martes, 1 de abril de 2025

Éste es el Hombre.

Éste es el Hombre 

Hacer el mal no es el verdadero ser humano. Por supuesto, sólo los seres humanos hacen el mal, es parte de nuestra naturaleza herida caer en comportamientos reprensibles pero hacer el mal contiene un significado mucho más profundo. 

Transgredir uno de los Diez Mandamientos – las diez palabras que narran la verdad íntima del hombre – no es sólo cometer un pecado, romper un precepto religioso, significa también y sobre todo traicionar la propia dignidad humana y la de los demás. 

Ser humano, en realidad, no es lo que todos hacen, cediendo a sus instintos, complaciendo su egoísmo o utilizando sus capacidades intelectuales de forma distorsionada. Lo humano, en cambio, es lo que hace al hombre digno de ese nombre: todo gesto y toda palabra que crea comunión, que aumenta la vida, que manifiesta solidaridad hacia los demás hombres. “Homo homini lupus”, dice el antiguo adagio, pero de este modo el hombre se muestra como un lobo y no como un hombre. 

En este sentido el mensaje bíblico, y en particular el evangélico, son “Buena Noticia”, ante todo antropológica: nos ayudan a comprender, revelan a nuestros ojos la auténtica calidad del hombre. 

Ecce homo!” “¡Aquí está el hombre!” Pilato exclamó delante de Jesús: una expresión que por su parte sólo quería señalar al acusado, al hombre que estaba siendo juzgado. 

Pero el Evangelista que narra la escena va más a fondo y hace de esa exclamación de un pagano el anuncio de que el hombre según el pensamiento y la voluntad de Dios es aquel injustamente condenado, que nunca ha hecho el mal sino que, al contrario, ha proclamado y vivido la verdad hasta identificarse con ella y se ha dado todo a los demás, sin guardar nada para sí. 

Cuando decimos que ciertos comportamientos pertenecen a la “naturaleza humana”, que son inevitables, cuando minimizamos su gravedad llamando a todos a ser cómplices, cuando nos refugiamos en el “errare humanum est”, en realidad ofendemos la dignidad humana, degradamos al hombre que en cambio es capaz de pensar, de actuar, de vivir según una voluntad de bien y no de mal. 

Al fin y al cabo, cuando algunas acciones malas se llevan hasta el extremo, ¿no es nuestra reacción precisamente considerarlas inhumanas, bestiales, ajenas al hombre tal como lo concebimos idealmente? 

El Evangelio nos dice que en cada uno de nosotros habita el verdadero hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, persona capaz de relacionarse con los demás y con las cosas no en el espacio del mal, sino en el del bien, en el de la solidaridad, de la verdad que es caridad, de la atención a los demás, de la paz,… y de la vida plena. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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