sábado, 22 de noviembre de 2025

Jesucristo Rey del Universo… mirarán contemplando al Herido y Traspasado - San Lucas 23, 35-43 -.

Jesucristo Rey del Universo… mirarán contemplando al Herido y Traspasado - San Lucas 23, 35-43 -

A los pies del Calvario, cerca de la cruz, donde Jesús está muriendo, todos tienen razón. Todos dicen cosas ciertas, pero pocos comprenden. Una situación irónica y dramática que se repite desde hace dos mil años. 

Los jefes, en cambio, se burlaban de Jesús diciendo: ‘Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el elegido’ 

Los jefes del pueblo tienen razón, Jesús realmente ha salvado a otros y realmente se está salvando a sí mismo. Los jefes tienen razón, Él es realmente el Cristo de Dios, el elegido, la respuesta es exacta, perfecta, la definición precisa. 

Sin embargo, se ríen. Saben lo que Jesús ha dicho de sí mismo, lo recuerdan, lo repiten, pero se ríen. 

Porque las palabras no coinciden con las expectativas, porque la comprensión profunda de lo que dicen los labios no puede ser solo teórica, mental. Porque para comprender el Amor hay que amar, para comprender al Crucificado hay que dejarse crucificar. 

Y esto da miedo. Y por miedo uno solo se puede burlar, ridiculizar, perdiéndose en la ilusión de una razón verdadera pero muerta. 

Las risas continúan. A carajada batiente. 

Salvarse a uno mismo es imponer al amor una contorsión, un reflujo, es como querer cambiar el curso de un río. Si el Amor se amara a sí mismo, la creación se derrumbaría irremediablemente, se arrugaría sobre sí misma. 

Precisamente porque la salvación solo puede ser para los demás, solo los demás podrían salvar el amor. 

El amor, cuando ama, se entrega por completo, está en manos del amado. Elige al otro como guardián de su corazón. Y la mano del otro, lo sabemos, puede cerrarse en un puño y hacer que nuestro corazón explote en el pecho. 

Si el Amor se amara a sí mismo, aunque solo fuera por un instante, Dios moriría. 

Incluso los soldados se burlaban de él 

Al menos tienen la fuerza para reír, al menos están allí, no por elección, sino por obediencia a otros reyes. Y reaccionan. 

No sé si es más doloroso pasar la vida creyendo que el sacrificio de amor de Jesús nunca existió o reaccionar burlándose. 

Parecen niños asustados, con las manos manchadas de sangre. Hay que armarse de valor, solo son personas que obedecen órdenes. Al mirarlos bien, dan más pena que los condenados a muerte. 

Aceptan mancharse las manos de sangre para dejar que los poderosos se las laven en público. Los soldados ríen y dan pena, ellos que para salvar al emperador probablemente perderán la vida en alguna batalla sin poder salvarse a sí mismos. 

Sobre él había también una inscripción: ‘Este es el rey de los judíos’ 

La inscripción tampoco miente. Pero la Escritura no basta, la leyenda no salva del error. 

No basta con conocer las respuestas exactas, embriagarse de teoría. No basta con la síntesis de una definición, ni siquiera un dogma puede salvar si no se acepta perder la palabra y derrumbarse con todo uno mismo en el Amado. 

Uno de los malhechores colgados en la cruz lo insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y también a nosotros’ 

El malhechor también tiene razón. El que está colgado a su lado es realmente el Cristo. Tiene razón, puede salvarse a sí mismo y también puede salvarlo a él. 

Definición perfecta, el único problema, dramático, es que no se da cuenta de que eso está sucediendo. 

No es el Cristo según sus expectativas y no salva según nuestras pretensiones. Me pregunto cuántas veces he sido salvado sin darme cuenta. Me pregunto cuántas veces el Señor ha sido el Cristo salvador de mis miserias y yo no lo he reconocido. ¿Cuántas veces he esperado la curación y Él, en cambio, me ha salvado? 

El otro, en cambio, lo reprendía diciendo: ‘¿No temes a Dios, tú que estás condenado al mismo castigo? Nosotros, con razón, porque recibimos lo que merecemos por nuestras acciones; él, en cambio, no ha hecho nada malo’ 

Solo un malhechor puede interrumpir la risa burlona. Solo él, que está muriendo, puede desafiar la risa burlona e irónica contra Cristo. 

Él también tiene razón. Jesús, para él, es un hombre bueno, que «no ha hecho nada malo», muy poco (¿?) en comparación con las grandes definiciones cristológicas ... 

Tiene «temor de Dios». Y esto le salva. Esta profunda humildad, este respeto que lo hace sentir pequeño ante el Todopoderoso. 

¡Qué riesgo corremos al hablar de Dios sin temor! Qué riesgo corremos al escribir sobre Dios, al dar interpretaciones, al abrazar una teología o su contraria, al escribir discursos magisteriales definitivos o no, al hablar en público, al usar a Dios o la Biblia o la religión para crear opinión, confrontación, conflicto … 

Qué blasfemia si esto no se hace con «temor de Dios», teniendo presente nuestra frágil condición de criaturas, teniendo muy presente que no serán las palabras de amor, por perfectas que sean, los que salven al mundo, sino quienes mueren por amor. Y resucitan por amor. 

Temor de Dios, tan cercano al silencio. ¡Cuánto me interpela! 

Sin temor de Dios, las definiciones, por perfectas que sean, se convierten en condena. 

El pueblo se quedó mirando 

No, no se quedó mirando… El Evangelio es más claro: el pueblo contemplaba. 

En silencio. Que es la única posibilidad de intuir la verdad. 

Detenerse, callar y contemplar.

Ante tu cuerpo crucificado, Señor,

ante tu carne clavada

bajo la inscripción que te condena injustamente

solo queda la contemplación,

no hay otra manera de dejarse penetrar por el misterio.

 

Silenciosa contemplación de un cuerpo masacrado por amor,

de una paradójica entrega total y real de ti mismo

al hombre, criatura que mata al Creador,

al Padre, dolor silencioso que salva al Amor,

y que salva también a los verdugos. 


P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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