jueves, 27 de marzo de 2025

San José: pase lo que pase.

San José: pase lo que pase 

Estamos acostumbrados a acercarnos a la figura de José según ciertos estereotipos que acaban por entregarnos un hombre tan diferente y tan lejano a nosotros. Pero si dejamos hablar lo poco que los Evangelios atestiguan sobre Él, nos damos cuenta de que no es ni diferente ni lejano de nosotros. Entonces, traté de colándome en la casa y en el corazón de José mientras él lidiaba con su novia, María, y con lo que Ella trajo consigo. 

Lo primero que descubro –y me acerca mucho más a mi historia personal– es que ninguna de nuestras historias se desarrolla sólo entre nosotros. A veces nos parece que todo está contenido y establecido en lo que logramos pensar, decir, hacer. Y, en cambio, la historia de José y María nos habla de un vínculo entre la tierra y el cielo. 

Sí, claro, quizá no hemos percibido la presencia de un ángel en un sueño, pero ¿cuántas veces hemos sentido surgir dentro de nosotros un pensamiento, una palabra, un sentimiento venido de otro lugar? Algo o alguien que nos recordó que no todo se desarrolla en el plano horizontal de los acontecimientos: hay algo más. 

La segunda cosa que noto es el hecho de que Jesús nació en un contexto para nada de cuento de hadas, sino en una historia y en un mundo hecho de tonos violentos y dramáticos, así como nuestra vida está hecha de momentos en los que parecemos estar en la cima del mundo y otros en los que parecemos hundirnos en el abismo más oscuro. 

La vida, sea cual sea el lado que nos muestre, es siempre un don, una gracia, incluso en los momentos que parecen menos fructíferos. ¿Cuáles debieron ser los pensamientos de José y María en los días en que Dios decidió hacer suya nuestra condición? Quizás no sea muy diferente de lo que pensamos cuando hacemos todo lo posible para no perder la fe, mientras acontecimientos cada vez mayores nos instan a abandonar posiciones bien definidas y establecidas. 

José y María –perdonadme la imagen un tanto irreverente, quizás– encuentran a un Dios a la vuelta de la esquina precisamente porque han elegido dejar que la vida hable en todas sus facetas. Cada vez que luchan por conciliar lo que el ángel les dice con lo que realmente están viviendo, Dios aparece de nuevo. 

La historia de José y María nos habla de un Dios escondido en nuestras experiencias, silencioso, tal vez, pero no por ello ausente: se preocupa de nuestros problemas, de nuestra incapacidad de dormir tranquilos ante decisiones que podrían comprometer nuestra existencia y la de los demás, de nuestras fugas elegidas o sufridas. 

Una tercera cosa que puedo extraer de la historia de José y María es el hecho de que para contar a los ojos de Dios no es necesario ostentar un pedigrí genealógico de quién sabe cuánta importancia. Jesús entró en una historia muy común formada por personas que no dejaron ningún recuerdo particular de su paso por la historia y, sin embargo, fueron incluidas en la genealogía del Mesías. 

Y como si fuera poco, detrás de Él hay muchas personas cuestionables que han experimentado su propia responsabilidad en hacer el mal. Cuando dices: ¿Qué esperas de gente así? Ni siquiera Dios necesitó arrancar páginas de su pasado: lo tomó como era y le dio una nueva salida. 

Tal vez podamos entender de quién sacó Jesús la imagen del trigo bueno y de la cizaña, pidiéndonos que los conservemos juntos hasta el final sin dejarnos vencer por la manía de un puritanismo que es un fin en sí mismo. Es cierto: ¡incluso el Hijo de Dios tuvo que aceptar su historia y su familia! 

Una cuarta cosa que descubro es que incluso el proyecto de José y María tuvo que medirse con lo que la vida les pedía: por eso es posible amar incluso cuando se ha renunciado a procrear. José habría tenido todos los motivos para enviar a su novia a casa y nadie podría haberlo culpado: ¿quién de nosotros no habría dudado en decidir qué hacer cuando se trata de silenciar la ira y, al menos, salvar el honor? 

No así José. Vivió a fondo lo que es propio del enamoramiento: la lógica del “no yo, sino tú”. Los enamorados sólo tienen una obsesión: la otra persona, todo lo demás es secundario. José y María se habían prometido amor eterno: la situación en la que se encontraba su novia fue la primera prueba de ese amor. Y precisamente en un momento como este, José continúa repitiendo: “Yo estoy contigo, pase lo que pase”. 

Para nosotros, José sigue siendo un signo de un amor que nunca falla, pase lo que pase. Podría haber optado por una solución legal (la Ley, de hecho, ya había previsto lo que se debía hacer en un caso como el suyo): en cambio, opta por ir más allá de la Ley. Y más allá de la Ley, está el amor. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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