"ETA está preparando su asalto al País Vasco y Navarra" (Sra. Isabel Díaz Ayuso)
Cuando evaluamos la labor de los políticos, solemos centrarnos en la corrección de las decisiones y las operaciones, en la ética de la acción política, en la coherencia de las ideas a lo largo del tiempo y en la adecuación de las posiciones con respecto a las situaciones históricas.
Todas estas consideraciones y valoraciones son correctas y oportunas. Si una persona cambia continuamente de opinión, adoptando posiciones incluso opuestas en función de la conveniencia y la ventaja económica del momento, si no es capaz o no quiere asumir la responsabilidad de sus afirmaciones o decisiones, si, por lo tanto, no asume la carga de admitir cuando se equivoca, de volver atrás para reconsiderar las situaciones, de aportar correcciones con la debida humildad y objetividad de juicio, sin duda esta persona no es digna de ser elegida, reelegida, etc.
Sin embargo, el extraño y surrealista fenómeno al que asistimos hoy en día, sintiéndonos (erróneamente) impotentes es el de ver por todas partes a políticos que resultan incomprensibles en sus repentinos cambios de programa, de opiniones, o absurdos (es decir, irracionales) en sus elecciones, o totalmente ajenos a cualquier vínculo mínimo con esa especie de ética universal, que más prosaicamente podríamos definir como sentido común, que debería guiar con sabiduría las intervenciones públicas, las acciones políticas, etc.
El desconcierto general que esta situación genera en las personas que la observan es muy similar al que se siente al ver el comportamiento de personas con graves patologías psíquicas, o con patologías que no son graves pero que se ven desestabilizadas por las situaciones y, por lo tanto, pueden traducirse en comportamientos absurdos, en intervenciones irracionales, en decisiones peligrosas, …, para toda la comunidad que vota, elige y envía al poder a estas personas.
No sé si somos o no impotentes ante estas situaciones. Alguien dirá que cada uno de nosotros tiene sin duda varias formas de orientar las decisiones. En mi opinión hay un elemento importante que podría considerarse de cara a la política. Y es el siguiente.
Dado el deterioro ético y la grave problemática de las acciones llevadas a cabo por algunos candidatos en nuestro país, propongo a los partidos políticos y a las asociaciones que puedan hacerse cargo de ello que impulsen que toda persona que desee emprender o que tenga una carrera política sea sometida a una evaluación psicodiagnóstica para descartar la presencia de patologías manifiestas o rasgos de personalidad patológicos, que podrían manifestarse, en determinadas condiciones, a través de comportamientos disfuncionales para los demás, en este caso para la sociedad en su conjunto.
Mientras escribo estas líneas, me doy cuenta de que una evaluación psicodiagnóstica de este tipo debería ser la norma, un paso que podríamos considerar obvio en la gestión de los asuntos públicos, una condición básica, aún más importante que el título académico (que también debería formar parte de los parámetros básicos de evaluación).
Las sociedades actuales y las intervenciones políticas del momento están en su mayoría en manos de personas que no son aptas para la política en general, ni para gobernar en particular, que no demuestran tener equilibrio psíquico, control de las emociones, control de la ira, capacidad de autoevaluación y responsabilidad. Y podría seguir, aunque lo más evidente, lo que realmente salta a la vista, es la falta de equilibrio y de un control adecuado de la componente emocional, que invade totalmente y anula toda capacidad racional. ¿No podría ser que la evaluación psicodiagnóstica se convierta en un requisito para acceder a la carrera política? ¿No debería ser la evaluación psicodiagnóstica un parámetro esencial para acceder a una alcaldía, a la presidencia de una comunidad autónoma o al gobierno de un país?
La salud mental es, de hecho, un pilar fundamental. La capacidad de gestionar las emociones, de evaluar racionalmente, de coherencia interna, de sentido de la responsabilidad, de autoridad moral interna que se traduce en respeto por los demás y en un comportamiento acorde con los principios éticos universales, el conocimiento de la historia, de los pueblos, de la filosofía, el ejercicio de la lógica, …, son algunos de los elementos centrales, de los requisitos básicos que debe poseer un político.
Los ciudadanos tenemos derecho a poder elegir entre una lista de candidatos adecuados que cumplan estos requisitos… también porque el tono y el contenido de algunas declaraciones de la Sra. Isabel Díaz Ayuso son como para hacérselo mirar. Por lo menos.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF



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