domingo, 16 de noviembre de 2025

El “carril smartphone”: una parábola de un mundo ensimismado sonámbulo… absorto deprimido y abstraído impotente… en mil y una conexiones.

El “carril smartphone”: una parábola de un mundo ensimismado sonámbulo… absorto deprimido y abstraído impotente… en mil y una conexiones 

La sensación de impotencia, la convicción de que, a estas alturas, las cosas solo pueden ir en la dirección que ellas mismas marcan, gobernadas por fuerzas superiores fuera de control; y, como reflejo, la ira que, incapaz de afrontar los problemas de raíz, se ensaña con los detalles al alcance de la mano, a la medida de la propia debilidad, y desemboca en rencor verdadero hacia cualquiera que tenga los conocimientos y el poder para actuar… como queriéndonos proteger del impacto de la nada a veces incluso somos como el enemigo que nos reduce a esta nada o nos entrega como presa... 

Es la condición en la que a menudo se encuentran muchos de nosotros, que se traduce en pereza, melancolía, aburrimiento, apatía, indiferencia, inmovilidad, cansancio endémico, ... que conforman la inercia que impregna y corroe nuestra vida como si fuera la característica más peculiar del mundo en el que vivimos desde hace décadas. 

Instalada desde siempre en el recinto de la experiencia humana, la inercia resume sus humores corrosivos, los fantasmas de la disolución, las ruinosas abulias... y acecha el corazón y la mente de las mujeres y los hombres de este primer tramo del siglo XXI… también aquí, en Occidente, paradójicamente precisamente en una época como la nuestra, en la que predominan las rápidas transformaciones que a menudo nos pillan desprevenidos para afrontarlas, en primer lugar desde el punto de vista intelectual, porque se comprenden poco, se aceptan y se sufren. 

Inercia de los individuos, pero también de las colectividades, de los Estados que ven acercarse la catástrofe pero se encuentran en la imposibilidad, y no solo en la incapacidad, de hacerle frente. Tanto es así que quizás la única acción que queda por realizar, la más importante, es mantenernos en lo humano, sabiendo que los postulados éticos se han ido desmoronando y que sus límites ya no son evidentes y que hay que reinventarlo todo desde cero... el derecho, la política, las artes, la arquitectura, las ciudades, pero, lo que es aún más extraño, hay que reinventar lo humano… 

Y hacerlo cuando prevalece el agotamiento, tanto del pensamiento como de la energía vital, que no es el preludio, sino ya la señal, la evidencia, de la esclavitud consumada y aceptada por la mayoría como irreversible. Al menos aquí, en nuestro Occidente más que maduro. Quizá no sea así en otros lugares donde prevalecen otras urgencias muy diferentes, y el dinamismo, la voluntad de hacer, es una necesidad primaria que ninguna represión ni violencia, al menos por ahora, consigue sofocar. Ya veremos. Las maniobras de asfixia ya están en marcha. 

Precisamente desde ahí, desde las constantes y las transformaciones de esta enfermedad del cuerpo y del alma, conviene empezar si se quiere intentar hacer balance de dónde estamos y esbozar la geografía en la que nos movemos, o estamos como bloqueados, atascados en un aire gomoso de gestos lentos y fatigosos que a menudo se convierten en agitaciones frenéticas que se consumen en el mismo sitio, con sus cielos negros, sus pantanos, las asperezas que parecen insuperables y los abismos que nosotros mismos hemos cavado y en los que hemos caído, o nos hemos arrojado, desde un tiempo que nos parece inmemorial, sin tener ya la fuerza, y ni siquiera la voluntad, al parecer, de salir de ellos. 

La inercia, el desánimo, la apatía no son una novedad en la vida del hombre, y a veces responden a dificultades muy graves o simplemente al curso de la vida, a las desgracias desiguales que afectan a cualquiera, al envejecimiento, las enfermedades y la miseria, la violencia y la guerra en las que la mayoría se ve envuelta sin haberlo querido ni previsto. Pero esto no basta para explicar su difusión, y se diría que su asunción como estrella polar, apagada, negra como el negro de la melancolía, de nuestros días. 

¿Qué ha pasado entonces? Tal vez algo que no encontraremos en las crónicas de la época... Hemos renunciado a nuestras prerrogativas como sujetos, cayendo en un estado paralizante, donde todo sucede sin nuestro conocimiento. Las mujeres y los hombres de estos años se sienten «superfluos». Sus acciones parecen superfluas. 

El resultado es la difusión universal de la indiferencia, el progresivo entumecimiento hasta la neutralización de la sensibilidad que produce un embotamiento socialmente difundido, el grado cero de nuestra presencia en el mundo, que se traduce en la renuncia a la conciencia, en una aceptación sonámbula de la deriva cotidiana. Un constante dormir soñando con estar despiertos. 

Uno quisiera pensar que esta condición pudiera ser el estado silencioso que precede al acto creativo, porque cada forma negativa puede revelarse también como una oportunidad, la premisa para un cambio o para una salida hacia algo diferente, nuevo, formas de creatividad no solo artística, sino de acción y de pensamiento; lo mismo que ocurre con la vacilación, en la que se ve como un «nuevo gesto del pensamiento… 

Pero, en su mayoría, las figuras que emergen permanecen al otro lado de este umbral, ahogados en el tedio infinito. Para ellas ya nada se mueve, no se avanza ni se retrocede. El tiempo ha terminado, se ha agotado. La larga parábola de la civilización occidental concluye en el silencio o en un ruido sin sentido o en su ensimismamiento en el móvil... 

Se extiende un cansancio opresivo y que paraliza. Es el cansancio del burnout que ha consumido todo el capital de sus energías. Es el mundo del hombre más allá de todo cansancio. Lo producen los cambios y las dinámicas en la vida de un individuo o en el mundo social... cuando ya no se viven como elementos dentro de una cadena de desarrollo dotada de sentido y dirección... sino como un cambio sin dirección y frenético en un aceleracionismo sin fin. 

Todos caminamos al borde del abismo, sin querer saberlo, acariciando deseos menores. Para reparar la vulnerabilidad descubierta, se persigue el humo de perspectivas consoladoras, se buscan elixires, medicamentos baratos. Todo para apaciguar la inquietud. No solo se estanca la economía, se estancan los sueños y los deseos, se apagan la fuerza vital y la voluntad de transformación. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


No hay comentarios:

Publicar un comentario

María, Virgen y Madre de la espera.

María, Virgen y Madre de la espera   Si buscamos un motivo ejemplar que pueda inspirar nuestros pasos y dar agilidad al ritmo de nuestro cam...