domingo, 23 de noviembre de 2025

Meditación con Cristo Rey del universo - San Lucas 23,35-43 -.

Meditación con Cristo Rey del universo - San Lucas 23,35-43 -

Cuando miro a Jesús en la cruz,

veo el sufrimiento humano

en toda su profundidad.

 

Pero si miro más profundamente,

con mirada consciente,

también puedo ver el amor.

 

La cruz misma

no es solo el lugar del dolor:

es el punto en el que la conciencia humana

se encuentra con su sombra.

 

El poste vertical es el movimiento del Espíritu

que desciende a lo humano;

el poste horizontal es el aliento de la humanidad en el tiempo.

 

Jesús está en el punto central:

el lugar donde lo eterno toca el instante.

 

Muchos se burlan de Jesús: los poderosos, los soldados,

incluso uno de los condenados.

 

A veces, cuando una persona sufre,

puede perder el contacto con su propia bondad.

 

Quienes insultan, quienes se burlan, quienes humillan,

en ese momento, están dominados por su propio miedo,

por su propia ignorancia, por su propia herida.

 

No son personas malas

sino seres que no son conscientes de sus propios sentimientos

y, por lo tanto, quedan atrapados en su propio sufrimiento.

 

Esas voces no son solo hombres

sino el eco del alma del mundo:

la humanidad que teme lo que no puede controlar.

 

Es la misma energía que se levanta en mí

cuando me siento incomprendido, herido o juzgado

y no soy capaz de amar y aceptar mis heridas.

 

Jesús permanece arraigado en la compasión.

 

Cuanto más aumenta la violencia a su alrededor,

más libre permanece su mente.

 

Su compasión no es una emoción:

es una vibración estable,

la vibración de un campo de conciencia estable,

centrado en el amor y que emana Amor,

que trasciende el sentir humano.

 

Esta libertad interior

ninguna prisión puede arrebatársela.

El buen ladrón representa

el momento en el que puedo despertar.

 

Tú también, querido amigo, puedes,

en tu sufrimiento, reconocer

tu inocencia más profunda;

ver tu verdad en el momento presente,

asumir tu responsabilidad sin juzgarte,

abrir tu corazón.

 

Ese momento de claridad es el verdadero milagro.

 

No importa lo que hayas sido

sino tu despertar ahora.

 

Jesús también te promete el Paraíso:

no es solo un lugar «después de la muerte»,

sino un estado de paz

que nace en el momento en que dejas de luchar

contra la realidad y vuelves a tu buena naturaleza.

 

«Hoy estarás conmigo en el paraíso»:

el hoy no es un día.

Es la calidad de la presencia.

«Conmigo» no indica un espacio,

sino una relación, una vibración de unidad.

 

Cuando estás presente,

el Paraíso no está en otra parte:

se abre en ti.

 

Te deseo que no respondas

a la violencia con violencia.

 

Cuando los demás te critiquen o te hieran,

que puedas permanecer libre por dentro, como Jesús.

 

Puedes respirar y elegir la compasión.

 

Te deseo que cada uno de tus sufrimientos

sea un retorno al centro de la cruz:

ese punto en el que ya no te distraen

el pasado ni el futuro,

sino que estás arraigada en el ahora.

 

Aunque a veces hayas errado,

como el buen ladrón,

basta un instante de lucidez

para transformar tu vida.

 

Una sola respiración consciente

puede abrirte el Paraíso.

 

La verdadera salvación es la conciencia:

Jesús no salva al buen ladrón

liberándolo de la cruz,

sino liberándolo del miedo.

 

Lo único que realmente muere en la cruz

es la ilusión de estar separados de Él.

 

Y cuando la ilusión cae,

la conciencia vuelve a casa.

«Sálvate a ti mismo...» es la voz del ego,

no del Espíritu.

 

El ego interpreta la salvación como control,

defensa, huida del dolor, salvaguarda de su mundo egoísta.

 

Cuando el buen ladrón reconoce

su condición y la de Cristo,

se abre el corazón:

una brecha por la que entra la luz.

 

Por eso Jesús habla de «hoy»:

todo despertar ocurre solo en el presente.

 

Ni siquiera se trata de «salvarme a mí mismo».

 

No hay nada que salvar:

solo hay que reconocer el ser.

 

El Paraíso no es un premio

sino la vibración de la esencia reconocida.

 

Más que salvarme, debo despertar.

 

Te deseo este despertar:

la claridad de ver lo que eres,

distinguiendo el ego (ilusión),

la individualidad (instrumento)

y la conciencia (esencia).

 

Tu individualidad ya no es una prisión, sino una danza,

una forma a través de la cual el ser se expresa.

 

Querida alma, como me escribió un amigo:

 

«Y nosotros ya estamos en el paraíso,

que es el Bien,

conocerse profundamente a uno mismo,

el significado, el amor, la felicidad...

Solo un cambio de perspectiva...

el paraíso está aquí y ahora o nunca más...».

 

El paraíso no es un lugar

sino una cualidad de la percepción.

 

Cuando ves con los ojos de la conciencia,

el mundo se transfigura.

 

Cuando miras con los ojos del ego,

el mundo parece una cruz.

 

La cruz es real.

 

El paraíso es real.

 

Depende de qué «yo» mire.

 

Te deseo que descubras

que no hay ningún yo que salvar:

solo una realidad que reconocer.

 

Y entonces podrás acceder finalmente a la libertad.

 

La libertad es el paraíso.

 

Y esta libertad está siempre a tu disposición, en el ahora.

 

En el hoy de Cristo,

te abrazo.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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