sábado, 1 de marzo de 2025

Atravesar las tentaciones.

Atravesar las tentaciones 

Las tentaciones de Jesús son las fuerzas, los atractivos que colocan a cada hombre ante las opciones fundamentales de la vida. 

Todos sentimos la tentación de reducir nuestros sueños al pan, al dinero, de transformar todo, incluso la tierra, los demás,…, y la belleza, en cosas para consumir. 

Todos tientan a Dios: hazme, dame, soluciona mis problemas, envía ángeles. Lanzarse al vacío y esperar un vuelo de ángeles no es fe, sino su caricatura: buscar al Dios de los milagros, el cajero automático de las gracias, Aquel que actúa en mi lugar en lugar de conmigo, la fuerza de mi fuerza, la luz en mi camino. 

Todos se sienten tentados por el placer de mandar, de decidir, de llegar más alto. Yo conozco el camino, dice el Espíritu Maligno: ¡véndete! Vende tu dignidad y tu libertad, intercambia tu amor, tu dignidad, tu… 

Las tres tentaciones trazan las relaciones fundamentales de cada hombre: cada uno es tentado hacia sí mismo, las piedras o el pan; hacia los demás, poder o servicio; hacia Dios, Él está a mi disposición. 

Las tentaciones no se evitan, se superan. Pasar por las tentaciones en realidad significa poner en orden tu fe. 

Lo primero: ¡que estas piedras se conviertan en pan! No sólo de pan vive el hombre… 

El pan es bueno, pero la palabra de Dios es mejor. El pan es indispensable, pero hay otras cosas más importantes: las criaturas, los afectos, las relaciones, lo eterno que hay en nosotros. El hombre vive de cada palabra que sale de la boca de Dios. De su palabra surgió la luz, el cosmos y su belleza, el aliento que nos hace vivir. Has venido, mi hermano, mi amigo, mi amor: una palabra dicha por Dios para mí. El hombre vive del evangelio y de las criaturas. 

La segunda tentación es un desafío abierto a Dios: “Tírate al suelo y pídele a Dios un milagro”. 

Lo que Pedro, con su impetuosidad, pide al Maestro, una tarde en el lago: haz que yo vaya hacia ti caminando sobre las aguas. Da tres pasos hacia el milagro y aun así comienza a hundirse. Toca el milagro con sus propias manos, lo vive, y sin embargo surge el miedo y comienza a hundirse. Los milagros no son necesarios para creer: Jesús hizo florecer con prodigios Galilea y Samaria, pero sus seguidores quieren arrojarlo desde el monte de Nazaret. 

Hay demasiados milagros en el mundo y a nuestro alrededor en la vida cotidiana y, sin embargo, la fe es tan poca y está tan en peligro. 

En la tercera tentación el diablo contraataca: véndete a mi lógica y lo tendrás todo. El diablo hace un pacto con el hombre: yo te doy, tú me das. Exactamente lo opuesto de Dios, que ama primero, ama con pérdida, ama sin recibir nada a cambio. 

¿Quieres tener a la multitud contigo? Asegúrate el pan, el poder, el éxito y ellos te seguirán. 

Pero Jesús no quiere “poseer” a nadie. Él quiere ser amado por estos hermanos suyos, hijos del mismo y único Padre. No adorado por esclavos obedientes, sino amado por hijos y hermanos libres, generosos y felices. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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