La Teología ‘contaminada’
En el panorama contemporáneo de la reflexión teológica, cada vez es más evidente la necesidad de una teología que sepa escuchar la realidad, una teología desde abajo capaz de captar la acción del espíritu Santo dentro de la historia concreta.
Esta perspectiva se presenta como una alternativa viva a la teología occidental de tipo deductivo, que a menudo formula dogmas a partir de conceptos abstractos, con el riesgo de perder el contacto con la experiencia de las personas y con lo que el Espíritu Santo prepara y dispone en la vida cotidiana.
La teología desde abajo nace de la experiencia, del encuentro con el otro, de la escucha de las preguntas que surgen de los pliegues de la historia y de las heridas de la humanidad.
En este enfoque, la reflexión no parte de principios universales abstractos, sino de la concreción de la vida, de las historias de hombres y mujeres que buscan sentido y salvación. «La realidad supera a la idea», diría el Papa Francisco, recordando la necesidad de no encerrarse en esquemas estáticos, sino de dejarse interpelar por la historia.
Esta apertura a la realidad no es solo un método, sino también un contenido: es aquí donde el Espíritu Santo actúa, transforma y prepara nuevos caminos.
La teología desde abajo se convierte así en una teología contaminada, es decir, capaz de dejarse interpelar y modificar por el contacto con la vida real, las culturas, los cambios sociales, los sufrimientos y las esperanzas de los pueblos.
Como decía antes, la teología occidental, sobre todo en su forma más deductiva, ha privilegiado a menudo la formulación de dogmas a partir de conceptos abstractos, alejándose a veces del contexto histórico y de la realidad vivida.
Este método, que tiene sus raíces en la filosofía griega y en la escolástica medieval, ha garantizado sin duda la coherencia y la profundidad del pensamiento cristiano, pero corre el riesgo de convertirse en autorreferencial. El riesgo es el de una teología ‘in vitro’, que analiza la fe como un objeto de laboratorio, sin dejarse contaminar por la vida, sino más bien defendiéndose de ella.
De este modo, la reflexión teológica puede perder su fuerza profética y su dinamismo, al no lograr captar lo que el Espíritu Santo está preparando en la historia a través de las novedades, las crisis, los desafíos y las transformaciones.
Este es quizás uno de los problemas más evidentes en el debate teológico contemporáneo, en el que es evidente la incapacidad de la teología oficial y del Magisterio eclesial para dialogar con los temas que la vida cotidiana pone de relieve como urgentes.
Una teología que se defiende de la vida para proteger sus principios absolutos, considerados innegociables, está destinada a permanecer al margen de la vida real y, antes que después, a ser ignorada en el debate que busca soluciones a los problemas existenciales.
Por el contrario, una teología contaminada es una teología que acepta el riesgo del encuentro, de la encarnación, de la mezcla. No teme ensuciarse las manos en la historia, enfrentarse a lo nuevo, lo diferente, lo imprevisto.
Es una teología que reconoce que el Espíritu Santo no actúa solo en los lugares institucionales o en los dogmas consolidados, sino también, y sobre todo, en las periferias, en las preguntas incómodas, en los cambios sociales, en las luchas por la justicia.
Esta perspectiva recuerda el modelo bíblico, donde Dios se revela en la historia concreta de un pueblo, a través de acontecimientos a menudo marcados por el dolor y la esperanza.
La teología desde abajo, contaminada por la realidad, se convierte entonces en un lugar de discernimiento, de escucha, de creatividad, capaz de generar nuevas síntesis y nuevos caminos para la fe.
Es en los caminos de la historia donde el teólogo debe situarse, para escuchar y elaborar una teología que huela a tierra y agua, a vida vivida y no a libros y estanterías.
En un mundo en rápida evolución, la teología no puede contentarse con repetir fórmulas abstractas, sino que debe escuchar la realidad, dejándose contaminar por la historia y las preguntas que surgen de la vida cotidiana. Solo así podrá captar verdaderamente la acción del Espíritu Santo, que sigue preparando nuevos caminos para la Iglesia y para la humanidad.
La teología desde abajo invita a abandonar las seguras orillas de la abstracción para navegar en el mar abierto de la vida, donde el Espíritu sopla y renueva todas las cosas.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:
Publicar un comentario