“No apaguéis el Espíritu” (1 Ts 5, 19): preguntas al hilo del ministerio ordenado diaconal de las mujeres
Ahora que quizá ya la decisión ha dejado de ser noticia y especialmente titular, uno tiene otro equilibrio para hacer una "recepción" del documento de la Síntesis de la Comisión de Estudio sobre el tema del «diaconado femenino».
Todo apunta para mí a que, llegados a este momento, una decisión favorable a la ordenación diaconal de las mujeres no es posible en el presente ni en un futuro próximo. Y cuando confieso esto lo hago, creo, con sentido de realidad por más que se quiera aludir a decisiones no definitivas, a conclusiones revisables, a más estudios de profundización,...
Comienzo diciendo que sí creo necesario comprender mejor la especificidad del ministerio ordenado diaconal, en comparación con los otros dos grados del sacramento del orden. ¿Será realmente posible dar al ministerio ordenado diaconal una interpretación no tan centrada en la celebración en el ámbito litúrgico y en la que su esencia esté realmente relacionada solo con el servicio eclesial? Creo que en buena parte del imaginario del Pueblo de Dios realmente no existe diferencia entre el sacramento del diaconado y los ministerios laicales en general (y los ministerios litúrgicos en particular).
El paso de los días me ayuda a pensar que el resultado de esta 'Síntesis' en realidad no es una 'derrota' para unos pocos… o para unos muchos… sino que pone de relieve problemas que se repiten continuamente, 'mutatis mutandis', en la Iglesia y que, solamente tal vez, sean el verdadero problema a abordar aunque siguen sin ser abordados.
Al repasar algunas ideas que han ido surgiendo en estos días de debate se pone de
manifiesto lo que algunos han definido como la imposibilidad de reforma en la Iglesia - salvo, quizás, llegar a
ella dentro de siglos para luego, una vez realizada la reforma, afirmar que
siempre se ha hecho así (lo digo con un tono de ironía) -.
Hay ciertas dinámicas, figuras, instituciones, etc.,
que, incluso a pesar de las intenciones y de las declaraciones, no facilitan, ¿o habría que decir que de hecho dificultan hasta impedir?, el crecimiento pastoral y auténticamente evangélico y cristiano de la
Iglesia. En concreto me refiero a aquel clásico del “vosotros
hablad, que al final decidimos «nosotros»”. Y, precisamente este «nosotros» es uno de los verdaderos problemas.
A este tema se asocia un segundo de la mencionada 'Síntesis': ¿Cómo se tratan ciertos temas en los documentos
eclesiales? ¿Cuánta ‘violencia’ se puede leer en cierto lenguaje, en ciertas
palabras, en ciertos ‘horizontes de significado’?
Por lo que se escribe (y cómo se escribe) ya se puede
intuir mucho sobre cuánto se quiere condicionar (¡u obstaculizar!) un estilo
dialógico efectivo y real, sobre cualquier tema en general y sobre el ministerio
ordenado diaconal femenino en particular.
Uno tiene la sensación de que en la expresión «diaconado femenino», la peculiaridad no es el primer término, sino el segundo. Es decir, el verdadero problema del diaconado es lo
femenino.
¿Qué papel tienen las mujeres en la Iglesia,
cómo se las ve y se las considera?
Más allá de los roles de «mando», a los que a menudo acceden
religiosas o consagradas, incluso en la Santa Sede, ¿qué valor tiene la
voz femenina en la comunidad cristiana? ¿En qué
medida se valora la presencia, la voz,..., de las que ya están?
Y ampliando la mirada: ¿Qué
relación se tiene en la Iglesia con la sexualidad, propia y ajena? ¿Y con nuestro
‘ser’ hombres y mujeres, mucho
antes de la sexualidad 'practicada', por así decirlo? ¿Cuál es realmente el 'imaginario' eclesial sobre la sexualidad? ¿Existe dificultad para asociar lo sagrado al deseo sexual o a la 'impureza menstrual'? ¿Qué teología del "cuerpo" tiene la Iglesia?
El ministerio ordenado diaconal tiene su importancia
y, también en este caso de las mujeres, tal vez sería bueno jugar poniendo todas las cartas sobre
la mesa… ¿Cuáles son las reticencias o los miedos reales
de una apertura al diaconado femenino? ¿No sería éste por hipótesis un paso indispensable para
«romper» ese monolito que es el ministerio ordenado masculino y masculinizado en
general?
Uno ya ha comenzado a pensar que esta cuestión no afecta
solo ni particularmente a las mujeres sino a todo el Pueblo de Dios. El desafío no se plantea entre hombres y mujeres sino
más bien entre el clero y los laicos, es decir, por una visión diferente de la
estructura misma de la comunidad cristiana. ¿Qué
imagen de la Iglesia católica ofrecemos con ciertos 'cierres'? ¿Son esos 'cierres' el 'rostro' más evangélico? ¿No es deseable una
Iglesia decididamente abierta y sinodal? ¿Realmente la sinodalidad está llevando a la Iglesia a una comprensión sinodal de lor procesos en los que se realizan las reflexiones y se hacen las tomas de decisión?
En la mencionada 'Síntesis' se revelan una tradición y una teología que probablemente
deben ser iluminadas, y seguramente hasta corregidas y superadas, por el estudio y la
reflexión sobre la auténtica tradición y una teología sana. ¿O es que se piensa
que este tema del acceso de las mujeres al ministerio ordenado diaconal se trata de la 'fijación obsesiva' de unos pocos?
No es un problema solo para las mujeres que desean acceder al ministerio ordenado diaconal... Tampoco es un problema propiamente de «igualdad de oportunidades»...
En realidad es toda una visión eclesial la que debe cambiar para todos, pero sobre todo por el sentido de la fe cristiana que nos une a todos y por la verdad propia del Evangelio. Y no sé si es posible que esa visión eclesial esté efectivamente en grado de ser modificada.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:
Publicar un comentario