domingo, 14 de septiembre de 2025

La perenne conquista de la libertad no es negociable.

La perenne conquista de la libertad no es negociable


Que la libertad no goza de muy buena salud es algo evidente para muchos, para todos aquellos que tienen los ojos abiertos y un espíritu crítico.

 

Muchos otros, en cambio, prefieren renunciar a la democracia y a la libertad y buscan protección y una aparente seguridad egoísta en autócratas, populistas, negacionistas de la crisis climática, soberanistas, oligarcas,…, que abundan en el mercado. Cuidar y curar la democracia y la libertad enfermas se convierte entonces, salvo para quienes quieren destruirlas por completo, à la Trump, por así decirlo, en una tarea urgente y necesaria, que, sin embargo, presupone un nosotros amplio, consciente y decidido a llevarla a cabo.

 

Una cura de la libertad y la democracia que debe partir, por tanto, de ese principio existencial que se llama meditación, ese pensamiento que reflexiona sobre el mundo y sobre uno mismo como sujeto que piensa, es más, que quiere pensar, negándose a sufrir el mundo tal y como es o tal y como se está convirtiendo, adaptándose y resignándose para vivir tranquilo y tal vez habiendo interiorizado esa distopia neoliberal según la cual la sociedad no existe, solo existen los individuos.


Sin embargo, para iniciar esta cura de la libertad y la democracia enfermas, también es necesario comparar el presente con el pasado y analizar los procesos que han tenido lugar a lo largo del tiempo hasta hoy, y así descubrir que otros, en el pasado, han analizado los riesgos que pueden correr la libertad y la democracia en la sociedad de masas.

 

Creo que es necesaria una reflexión sobre la libertad, es decir, una profundización con lentitud, después de apagar el smartphone, recortándonos un espacio y un tiempo propios, con nosotros y para nosotros y, en consecuencia, también para los demás, en silencio (si no hay silencio, no puede haber meditación ni pensamiento, por eso el poder nos llena la vida de ruido y distracciones...).

 

Una meditación que tenga como hilo conductor las preguntas: ¿Qué libertad, reivindicada por quién y por qué? Y aún más: ¿libres para qué, libres de qué? Preguntas que debemos plantearnos ante una libertad que hoy vuelve a estar asediada por el poder, ya sea político, pero sobre todo económico y tecnológico, y por una racionalidad irracional, y por el miedo a la libertad de los propios seres humanos.

 

Porque habrá que proteger la libertad, porque sigue siendo una conquista nunca definitiva, sobre todo en nuestra época, situada en una encrucijada en la que no es la crisis - ¿qué época no experimentado la crisis? -, sino la propia catástrofe - ambiental y social - la forma del tiempo con la que debemos confrontarnos. Solo en esta confrontación la libertad puede reencontrar su camino.


Uno ya ha comenzado a pensar que la libertad y la solidaridad no son promesas independientes entre sí, sino que una es la condición de la otra. Algo que tantos años de neoliberalismo y de tecno-capitalismo (el nuevo rey Midas, obsesionado y a la vez fragilizado por su propia obsesión de convertir todo en una oportunidad de lucro), nos han hecho olvidar, dejándonos hoy con un poder basado solo en la fuerza y ya no en el derecho y los derechos.

 

No soy quién para hacer un análisis del concepto de libertad pero cabe la pregunta de si somos realmente libres, y de si podemos/sabemos ser plenamente lo que tenemos derecho a ser, es decir, libres.

 

Es decir, ¿cuánto queremos ser libres y cuánto estamos dispuestos a luchar por nuestra libertad y la de los demás y cuánto, en cambio, estamos condicionados por los contextos en los que vivimos, por las obligaciones sociales, por los medios de comunicación, por las redes sociales, por un smartphone, por la indiferencia egoísta y conformista ante quienes están destruyendo la libertad ilusionándonos con que la única libertad posible es la del mercado o la de la tecnología, cuando es todo lo contrario?


La libertad es también una conquista política, que nace de un deseo de libertad que, a su vez, solo puede surgir si existen las condiciones para que esto ocurra; pero si ya no existe la política y se pierde el deseo de libertad, entonces también se puede perder el sentido de esa conquista.

 

La libertad es siempre vulnerable, nunca es ineludible, sino que siempre hay que conquistarla, cuidarla y protegerla. Y reivindicada y aumentada siempre, nunca reprimida, como ocurre hoy en día con demasiada frecuencia.

 

Solemos decir que no hay libertad sin reciprocidad y que no hay libertad sin responsabilidad. Una relación que cada vez olvidamos más porque así lo exige y lo impone el sistema económico y tecnológico, que está desmantelando el bienestar y los derechos humanos (la reciprocidad) y nos quiere irresponsables con respecto a tantas crisis como, por ejemplo, la medioambiental.

 

El nuestro es un sistema que se nos ofrece (es la más sutil de las técnicas de poder) como la máxima libertad, pero que progresivamente nos quita las condiciones para buscar (desear) una libertad que no sea solo la que nos ofrece (una falsa libertad) el sistema. El riesgo de la de la libertad (y la democracia) en las sociedades de masas, masas físicas ayer, masas digitalizadas hoy no es un riesgo menor sino mayor.


P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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