miércoles, 26 de noviembre de 2025

Esperar: verbo infinitivo del amor - contemplación meditativa -.

Esperar: verbo infinitivo del amor 

Desde la Navidad, donde lo infinitamente grande se vuelve infinitamente pequeño, los cristianos comenzamos a contar los años, a narrar la historia. 

Este es el nudo vivo del tiempo, que marca un antes y un después. Alrededor de él bailan los siglos en un antes y un después. Y todo cambia. 

La Biblia cuenta los días a partir de la tarde, desde la aparición de la tercera estrella (y fue de tarde y fue de mañana, primer día); el día viaja de la oscuridad hacia la luz, del atardecer hacia la esperanza del sol, así como el viaje de la existencia va hacia un más de vida y llama a la salvación. 

En la Biblia, el tiempo es tan importante que constituye, junto con el cuerpo, el espacio privilegiado del encuentro con Dios. 

Dios prefiere el tiempo, lo cotidiano, donde el abrazo puede ser ininterrumpido, al Templo. 

También en la Iglesia, las fiestas litúrgicas son como catedrales erigidas a Dios dentro del tiempo en lugar de dentro del espacio, son como estelas erigidas en los cruces de los días, en lugar de en los cruces de las calles. 

En ellas convergen las transversales del tiempo: el pasado, el acontecimiento de la Pascua de Cristo, se hace presente, se anuncia el futuro. 

Casi un cortocircuito del tiempo, donde la historia se abrevia en el instante; una condensación de lo eterno, donde el fluir del río de fuego está todo en la chispa. 

Adviento es una palabra que en su raíz significa acercarse, estar cerca. 

Es el tiempo en el que todo se hace más cercano: Dios al hombre, el otro a mí, yo a mi corazón. 

Siempre es tiempo de Adviento, siempre es tiempo de acortar distancias, viviendo la espera y la atención. 

Espera: de Dios, de Aquel que viene, eternamente encaminado hacia cada hombre. 

Espera como la de una madre: la mujer sabe en su cuerpo, desde dentro, lo que significa esperar; es el tiempo más sagrado, más creador, más feliz. 

Esperar, infinitivo del verbo amar. Todas las criaturas esperan, incluso el trigo espera, y las piedras y la noche, toda la creación espera a un Dios que viene, que siempre tiene que nacer. 

Atención: estad atentos para que vuestros corazones no se carguen. 

Vivid con atención, porque «la epidemia moderna más grave es la superficialidad» (Raimon Panikkar). 

¿Atentos a qué? 

Al corazón, porque es la casa de la vida, la puerta de los dioses. 

Atentos a los demás, a sus preguntas mudas y a su riqueza: y veremos en ellos el destello de un tesoro. 

Atentos a lo cotidiano, eco sutil de los pasos de Dios. 

Espera y atención son las palabras del Adviento. 

Toda la vida del hombre es tensión hacia otro, anuncio de que nuestro secreto está más allá de nosotros. 

La Encarnación no ha terminado, ahora es el tiempo de mi Navidad: Dios nace para que yo nazca. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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