El Papa Francisco y el Cántico de las Criaturas
Alabado seas, mi Señor, por todas tus criaturas,
porque las has hecho hermosas y cada una de ellas nos da alegría.
Y especialmente al sol, que nos ilumina y nos calienta con su calor;
Alabado seas, mi
Señor, por el don del Papa Francisco, que ha aparecido como un sol naciente en
estos tiempos, nuestro guía y pastor.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas que por todas tus criaturas resplandecen en el firmamento luminosas y hermosas;
Alabado seas, mi
Señor, por sus pensamientos y palabras, sus exhortaciones y caricias, sus
sonrisas siempre encendidas y especiales y sus modales sencillamente normales.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, tan humilde y preciosa;
Por sus vestidos
blancos, sus zapatos negros y gastados, su gusto por las cosas bellas, la
música, la prosa.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego que nos ilumina la noche;
Pero solo ahora que
llega la noche, después de haber caminado tanto, a menudo desanimados y
decepcionados, solo ahora que su compañía parece desvanecerse y desaparecer
para siempre de nuestra vista, solo ahora nos damos cuenta de que: «¿Acaso
no ardía nuestro corazón en nuestro pecho?».
Alabado seas, Señor, por el hermano viento y por el hermano aire;
por el soplo de aire
fresco y genuino, antiguo y nuevo, que en estos doce años ha entrado fluyendo
en nuestros pulmones asfixiados de cristianismo encorsetado y rígido.
Por las nubes y el cielo sereno, por la lluvia y por el firmamento;
Alabado seas, Señor, por la tormenta que ha lavado el barro y las
incrustaciones que se habían acumulado durante décadas en nosotros, los
practicantes, liberando nuestra imagen oculta de «profetas» y su inmenso
potencial, y ahora que por fin brilla el cielo sereno, podemos volver a
contemplarlo.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra, que nos nutre y nos gobierna, oh Señor Altísimo;
con todas las
criaturas que la habitan junto a nosotros, siempre en el primer lugar de su
corazón, siempre dispuestos a reflexionar que ninguna es superior a las demás,
que es nuestro antropocentrismo el que nos hace creer que somos el centro del
cosmos, cuando solo somos una parte de él; así pidió el Papa Francisco devolver
el ser humano a la tierra, para seguir siendo uno con ella y poder a su vez
nutrirla, para que siga siendo nutritiva y madre.
Alabado seas, mi Señor, por los que perdonan por tu amor;
No por amor al Señor, sino por el amor que el Señor ha derramado sobre nosotros, con amor, como el Señor, como un hombre vestido de blanco, inclinado sobre una humanidad desgarrada, destrozada, encontrada a menudo en las periferias de la existencia, una humanidad a veces rota, formada también por los desheredados, ancianos, solos, viudas, mujeres, prostitutas, niños, homosexuales, transexuales, divorciados, migrantes, a todos hay que abrazarlos y repararlos, nunca juzgarlos, cuidarlos en un... «hospital de campaña».
Alabado seas, Señor,
por tu amor misericordioso que celebramos en este año jubilar y santo de la esperanza...
para volver a ser Año de Gracia y Buena Noticia de Reino.
Y por el alma, que
has vuelto a hacer visible en una Iglesia que a veces parece carecer de ella.
Alabado seas, Señor, también por nuestra hermana muerte corporal,
Y de nuevo por el Papa Francisco también él tendido y descansando en la entraña de la tierra de forma totalmente normal.
Oh Señor Altísimo, Aleluya.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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