miércoles, 26 de noviembre de 2025

En el Adviento la Palabra viene sobre cada uno - contemplación meditativa -.

En el Adviento la Palabra viene sobre cada uno 

A la geografía de los poderosos del mundo se les escapa un desierto, un hombre y una palabra. 

La casi nada, que sin embargo basta para cambiar el rumbo de la historia: mientras en Roma se decidía el destino de los pueblos, mientras Pilato, Herodes, Anás y Caifás se repartían los despojos del poder, sobre este mecanismo perfectamente engrasado cae un grano de arena del desierto: la Palabra vino, descendió en vuelo de águila sobre su presa, Juan, hijo de Zacarías e hijo del milagro, en el desierto. 

La nueva capital del mundo es el desierto de Judá. 

¡Dios parece jugar con la historia de los hombres! 

Pero es su misteriosa y nunca revocada elección: la de hacer historia con quienes no tienen historia, la de elegir lo que en el mundo es débil para confundir lo que en el mundo es fuerte. 

La Palabra vino sobre Juan. 

Esta expresión resume nuestra vocación. 

Pongo mi nombre en lugar del del profeta, y sé con certeza que muchas veces la Palabra ha venido sobre mí y no me ha encontrado. 

Pongo mi nombre, y sé que sigue buscándome por todos los barrancos, colinas y valles, en mi accidentada vida cotidiana, con el asedio dulce e implacable de un amor que no se cansa de mí. 

Pongo mi nombre, y sé que puedo convertirme en voz libre, y grano de arena dentro del mecanismo de esta historia equivocada. 

La Palabra vendrá, siempre que seas como Juan, hombre libre, nunca cortesano de ningún poder. 

Pero él no era más que una voz, la Palabra era Otro. 

¿Cómo podemos nosotros también convertirnos en voz? 

Lo indica el imperativo: «Preparad el camino del Señor». 

Es decir: preparad caminos donde resuene en alto la Palabra, dad corazón y tiempo al Evangelio; que sea normal y continuo, como el pan y como el aliento, el escuchar la Sagrada Escritura. 

Y luego, no resistáis más. 

Viene Dios y allana la maraña de tus montañas, viene y endereza tu corazón retorcido. 

Entonces le corresponde a cada hombre abrir el laberinto de sus barrancos. 

Resistimos a la Palabra porque es exigente. 

Rendirse significa allanar y llenar, sufrir surcos y arados, convertirse en voz que habla con la vida. 

Pero significa aún más alegrarse, porque la Palabra es recta como la luz, llana como la voz de quien te habla al corazón, grande hasta el punto de colmar la vida. 

Entonces todos verán la salvación de Dios. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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