miércoles, 24 de septiembre de 2025

La otra aparición mariana que necesita el mundo.

La otra aparición mariana que necesita el mundo

Medjugorje, por supuesto. Pero antes aún, Fátima y sus tres secretos, Lourdes y el agua milagrosa en botellas con forma de Virgen, Loreto y la casa de Nazaret que vuela en la noche y se posa sobre la dulce colina,…, y sobre todo las innumerables Vírgenes de nuestra antigua tradición, calificadas ahora por su capacidad de intervención y por estados o atributos particulares.

 

Muchísimas Vírgenes: negras y blancas, una más bella y dulce que la otra. La Virgen, la Madre, la Gran Madre: tan cercana, tan atenta, tan comprensiva: «abogada, auxiliadora, socorredora, mediadora, corredentora»...

 

¿Cómo explicar el éxito rotundo de esta figura dentro de una religión basada en un libro, la Biblia, en el que María de Nazaret tiene un papel decididamente marginal?

 

Ausente, obviamente, en la Biblia hebrea, en el Nuevo Testamento la figura de María fundamentalmente presente en muy pocas páginas de los Evangelios, a la que Jesús nunca la llama «madre», sino siempre y únicamente «mujer», exactamente igual que se dirige a todas las demás figuras femeninas.

 

Y, sin embargo, si se elimina a María del cristianismo, se le priva de gran parte de su savia vital. ¿Por qué?

 

Porque una religión puramente masculina como es esta (al igual que las otras dos religiones monoteístas abrahámicas, y digo «masculina» porque tal es su divinidad y tal es la estructura jerárquica de su institución terrenal), ha encontrado a lo largo de los siglos en la figura de la Virgen María la posibilidad de alimentar el alma femenina que habita en cada uno de nosotros y que requiere alimento espiritual al igual que el alma masculina.

 

Por eso, la religiosidad mundial de todos los tiempos y todos los lugares siempre ha conocido divinidades femeninas junto a las divinidades masculinas, entre las que se encuentran, por ejemplo, la Isis egipcia, la Artemisa de Éfeso, que es virgen pero ofrece a los fieles innumerables pechos maternales, o la Pachamama de los pueblos andinos, que es la hipóstasis personificada de la Madre Tierra.

 


Vírgenes que aparecen y envían mensajes (en su mayoría catastróficos y repetitivos, y que, leídos uno tras otro, dejan una impresión de banalidad ordinaria), y luego voces en la noche, revelaciones secretas, apariciones en el cielo, perfumes embriagadores, bilocaciones, profecías, estigmas,… ¿Es solo esto la religión? Si fuera así, Karl Marx habría tenido razón al hablar de ella en términos de «opio de los pueblos».

 

Y digo «opio», porque, en contraposición, ¿qué hay? Hay dolor y sangre en este valle de lágrimas de innumerables seres humanos que se enfrentan a crisis económicas y desigualdades seculares que arrancan a millones de personas de su tierra, que se enfrentan a terribles enfermedades, empezando por las más de siete mil enfermedades genéticas con las que se puede nacer y de las que ninguna Virgen María podrá curar jamás, o a guerras en las que los inocentes engrosan el capítulo de “daños colaterales”,…

 

Y luego está el inmenso mar de estupidez en el que naufragan las conciencias contemporáneas intoxicadas a diario con «panem et circenses» administrados a manos llenas incluso por la televisión estatal, que ha perdido por completo su misión educativa original.



Permíteme, pues, Virgen y Madre nuestra, dirigirme a ti y recordarte nuestra situación: ¿no la ves desde allí arriba, no la conoces? Necesitamos enormemente tu gracia, la luz de tu alma, la esperanza que tu figura maternal representa para cada uno de nosotros. Señora María, hija de Nazaret, humilde y más alta que ninguna criatura, término fijo del eterno consejo, Tú eres la que la naturaleza humana ennobleciste tanto, que tu Creador no desdeñó hacerse tu creación. Tú eres el faro que nos orienta y la medicina que sana nuestro miedo arraigado. Tú sintetizas esto en ti misma y esto es lo que necesitamos: orientación, amparo y curación.

 

¿Qué importa entonces si aquí o allá la Virgen se aparece o no a algunos videntes? La tierra donde nació Jesús está desgarrada diariamente por un conflicto que no tiene fin: ¿por qué la Virgen no se aparece a Benjamin Netanyahu y a los líderes de Hamás? ¿O a Vladimir Putin?¿O a Donald Trump?

 

Me temo que lo verdaderos problemas son otros a los de las apariciones de la Virgen María y tantos mensajes banales de los videntes. Y solo sirviendo a la autenticidad de la conciencia moral, en la plenitud de la responsabilidad personal, la religión podrá volver a hablar a los seres humanos también en este mundo en el que peligra la esperanza.



P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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