es una balanza desequilibrada a favor del bien frente al mal, de la vida frente a la muerte, del sentido frente a lo absurdo.

 

Por eso la oración está en subjuntivo. Si fuera puro pensamiento, estaría en indicativo como, por ejemplo, en el Padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.

 

Pero esa invocación de Jesús está en subjuntivo, un modo verbal que no se limita a indicar, sino que quiere unir, unir lo que no está unido.

 

¿Qué es lo que no está unido? La voluntad de Dios y el estado del mundo. El mundo, en su libertad, a menudo no refleja la voluntad de Dios y por eso Jesús enseñó a rezar en subjuntivo: «Venga tu reino». El indicativo es neutro, el subjuntivo es partidista.

 

Creo que hoy, cuando estamos tan divididos y separados que ya ni siquiera podemos darnos la mano… todos tenemos una gran necesidad de sentirnos unidos, de experimentar la fuerza conjuntiva del pensamiento que reza, es decir, que se pone del lado del bien. Estos son los días del subjuntivo.

 

La oración puede dirigirse a un Dios o a una Diosa, a un santo o a un sabio, a una montaña o al misterio mudo detrás de las estrellas. Puede estar hecha de palabras o de silencios. Puede ser religiosa o laica. Pero en todas sus formas la oración se manifiesta como fuerza conjuntiva.

 

Y nosotros tenemos una inmensa necesidad de estar unidos para inclinar la balanza de esta historia y de este mundo a favor del bien que llamamos humanidad y paz.

 

Porque la verdadera diferencia no está entre quienes creen y quienes no creen, sino entre quienes piensan y quienes no piensan.

 

Rezar significa pensar en el sentido de la vida, para que llegue, para que se haga, de aquella manera que sea posible porque lo necesitamos.

 

Como intuyó Ludwig Wittgenstein.


 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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