domingo, 21 de septiembre de 2025

La “solución final” nazista se repite en Gaza.

La “solución final” nazista se repite en Gaza

Dentro de unos años, el Genocidio de Gaza, como el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, será una línea en los libros de historia, y luego ni siquiera eso. ¿Es posible evitar un resultado así?

 

Empiezo por decir que dar un nombre a los acontecimientos es esencial. Significa comprenderlos, aceptarlos, hacerlos propios: un acontecimiento que antes estaba fuera de la mente, luego, mediante el nombre que se le atribuye, entra en ella y, de ser un objeto mudo, adquiere un significado.

 

Winston Churchill se refirió al exterminio de los judíos a manos de los nazis como un «crimen sin nombre», porque no había precedentes en la historia, por muy sangrienta que fuera, de la humanidad.

 

Pero entonces la necesidad de comprender de la mente comenzó a proponer nombres para el evento y, entre ellos, al final, se impuso uno: “Shoah”, término hebreo que significa «catástrofe». Pero ¿a qué tipo de catástrofe se refiere el término Shoah?

 

De hecho, la catástrofe puede referirse a muchas cosas y en el lenguaje cotidiano también utilizamos este término para acontecimientos poco catastróficos, como cuando, hablando de una obra de teatro, decimos «la función fue una catástrofe». Por lo tanto, es necesario especificar el tipo de catástrofe a la que nos referimos al decir Shoah, aclarar cuál fue la catástrofe particular que los nazis llevaron a cabo con la operación que ellos denominaron Endlösung, «solución final».

 

La mejor respuesta es la que dio el jurista judío polaco Raphael Lemkin con el término que acuñó para nombrar el contenido específico de la Shoah: «genocidio». El Holocausto es la catástrofe que consistió en el genocidio del pueblo judío. No sé en qué año cada término apareció por primera vez en nuestra castellana. El término acuñado por Raphael Lemkin en 1944 es el resultado de dos palabras antiguas: el griego «genos», pueblo, y el latín «cidium» (del verbo «caedere», «matar») del que deriva «homicidium».

 

El genocidio es el asesinato de todo un pueblo. ¿Hubo otros genocidios antes del Holocausto? Al menos dos: el de los armenios a manos de Turquía entre 1915 y 1916 con 1.5 millones de víctimas, y el genocidio planeado por Joseph Stalin contra los ucranianos con la gran hambruna de 1933-34 conocida como “Holodomor”, con 3.5 millones de víctimas.

 

En aquella época, sin embargo, no existían Días de la Memoria y por eso Adolf Hitler pudo declarar en 1939: «¿Quién habla todavía hoy de la aniquilación de los armenios?»  - según el informe del embajador británico del 25 de agosto 1939 -. Es evidente que el silencio en el que había caído el genocidio de los armenios le animó a llevar a cabo el genocidio que estaba planeando para los judíos y que puso en práctica poco después.

 

Lo cual demuestra que existe un profundo vínculo entre las formas de mal extremo que los seres humanos son capaces de cometer, y es tarea del pensamiento identificar dicho vínculo.

 

Pero también existe un vínculo al menos igual de profundo entre las formas de bien extremo que los seres humanos también son capaces de practicar, y también es tarea del pensamiento identificarlas y tarea del corazón celebrarlas.


 

No sé si habrá Día de la Memoria para los palestinos muertos en el genocidio de Gaza. Pero habría que hacer lo posible para que se comprenda que se podría crear ese Día de la Memoria: en relación con el pasado, recordar los nombres y los rostros de quienes fueron asesinados, y en relación con el futuro, prevenir cualquier posible nuevo genocidio.

 

Al igual que antes del genocidio judío hubo dos genocidios recordados, así también le siguieron otros. ¿Cuántos? Según Gregory Stanton, fundador de «Genocide Watch», desde 1948 hasta hoy se han producido más de 55 exterminios definibles como «genocidio», con 70 millones de víctimas. Hoy estamos asistiendo al que se está realizando en Gaza.

 

Auschwitz no termina… nunca ha terminado. Aquel Holocausto no debe considerarse algo único y, por consiguiente, irrepetible en la historia, sino más bien como el genocidio paradigmático del siglo XX - y de este tiempo del siglo XXI -, una lente de aumento para identificar cualwuier otra posibilidad de genocidio.

 

Aquel Holocausto fue un genocidio «paradigmático»: el paradigma es el modelo gramatical de la conjugación de una acción. En él no están contenidas todas las formas posibles que la acción adoptará, pero gracias a él es posible reconocerlas. La Memoria de todos y de cada uno de los Holocaustos debiera representar un paradigma que permita reconocer todas las formas posibles de la conjugación del verbo del terror y del odio.

 

Uno de los primero en hablar de aquel Holocausto como genocidio paradigmático fue el historiador israelí Yehuda Bauer, quien, sin embargo, añadió:

 

«No hay diferencia entre el sufrimiento de los judíos, los tutsis, los rusos y los chinos, los congoleños o cualquier pueblo que se haya visto envuelto en un asesinato en masa genocida. No existe una gradación en el sufrimiento... por lo tanto, no existe ningún genocidio peor que otro. La idea de competencia no solo es repugnante, sino totalmente ilógica».

 

Este es el punto delicado de la cuestión: definir aquel Holocausto como un genocidio «sin precedentes» utilizando una categoría histórica, o definirlo como «unicidad absoluta» incomparable con cualquier otro genocidio utilizando una categoría metahistórica y llegando incluso a diferenciar el valor de las víctimas y su sufrimiento. Aquel Holocausto fue un genocidio sin precedentes pero que como ocurrió… puede volver a ocurrir. De hecho ha ocurrido y sigue ocurriendo.

 

Comenzaba mi reflexión diciendo que dentro de unos años el Genocidio de la Gaza será una línea en los libros de historia, y luego ni siquiera eso. Evitar un resultado así es un deber de todo ser humano dotado de una conciencia moral recta, porque cualquier Genocidio debe seguir siendo estudiado y recordado por todos.


 

La única manera de mantener viva la memoria de este Genocidio es abrirlo a los genocidios que han salpicado el siglo XX y que siguen ocurriendo, en este nuestro tercer milenio, en el resto del mundo.

 

Porque si nos limitamos a contar lo que le sucedió al pueblo judío en el Holocausto, si nos encerramos en una visión defensiva de la memoria, habremos perdido la batalla desde el principio. Abrirse a una visión no defensiva de la memoria significa erigir la memoria del Holocausto en paradigma sobre el que reconocer cualquier otro genocidio como el de Gaza.

 

Israel no puede olvidar las palabras de Adolf Hitler de 1939 sobre el genocidio olvidado de los armenios: «¿Quién habla todavía hoy de la aniquilación de los armenios?» También porque, si hay un pueblo que pudiera comprender la atrocidad de no ver reconocidos sus propios sufrimientos, ese podría ser precisamente el pueblo judío.

 

Se alcanza la madurez cuando se incluyen los sufrimientos de los demás en nuestra memoria. Cuando lo acusaron de traicionar la religión porque acogía también a los parias, infringiendo el orden de las castas, Buda respondió: «La sangre de todos es roja y las lágrimas de todos son saladas. Todos somos seres humanos».

 

Si hubiera un Día de la Memoria que transformáramos en Día de todos y cada uno de los Holocaustos y de la prevención del genocidio podría recordárnoslo con mayor eficacia evitando así que el Genocidio de Gaza se reduzca a una línea en los libros de historia y que un día ni siquiera a eso.


 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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