Less is more: Te deseo una fe no grande pero sí verdadera - San Lucas 17, 5-10 -
Los amigos le piden a Jesús más fe.
Jesús responde que basta con un grano,
pequeño como una semilla de mostaza,
para que la raíz sea desarraigada,
para que las montañas se muevan,
para que las injusticias no sean eternas.
Sin embargo, en estos días,
mientras la violencia ocupa el escenario mundial,
mientras se pisotean los derechos fundamentales,
mientras los poderosos manipulan a los pueblos y las instituciones
en beneficio de sus propios intereses,
una pregunta me viene a la mente:
«¿Hasta cuándo, Señor?».
Demasiadas montañas permanecen inmóviles,
demasiados ídolos permanecen clavados en el corazón,
demasiadas guerras se vuelven normales y permanentes,
demasiados pueblos oprimidos parecen sin esperanza.
El dinero se ha convertido en el señor del mundo,
muchos cristianos
y otras personas e iglesias
no han tenido el valor
de desvincularse del sistema
de dominio del que somos cómplices.
Y entonces la fe ya no es una fuerza de liberación
sino una presunción estéril,
una costumbre religiosa
que corre el riesgo de no cambiar nada.
Pienso en las luchas de las mujeres por sus derechos,
en las batallas de los gays, las lesbianas,
los separados, los divorciados, los sacerdotes casados,
que no se resignan a una iglesia-cuartel
a una sociedad estéril y adormecida.
Pienso en todos aquellos que viven una fe libre
del autoritarismo y del moralismo.
Pienso en los que no dejan de luchar,
en los que se manifiestan,
en los que con una barquita desafían imperios militares,
para que callen las armas,
en esos padres y educadores
que dan testimonio de sobriedad,
compartir, justicia.
Pienso en ellos,
teólogos y teólogas
que arriesgan la tranquilidad de una cátedra
por no callar.
La fe, me recuerda Jesús,
no es cantidad sino calidad.
No sirve tener «mucha»:
sirve tenerla verdadera.
No es una creencia abstracta o un dogma estéril,
no es un rito sin corazón.
La fe es confianza en el Bien,
un sentido sutil,
una intuición del alma,
es la conciencia de la propia responsabilidad,
que revela lo más allá en lo inmanente,
que hace descubrir el secreto de la vida
en cada fragmento de la vida cotidiana.
Se pueden practicar todos los ritos,
todos los protocolos
y no tener fe.
Se puede proclamar cualquier dogma
y seguir siendo incrédulo.
Se pueden incluso construir religiones
sin tocar el corazón de la fe:
confiar en Dios y entregarse a Él,
confiando en la vida,
creyendo que el Bien es más fuerte que el mal.
Tener fe es decir:
Siento en mí nobleza y generosidad,
siento en mí el deseo de superarme,
siento en mí el eco de la eternidad.
Es comunión con el Padre/Madre,
fuerza que hace posible
lo que parece imposible.
La fe es protesta contra el sinsentido,
es confianza en que la vida y la justicia
tendrán la última palabra.
Es lo que impide a los pobres
rendirse a la muerte,
lo que da fuerza a los oprimidos
para no dejar de luchar.
La fe habita hoy en ellos,
en los pequeños y los excluidos,
que claman contra las situaciones inhumanas
y reconstruyen la vida.
No es una huida de este mundo
sino confianza en el mundo
como espacio de alianza,
apertura al «ahora de Dios».
Es un don que se convierte en tarea:
mover montañas,
poderes antiguos y opresiones consolidadas,
prevaricaciones que hemos aceptado
como inevitables.
La fe no es creer en un cielo lejano
sino descubrir que el Reino comienza aquí,
que la justicia es posible ahora,
que el poder del dinero y del egoísmo
puede ser derrotado.
Pero hay que creer de verdad,
no en los dogmas,
sino en la posibilidad de un mundo nuevo.
Querido amigo,
te deseo esta fe:
no grande, pero verdadera.
Solo un grano,
capaz de mover la historia,
de romper cadenas,
de devolver la esperanza.
Te deseo una fe
que sea fuerza secreta de energía,
fuente de resistencia y de valor,
apertura al presente de Dios.
Te deseo servir a la vida
con fidelidad y gratuidad,
como siervos que no buscan recompensa,
pero que viven la alegría de haber participado
en el sueño del Padre.
Con afecto y confianza en el bien que hay en
ti.
«Less is more», que se puede traducir como «menos es más», es un principio estético y también filosófico que afirma que la simplicidad y la eliminación de lo superfluo son más eficaces para transmitir belleza y felicidad que lo que es demasiado recargado o excesivo. Es un principio atribuido al arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe, que vivió en la primera mitad del siglo XX.
Este principio lo encontramos en la arquitectura, con edificios de formas esenciales y sin decoraciones innecesarias, en el diseño de muebles y objetos, y también en la moda. Pero también es una forma de pensar, una verdadera filosofía de vida que, en mi opinión, tiene algo profundamente evangélico.
¿De dónde surge la pregunta de los discípulos: «Aumenta nuestra fe»?
La petición «Aumenta nuestra fe» es válida para todas las situaciones complejas de la vida y de la fe en las que nos encontramos. El Evangelio nos enseña a construir un mundo de paz, a creer en el poder del perdón, a vivir la caridad como camino de las relaciones humanas. ¿Cómo es posible creer que todo esto es realizable? ¿Y sobre todo hoy, en un mundo tan complicado y conflictivo?
Nos surge espontáneamente pedir también a Jesús: «¡Aumenta nuestra fe!».
La respuesta de Jesús, que utiliza una semilla de mostaza muy pequeña como medida, me parece extremadamente estimulante.
Todos pensamos que la vida se afronta mejor si se tiene «más» y no «menos»: más dinero, más poder, más conocimientos adecuados, más salud, más juventud y fuerza...
Nos parece que así la vida se vuelve más fácil y las dificultades más abordables. Por lo tanto, es lógico pedir «más fe» para vivir plenamente la vida cristiana.
Jesús, en cambio, responde hablando de una fe pequeña como un grano de mostaza: pequeña, pero capaz de cosas extraordinarias y aparentemente «imposibles», como arrancar una planta y hacerla volar al mar.
Jesús propone la pequeñez como camino para tener más fe. En lo pequeño, en el «menos», podemos encontrar el camino del Evangelio dentro de la grandeza y la complejidad de la vida y de la Historia.
«Less is more», menos es más, también en la vida de fe.
Para tener una fe hermosa, capaz de cosas extraordinarias, la receta es tener pretensiones pequeñas como una semilla, la del Evangelio. Significa despojarse de todo, incluso de la pretensión de ser mejores o más santos que los demás, en una inútil competencia por ver quién es más hábil o «ganador».
Jesús mismo, para estar «más» cerca de los seres humanos y dar a conocer a Dios Padre, eligió el camino del «menos»: lo esencial, hacerse infinitamente pequeño. Pequeño como una semilla de mostaza- Es la simplicidad desarmada y desarmante del Evangelio.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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