Dichosos los pobres
Una palabra importante de Jesús es ciertamente aquella palabra que llamamos “bienaventuranzas”.
A nosotros nos han llegado dos versiones diferentes.
Según el Evangelio de Mateo, son ocho y fueron pronunciadas por Jesús después
de subir «al monte» al comienzo del famoso «discurso de la montaña»; según el
Evangelio de Lucas, en cambio, son cuatro y fueron pronunciadas «en un lugar
llano». ¿Cómo fueron realmente las cosas? Nunca lo sabremos.
El Jesús de Mateo es más espiritual y menos ‘políticamente’
inquietante que el de Lucas. Para él, los pobres declarados bienaventurados son
los pobres «en espíritu», mientras que para Lucas son simplemente los
pobres, materialmente pobres: «Bienaventurados los pobres». Este
Jesús llega a amenazar a los ricos por el simple hecho de serlo: «¡Ay
de vosotros, ricos!».
La segunda bienaventuranza, que en Mateo es «bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia», en Lucas es mucho más cruda y
material: «Bienaventurados los que ahora tenéis hambre».
El contraste se atenúa en las otras bienaventuranzas,
pero el balance general es claro: para el Jesús de Lucas, la pobreza material
es espiritualmente fecunda y la riqueza es un obstáculo insuperable, mientras
que para el Jesús de Mateo lo decisivo no es la dimensión material, sino la
espiritual: hay que tener hambre de justicia, no basta con tener el estómago
vacío.
En su evangelio, Lucas insiste en la dimensión provocadora
desde el principio, ya que en la composición poética atribuida a la madre de
Jesús, tradicionalmente llamada Magnificat, presenta expresiones de
este tipo: «Ha derribado a los poderosos de sus tronos, ha elevado a los humildes;
ha colmado de bienes a los hambrientos, ha despedido a los ricos con las manos
vacías».
Marcos, recoge un dicho (retomado por los otros dos
sinópticos) que presenta una filosofía de la historia bastante sombría: «Los
gobernantes de las naciones las dominan y sus jefes las oprimen».
Para Jesús, tener poder y ser opresor parecería ser lo
mismo. La escena de las tentaciones, tanto en Lucas como en Mateo, se mueve en
la misma perspectiva, ya que revela que, para Jesús, el éxito político y
material requiere una sumisión a Satanás.
El cuarto evangelio sostiene a su vez esta visión, ya
que define a Satanás tres veces como «el jefe de este mundo».
La versión de Mateo de las bienaventuranzas representa
una elaboración más refinada y espiritualmente más madura que surge de un
análisis más atento tanto de la revelación bíblica en su conjunto como de la
lógica efectiva que mueve la historia.
Y es que sobre el tema de la pobreza y la riqueza, la
Biblia tiene una visión ambivalente: por un lado, los profetas consideran
negativamente la riqueza, por otro lado, los libros históricos y sapienciales
la juzgan como un don de Dios.
Isaías dirá por ejemplo: «¡Ay de los que añaden casa a casa
y unen campo a campo, hasta ocupar todo el espacio, quedando como únicos
habitantes del país!» (Isaías 5,8; ¿no
será éste un dicho que hoy refleja la expansión ilegal de los colonos israelíes
en los territorios palestinos?).
En cambio, en Proverbios 10,22 leemos: «La
bendición del Señor enriquece».
Nos encontramos, pues, ante una disparidad: por un lado,
la riqueza es condenada por ser fruto de la injusticia; por otro, es alabada
por ser signo de la bendición divina.
Mateo captó todo esto e integró el pensamiento de
Jesús a la luz de la revelación bíblica global y de otros dichos de Jesús
(pensemos, por ejemplo, en la parábola de los talentos o en la de las minas).
Con todo, es notoria la predilección de Jesús por los
pobres (tan acentuada por Lucas) no debe entenderse ni como un amor antinatural
por la miseria, ni como solidaridad de clase dada la humilde procedencia de
Jesús, ni mucho menos como una incipiente lucha de clases que convertiría a
Jesús en uno de los primeros socialistas de la historia.
De hecho, toda su enseñanza, incluida la predilección
por los pobres, debe referirse a su idea fundamental: la del Reino de Dios y su
inminente llegada.
Dirigiéndose a las multitudes, Jesús observaba que los
pobres estaban insatisfechos con su condición y, por lo tanto, deseosos de
cambio, por lo que prestaban la mayor atención a su anuncio de un cambio
radical en la historia. Al hablar con los ricos, en cambio, Jesús se encontraba
con personas satisfechas con su condición y, por lo tanto, poco deseosas de
cambios.
Su predilección por los pobres no es seguramente tanto
por motivos sociopolíticos ni por solidaridad de clase, sino por su mayor
apertura a su anuncio y la consiguiente disposición al cambio de vida.
Y esto lo comprendió profundamente el evangelista
Mateo cuando decidió añadir «en espíritu» a la primera
bienaventuranza. Porque quien pertenece verdaderamente al Reino de
Dios es, de hecho, quien vive por algo más importante que sí mismo, es el
verdadero «pobre de espíritu».
Y en el espíritu y en los bolsillos se juega la
relación de nuestra alma con la eternidad.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF













