viernes, 3 de octubre de 2025

¿Quién eres San Francisco de Asís?

¿Quién eres San Francisco de Asís?

La figura de San Francisco de Asís está lejos de tener la misma interpretación.

 

Por un lado, fue el primero en la historia en recibir los estigmas y, como tal, es el símbolo del dolor de Cristo; por otro lado, ya sus contemporáneos lo apodaron «el juglar de Dios» y, como tal, se ha convertido en un símbolo igualmente eficaz de la alegría espiritual que roza la locura.

 

Por un lado, fue un rebelde intransigente con las reglas de la economía, la política y el poder que sustentan este mundo; por otro, fue extremadamente obediente a la Iglesia y a sus ministros, enseñando a los frailes a aplicar escrupulosamente la misma obediencia.

 

Por un lado, superó el antropocentrismo por su amor hacia la naturaleza y sus sermones a los pájaros; por otro, en su Cántico de las criaturas o de Fray Sol ni siquiera menciona a ningún animal.

 

Por un lado, demuestra una cultura elemental y un uso a menudo imperfecto del latín; por otro, compone uno de los poemas más bellos y queridos de la literatura universal.

 

Por un lado, desprecia los libros y el estudio, advirtiendo a sus frailes que no se dediquen a ellos; por otro lado, es el origen de una Orden religiosa de la que pronto surgirán algunos de los teólogos y filósofos más agudos de la época, como Alejandro de Hales, Roger Bacon, Buenaventura, Duns Scoto, Guillermo de Ockham…

 

Por un lado, visitó amistosamente al sultán de Egipto, dando lugar a uno de los primeros episodios de diálogo interreligioso, hasta tal punto que Asís se convirtió en la patria del ecumenismo y el pacifismo; por otro lado, su Orden religiosa fue una de las más celosas en la persecución de los herejes, rivalizando con la Orden de los Dominicos en el apoyo a la Santa Inquisición.

 

¿Quién fue realmente Francisco de Asís, hijo de Pietro di Bernardone, un comerciante que decidió llamarlo así (y no Giovanni, como quería su esposa) para honrar sus negocios con Francia?

 

Al igual que ocurre con otros grandes personajes del pasado, empezando por el mismo Jesús, la pregunta sobre la verdadera identidad de San Francisco está destinada a quedar sin una respuesta definitiva.


 

El motivo es también la situación de las fuentes franciscanas, es decir, las veinte obras sobre la vida de San Francisco compuestas en las décadas posteriores a su muerte, que presentan evidentes discrepancias y verdaderas contradicciones.

 

Es de reconocer y alabar el enorme esfuerzo realizado por la Orden Franciscana para conservar la memoria de San Francisco de Asís. Seguramente ese esfuerzo ha terminado por crear no tanto el recuerdo de un hombre que realmente existió sino un personaje del imaginario colectivo.

 

En esta sociedad que vive cada vez más de imágenes individuales producidas artificialmente por la poderosa industria del entretenimiento, el imaginario colectivo es muy importante y debe alimentarse, si no queremos perder por completo el hecho de ser una colectividad, una sociedad, quizás incluso una civilización.

 

Y que ese imaginario colectivo se alimente a través de la figura de San Francisco de Asís es, en mi opinión, una elección muy acertada, porque en este mundo en el que todo parece sometido a la lógica del dinero y del poder, la figura de este santo lleva ocho siglos testimoniando que la existencia humana se realiza verdaderamente cuando se vive honestamente en función de algo más grande que uno mismo y más grande que el poder.

 

Tal vez el punto de inflexión en su vida fue el encuentro con la pobreza más impactante, la de los leprosos.

 

En un día indeterminado de otoño de 1205, Francisco, entonces de veinticuatro años, vio a un leproso, bajó de su caballo y lo besó. El resultado fue un cambio interior radical, descrito así en su Testamento de 1226: «Y entonces, me quedé un poco y salí del mundo».

 

Al decir «salir del mundo», Francisco se refería a la entrada en la vida religiosa, pero tal vez en realidad entró en el mundo precisamente en el momento en que salió de él.

 

Porque, de hecho, es en el encuentro con el dolor donde se produce la comunión más profunda y auténtica con la realidad que llamamos mundo. Cuidar del dolor y de sus víctimas produce ese cambio inesperado en la intención del corazón y en la mirada sobre el mundo que lleva a reconocer lo que realmente importa en la vida y a abandonar las banalidades tan fútiles como insulsas.

 

Pero hay una paradoja increíble: que hacerse cargo del dolor produce en quien lo hace lo contrario, es decir, el surgimiento de la alegría.

 

Por eso Francisco prescribió en la Regla de 1221: «Y los frailes se guardarán de mostrarse tristes por fuera y sombríos en el rostro como los hipócritas, sino que se mostrarán alegres en el Señor y joviales y cortésmente alegres».

 

Creo que es precisamente esta estrecha conexión entre el dolor y la verdadera alegría la perspectiva desde la que surge el elemento precioso de San Francisco para cualquiera que aún tenga fe en la humanidad y en su capacidad para el bien.

Llegados a este punto, te invito a que veas esta presentación: "Francesco, il Cantico". Es un documental de 2022 en el que el actor Roberto Benigni narra la vida de San Francisco de Asís. Roberto Benigni ofrece una interpretación íntima y auténtica de la figura de San Francisco de Asís, que culmina en el «Cántico de las Criaturas», un himno al amor que impresiona por la modernidad de su mensaje de paz y hermandad: https://www.dailymotion.com/video/x9qsxz8


P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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