viernes, 31 de enero de 2025

Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7,15). Carta al Papa Francisco.

Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7,15). Carta al Papa Francisco 

La Iglesia está bloqueada, estacionada dentro de una religión convencional, externa, formal, que ya no calienta el corazón y no cambia la vida”. Son sus palabras, Papa Francisco, en la pasada Epifanía las que me están dando qué pensar desde que las pronunció… 

Estas son las palabras claras, sencillas, lapidarias,…, con las que se opone a quienes se dicen católicos tradicionalistas, es decir, quienes profesan la doctrina y la práctica de la Iglesia Católica en la forma en uso antes del Concilio Vaticano II, deplorando las actualizaciones y aperturas sucesivas hechas por los últimos Papas y mientras los cristianos o esperan… o temen… que haya todavía otras… 

Los católicos tradicionalistas se adhieren a la doctrina católica establecida en el Catecismo de Pío X y practican ciertas devociones públicas y privadas que, como afirma el Papa Francisco, no cambian en absoluto la vida. 

No piensan y muchos de ellos quizá no saben que el devocionismo es algo muy distinto de ser devoto y de hecho es –y hay que recordarlo y decirlo muy claramente– fruto de la crisis de fe. 

A los obispos conservadores estadounidenses, que acusan al Papa de haber dado un giro radicalmente progresista a la Iglesia católica, el propio Papa, durante una entrevista con el canal de televisión “Cbs News”, decía allá por el mes de mayo del año pasado: “Ésta es una actitud suicida, porque una cosa es tomar en consideración la tradición, considerar situaciones del pasado, pero otra es encerrarse en una caja dogmática” y precisaba que se refería con el epíteto de conservadores a aquellos que se aferran a algo y no quieren ver algo más allá de ello”. 

 Seguramente nadie puede negar que el cambio y la innovación, en cada ámbito por no decir en todos, no son fáciles de implementar, no ocurren de la noche a la mañana, siempre generan ansiedad, ponen en alerta, requieren la capacidad de hacer apuestas audaces, sin dar ningún paso atrás, sin ofrecer ninguna garantía a priori de poder hacer frente a los obstáculos, pero una cierta parte de la Iglesia católica, la clerical, sacerdotal, confesional,…, está fuertemente clavada en un dogmatismo abstracto, que petrifica la revelación, sofoca toda instancia de novedad, hace retroceder siempre y refugiarse en las categorías de cierta filosofía, considerada y aún permanecida -se piense o se diga lo que sea- la “philosofia perennis Ecclesiae”, es decir, la filosofía eterna de la Iglesia. 

Hay, pues, muchas críticas y observaciones dentro de la misma Iglesia, provenientes del mismo mundo clerical a lo largo de los siglos, que –si miramos con atención– hasta se repiten siendo prácticamente siempre las mismas. 

Una cosa es cierta para mí: hoy ya no es el tiempo en que a estas críticas, a estos juicios y observaciones se pueda responder con la apologética, que abunda en las homilías de no pocos sacerdotes, o más bien con el pensamiento de teólogos y escritores de varias épocas, que se proponen defender la doctrina y autoridad de la Iglesia Católica. 

En la Iglesia, el tema de la relación entre pasado y presente sigue siendo, como siempre, uno de los más debatidos y, probablemente, hasta ahora no resueltos de nuestro tiempo. 

Es interesante observar que la Iglesia católica saca su fuerza de su formidable continuidad institucional, de su vínculo con un pasado que intenta hacer presente cada día. Las fracturas, los puntos de inflexión, las discontinuidades, los desgarros, las revoluciones… no suelen pertenecer a la Iglesia. Del mismo modo, el humanismo secular y la cultura de los derechos y de las libertades le han solido ser fundamentalmente ajenos, distantes… Ésta ha solido ser su fuerza… Éste suele ser su límite. 

Quien se engañe creyendo lo contrario, pensando que puede transformarla de la noche a la mañana desde dentro, o que se puede hacer que la Iglesia, desde fuera, sea protagonista de los procesos de liberación y emancipación de la humanidad,…, puede cometer un enorme error de ingenuidad. 

Dicho lo anterior, los ataques contra el Papa Francisco han aumentado en los últimos meses. Cada vez más violento, cada vez más ideológico y, al mismo tiempo, cada vez más sutilmente omnipresente. Lo que también muestra un recrudecimiento es la amplitud. Si antes eran franjas ruidosas pero minoritarias, descoordinadas, extremistas, muy alineadas políticamente pero culturalmente pobres, ahora están desapareciendo. Crecen las críticas provenientes de voces y sectores aparentemente "moderados", pero que en el fondo de sus argumentos muestran una fusión de "atraso" eclesial, tradicionalismo asustado, conservadurismo político-social encendido e instrumentalización evangélica. 

En cierto modo, asistimos a una especie de “apocalipsis” del debate, que revela las intenciones de las mentes y de los corazones, que revela ambiciones y frustraciones, que conduce al mal uso de los medios de comunicación. Como siempre, ningún noticiero es fundamentalmente neutral. Insistir en algunos aspectos y callar otros es un juego bien conocido en el ámbito de la comunicación (la amargada matriz populista, siempre dispuesta a señalar al enemigo, ha dado en los últimos años pruebas de su poder mortal pero efectivo, como demuestra la demasiada televisión). 

Además, me parece que hay dos consideraciones que hacer, que creo que son útiles para encuadrar mejor el conjunto. 

Lo primero es obvio: el Papa es anciano, tiene problemas de salud y, como en todo organismo de poder, las posiciones de futuro se mueven. Ciertamente se mueven los que esperan que “acabada la fiesta bergoliana, el orden vuelva a su cauce de normalidad” y que son en definitiva los que todavía toleran mal, casi como un dolor de cabeza o una indigestión estomacal, el Concilio Vaticano II y su legado. 

Lo segundo: quizá hasta estamos asistiendo al olvido del pasado reciente. Tal vez ya no recordamos cómo era la Iglesia romana hasta hace una docena de años, sobre todo en una parte de su jerarquía, amasada con poder y con hipocresía y escándalos encubiertos, con incoherencias silenciadas y condenas expresas, con castigos y compromisos costosos, con dobles estándares conceptuales... y diversas corrupciones, hasta el punto de llevar a la renuncia de un Papa... y qué es la Iglesia ahora, más allá de los talentos y límites de los papas individuales. 

El Papa Francisco tiene grandes méritos: ha reafirmado la centralidad de la misericordia (incluso convocando un Jubileo); ha relanzado el ecumenismo cristiano y el diálogo interreligioso instando a la Iglesia a salir de confines temerosos o posiciones políticamente militantes y eclesiásticamente divisorias; ha devuelto carne y humanidad a muchas cuestiones teológico-eclesiales – a partir de la familia, la homosexualidad, el acceso a los sacramentos – que estaban envueltas en una nube de plomo y de falsos juicios; ha devuelto espacio a la sinodalidad y a la comunión eclesial como formas privilegiadas de vida cristiana; ha vuelto a poner a los pobres en el centro; ha recordado que el Evangelio y Jesucristo no son ni una moral ni una ideología -pensemos en la magnífica “Evangelii Gaudium”-; ha arrojado nueva luz sobre el tema de la creación, que es una emergencia planetaria; ha reiterado que los que están lejos tienen algo que decir a la Iglesia; ha intentado dar primacía a la pastoral, contra el disgusto de muchos pastores; ha iluminado la categoría de hermandad; ha decidido dar un papel más importante a la mujer en la Iglesia; ha reorganizado movimientos, grupos y prelaturas personales; ha mostrado que hay que evitar que la liturgia sea un medio para rechazar el Concilio Vaticano II;... 

Frente a la idea de una doctrina que es un castillo «perfecto» de normas y reglas, que encasilla todo pero deja fuera la vida de las personas -y la encarnación del Verbo de Dios y la humanidad de Jesucristo-, ha restablecido la primacía de la conciencia. Ha trabajado por la paz, en un mundo en llamas, más allá de los equilibrios antiguos y modernos. 

Por supuesto, mucho de lo que dice el Papa afecta al bolsillo y a los moralismos tranquilizadores en los que se basan los poderes y las ideologías, y también esto explica la violencia de las reacciones, según las cuales, en esencia, un cristianismo moralista e inofensivo sería mejor que un cristianismo vivo, que toca las heridas de la humanidad. Frente a una fe pacífica y serena, tranquilia y tranquilizadora, el Papa Francisco ha dado espacio a la inquietud y a las dudas, a la búsqueda del rostro de Dios. Ha reavivado la profecía como modo evangélico. 

Frente a las buenas palabras que en realidad esconden poder en sus diversas formas, ha intentado realinear palabras, gestos, hechos. Ha tolerado no tanto las críticas positivas (legítimas, incluso adecuadas), sino las acusaciones falsas, la violencia verbal, las trampas divisorias –“diabólicas” diría la etimología de la división- soportando campañas mediáticas rencorosas, considerando que es el primer Papa que, en la era de las redes sociales anónimas, también ha tenido que gestionar una compleja convivencia con un predecesor retirado, el Papa Benedicto XVI, que ha tratado de ser siempre fiel a la opción de la comunión silenciosa por más que otros, a su alrededor y en su entorno, hayan pretendido otra cosa… 

Por esto, y por más, a medida que la edad avanza y la salud se tambalea, quiero decir que, por si sirve de algo, hay una parte de la Iglesia, quiero pensar que la parte más relevante y significativa, también aquella que tiene futuro, que está con el Papa Francisco y que le está agradecida por el camino que ha hecho recorrer a la Iglesia, con todas las dificultades, los errores e incertidumbres que se han producido. Pero el bien realizado es mucho mayor. 

Finalizo con un sencillo comentario. Si el Evangelio es verdaderamente “Buena Noticia”, entonces la fe cristiana no tiene nada que ver con el pesimismo. Esto no quiere decir que la realidad no sea a menudo dura y dolorosa. Queda el gran compromiso y el coraje de ver cómo afrontarla. En ello, parece, está empeñado el Papa Francisco. Ante los crecientes ataques, con una violencia de diferente intensidad contra el Papa, es importante recordar y reconocer lo que Francisco ha hecho por la Iglesia en tan sólo unos años y tener sentimientos leales de gratitud. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (XVII).

Creo


Creo, sí creo que un día,

tu día, mi Dios,

avanzaré hacia Ti

con mis pasos vacilantes,

con todas mis lágrimas

en la palma de tu mano,

y este maravilloso corazón

que me diste,

este corazón

demasiado grande para mí

porque está hecho para Ti...

 

Un día vendré,

y leerás en mi cara

toda la desesperación, todas las luchas,

todos los vericuetos

de los caminos de la libertad.

Y verás todo mi pecado.

Pero yo sé, Dios mío,

que el pecado no es grave,

cuando esté en tu presencia.

 

Porque es delante de los hombres

cuando uno es humillado,

pero ante Ti

será maravilloso ser tan pobre,

¡porque soy y seré tan amado!

 

Un día, tu día, Dios mío,

iré hacia Ti.

Y en la auténtica explosión

de mi resurrección,

lo sabré entonces,

me encontraré desnudo

ante la ternura que eres Tú.

Mi libertad seguirás siendo Tú.

 

Vendré a Ti, mi Dios,

y me darás tu rostro.

Iré hacia ti

con mi sueño más loco:

pondré el mundo en tus brazos.

Iré hacia ti,

y gritaré a todo pulmón

toda la verdad de la vida en la tierra.

 

En el umbral de la parta de tu casa,

como el pródigo hijo,

te gritaré mi grito

que viene de lo más profundo de los siglos:

"¡Padre!

Traté de ser un hombre,

y yo soy tu hijo."

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


Credo (XVI).

Creo


Yo creo en Dios Padre

quien creó a la mujer y al hombre a su imagen y semejanza

y confió el cuidado del mundo a dos:

y vio que esto era muy bueno;

quien le pidió consentimiento a una mujer

para llevar a cabo su obra de salvación.

 

Creo en Jesús nacido de mujer;

que escuchó y valoró a las mujeres

y los protegió contra las acusaciones de los hombres.

Quien tenía mujeres discípulas que le seguían y le servían.

Quién se apareció primero a María Magdalena y a otras mujeres,

y fueron las primeras enviadas a anunciar

la Buena Noticia de su Resurrección a sus discípulos.

 

Creo en el Espíritu Santo,

aliento y principio de vida que ha descendido

encima de los hombres y mujeres en el día de Pentecostés

y que empuja a la comunidad eclesial hacia la igualdad.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


Credo (XV).

Creo


Creo en la familia, oh Señor:

la que salió de tu diseño creativo,

fundada sobre la roca del amor eterno y fecundo;

la has elegido como tu hogar entre nosotros,

la quisiste como cuna de la vida.

 

Creo en la familia, oh Señor:

incluso cuando en nuestra casa

entra la sombra de la cruz,

cuando el amor pierde su encanto original,

cuando todo se vuelve difícil y pesado.

 

Creo en la familia, oh Señor:

como una brillante señal de esperanza

en medio de las crisis de nuestro tiempo;

como fuente de amor y vida,

como contrapeso a los numerosos ataques

del egoísmo y de la muerte.

 

Creo en la familia, Señor:

como mi camino hacia la plena realización humana

como mi llamado a la santidad,

como mi misión de transformar el mundo

a imagen de tu Reino.

 

Amén.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (XIV).

Creo


Creo en ti, amigo.

Creo en tu sonrisa,

ventana abierta de tu ser.

Creo en tu mirada,

espejo de tu honestidad.

Creo en tus lágrimas,

una señal de que compartes alegrías y tristezas.

Creo en tu mano,

siempre dispuesta a dar o recibir.

Creo en tu abrazo,

sincera bienvenida del corazón.

Creo en tu palabra,

expresión de lo que amas y esperas.

Creo en ti, amigo, así,

simplemente,

en la elocuencia de tu presencia y compañía

de tu silencio y de tu palabra,

de tus gestos y señales.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (XIII).

Creo

Creo en el amor porque contiene en sí todo el sentido de nuestra vida: nacemos para el amor, crecemos en el amor y estamos llamados a amar, en plena compartición y comunión con los hermanos, porque elevado a Dios, el amor puede ir más allá de los límites del hombre. 

Creo en los demás porque es en los que están a mi lado que encuentro tu rostro. 

Creo en la amistad porque reconozco en ella un punto de referencia importante que me da seguridad, confianza en mí mismo y en los demás, enseñándome a crecer y madurar. 

Creo en la vida como un gran regalo que Dios nos ha concedido y con el que podemos realizar el proyecto que Él ha puesto en nosotros. 

Creo en la oración porque nos permite entrar en intimidad con un amigo que está siempre disponible para escucharnos y consolarnos; porque nos permite elevarnos hasta Él, olvidando todo lo que nos preocupa y nos inquieta, y porque en Él encontramos la fuerza para hacer de nuestra vida una gran experiencia de amor. 

Creo en la inteligencia porque nos permite afrontar las decisiones de la vida con conciencia y responsabilidad. 

Creo en la sinceridad porque hace que nuestros sentimientos sean más puros y verdaderos. 

Creo en la confianza porque nos permite nunca estar solos. 

Creo en la felicidad porque nos hace vivos y capaces de dar espontáneamente y sin pretensiones. 

Creo en el respeto porque no nacemos para juzgar ni condenar, sino para aprender a crecer en el descubrimiento del gran valor que representa el otro para nosotros. 

Creo en la vida eterna porque nos permite superar las limitaciones humanas, la materialidad, dando un sentido aún más profundo a la vida terrena. 

Creo en la sencillez porque Dios eligió la sencillez del pan y del vino para que estuvieran siempre presentes y vivos entre nosotros. 

Creo en la conversión porque sólo a través de ella puedo liberar mi alma y acercarme a Dios libre de ataduras y en total satisfacción. 

Creo en el silencio porque nos permite superar la confusión de las palabras, reflexionar, comprender, escuchar y consolar mejor que cualquier palabra o cualquier oído. 

Creo en la música como una forma universal, directa y espontánea de comunicación. La música nos habla de nuestras vidas y nos da la oportunidad de reflexionar. 

Creo en la fuerza de voluntad porque es gracias al deseo y al estímulo que Dios inspira en el corazón del hombre que éste es capaz de afrontar todo para, al final, alcanzar su meta y encontrar en ella la plena felicidad. 

Creo en la Verdad porque todos necesitamos conocer la verdad; El hombre tiene sed de verdad. 

Creo en la generosidad porque ninguna recompensa es mayor que la alegría que nos puede dar la felicidad expresada por la sonrisa de un rostro amigo. 

Creo en la Providencia porque con ella nada nos puede faltar incluso cuando nada tenemos. 

Creo en lo cotidiano de cada día como un estímulo, un empujón hacia un camino de crecimiento que nos hace fuertes en la fe y nos hace testigos de tu misteriosa y preciosa presencia. 

Creo en la alegría perfecta, en el don de Dios de perdonar y sentirse perdonado. Un amor sin medida que llena el corazón de alegría y da valor para afrontar la vida. 

Creo en la libertad de ser uno mismo porque nos hace únicos, verdaderos, auténticos y libres. 

Creo en la paz porque es en la paz que construimos un mundo hecho de amor, de felicidad y de esa serenidad que nos hace peregrinos libres hacia ti, Señor. 

Creo en la creación porque lo siento en todas partes: en las montañas, en el cielo, en las nubes, en las estrellas, en el sol, en el viento... Todo nos habla de Él, de su belleza, de su misterio,... de su presencia. 

Creo en todo esto porque creo en Ti. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (XII).

Creo


Creemos en Dios Padre que creó el mundo entero y que reunirá todas las cosas en Cristo. Él quiere que todos los hombres vivan juntos como hermanos en una sola familia. 


Creemos en Dios, el Hijo que se hizo hombre, murió y resucitó en gloria, reconciliando al mundo entero con Dios, derribando todos los muros que separan a los hombres, todas las barreras de religión, de clase, de raza, de cultura para crear una humanidad unida. Él es el único Señor que tiene autoridad sobre todo. Llama a cada hombre y a la sociedad, a la Iglesia y a la comunidad humana, a la reconciliación, a la unidad, a la justicia y a la libertad.


Creemos en Dios, Espíritu, promesa del Reino que ha de venir, que nos da el poder de anunciar el Evangelio de Cristo y su perdón a los hombres y a los pueblos, de amar y servir a toda criatura, de luchar por la justicia y por la paz, y llamar al mundo entero a reconocer, aquí y ahora, el Reino de Dios.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


Credo (XI).

Creo


Yo soy un hijo de Dios.

Dios vive en mí.

Puedo ser lo que quiera

porque Dios es mi ayuda.

Nunca me canso

porque Dios es mi fuerza.

Nunca estoy enfermo ni triste.

Porque Dios es mi salud.

No me pierdo nada

porque Dios es mi proveedor.

Precisamente porque soy hijo de Dios,

estoy unido a la Divina Presencia de mi Padre.

Soy feliz en todo lo que emprendo

porque mi conocimiento y mi saber

aumentan en mí cada día que pasa.

Él me enseña.

Amén.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (X).

Creo


Creemos que la vida

no es una aventura para vivir

según las modas actuales,

sino un compromiso de llevar a cabo el proyecto

que Dios tiene sobre cada uno de nosotros:

un proyecto de amor

que transforma nuestra existencia.

 

Creemos que la mayor alegría

del hombre es encontrarse con Jesucristo,

Dios hecho carne. En Él todo

- miserias, pecados, historia, esperanza -

adquiere una nueva dimensión

y significado.

 

Creemos que todo hombre puede

renacer a una vida genuina y digna

en cualquier momento

de su existencia,

Completando hasta el final

la voluntad de Dios el hombre puede

no sólo hacerse libre

sino también derrotar el mal.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (IX).

Creo


Creemos en un solo Dios que es Padre,

fuente de toda vida, de toda belleza, de toda bondad;

de Él vienen y a Él vuelven todas las cosas.

 

Creemos en Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre,

imagen visible y transparente del rostro invisible de Dios,

imagen alta y pura del rostro del hombre

tal como el corazón de Dios lo soñó.

 

Creemos en el Espíritu Santo,

que vive y trabaja en lo más profundo de nuestros corazones,

para transformarnos a todos a la imagen de Cristo.

 

Creemos que de esta fe fluyen

las esperanzas más esenciales de nuestra vida:

la comunión de los santos y de las cosas santas, que es la Iglesia,

la Buena Noticia del perdón de los pecados,

el Año de Gracia de la liberación de toda opresión,

la esperanza de la resurrección que nos da certeza

de que nada se pierde en nuestra vida,

ningún fragmento de bondad y belleza,

ninguna generosa gratuidad, por más oculta e ignorada que sea,

ninguna lágrima, ninguna amistad,

ninguna belleza ni verdad.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (VIII).

Creo


Creo que Dios "es" amor.

Creo que Él “es” familia.

Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Tres personas totalmente unidas por el amor,

que se hacen uno.

Creo que Dios es felicidad infinita.

Porque es amor infinito.

 

Creo que la creación es fruto del amor.

Porque el amor quiere compartir su felicidad.

Creo que todo hombre, incluso antes de existir,

es amado personalmente e infinitamente por Dios.

Y que siempre será amado,

sea cual sea su rostro y los caminos de su vida.

Creo que el hombre es el pensamiento amoroso de Dios hecho carne,

y que esta imagen y semejanza de Dios en él

podrá ser desfigurada, pero jamás destruida.

Creo que el hombre fue creado por amor.

Creado para el amor

y por lo tanto libre

e invitado a la infinita felicidad del amor.

 

Creo que Dios dio toda la creación a los hombres.

para que juntos puedan ser huéspedes de ella, completarla

y ponerla al servicio de todos.

Creo que Dios creó al hombre creador con Él.

A través de la familia humana, imagen de su familia.

y libre de dejar fluir la vida o de rechazarla.

 

Creo que "de tal manera amó Dios al mundo

que envió a su Hijo al mundo"

y ese amor infinito tomó, en María,

el rostro de un hombre,

el cuerpo de un hombre,

el corazón de un hombre,

los afectos y sentimientos de un hombre:

Jesús de Nazaret.

Treinta y tres años de vida,

en el centro de la historia humana,

un antes y un después.

Yo creo que Jesús,

porque es hombre,

es hermano de todos los hombres.

porque es prójimo y samaritano,

es solidario de todos los hombres,

y se alegra y sufre

sus alegrías y sufrimientos

como se alegró y sufrió los suyos propios.

 

Creo que Jesús,

dando su vida por amor a sus hermanos,

nos devolvió a cada uno de nosotros,

y a la humanidad en su conjunto,

todo el amor que desperdiciamos.

Devolviéndonos el amor, nos devolvió la vida.

Creo que Jesús ha pasado por la muerte, que está vivo.

Entre nosotros hasta el fin de los tiempos

y que los hombres, por Él y en Él,

pueden vivir la vida que nunca terminará.

 

Creo que los creyentes y amantes de Jesús

juntos forman un gran pueblo,

una gran comunidad: la Iglesia.

Creo que esta comunidad-iglesia,

de la que soy miembro en Jesús,

y con mis hermanos.

Por nuestro trabajo, pobre y pecador

no ha podido mantener su unidad.

Pero creo que ella está llamada a ser santa.

una y signo de la comunión del amor.

 

Creo que el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo,

es el aliento del amor.

Que viene al encuentro del hombre -libre-

libertad que puede abrirse a Él

para darle la bienvenida,

dejándose invadir por Él, impregnar por Él.

y ser enviado a otros.

Aliento de amor que une al hombre con el hombre,

a los hombres entre sí, al universo,

y que constituye el "Reino del Padre".

Reino del amor arraigado en el presente de la historia humana

para florecer mañana en el amor trinitario.

 

Creo que el amor no puede morir,

porque viene de Dios

y vuelve a Dios,

pasando por el hombre libre

que se abre y recibe de Dios,

y a su vez los devuelve a Dios.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (VII).

Creo


Creo en ti, Padre,

Dios de Jesucristo,

Dios de nuestros padres y Dios nuestro:

Tú, que tanto amaste al mundo

Hasta no reservar

tu Hijo unigénito

y entregarlo por nosotros,

Tú eres el Dios, que es Amor.

Eres el principio sin principio del Amor,

Tú que amas en pura gratuidad,

por la radiante alegría de amar.

Eres el Amor que eternamente comienza,

la fuente eterna de donde fluye

cada regalo perfecto.

Nos hiciste para ti,

imprimiéndonos la nostalgia de tu Amor,

y contagiándonos con tu caridad

para dar paz a nuestros corazones inquietos.

 

Creo en ti, Señor Jesucristo,

Hijo eternamente amado,

enviado al mundo para reunir

a los hijos con su Padre.

Tú eres la pura acogida del Amor,

Tú que amas con infinita gratitud,

y nos enseñas que recibir también es divino,

y que dejarse amar

no es menos divino que amar.

Eres la Palabra eterna que salió del Silencio

en el diálogo interminable del Amor,

el Amado que todo recibe y todo da.

Los días de tu carne,

viviste totalmente en obediencia al Padre,

en el silencio de Nazaret, en la primavera de Galilea,

en tu peregrinación a Jerusalén,

en la historia de la pasión,

en la nueva vida de la Pascua de Resurrección.

Nos contagian las gracias del amor,

y hacen que seamos, al seguirte,

aquellos que creyeron en el Amor,

y viven en espera de tu venida.

 

Creo en ti, Espíritu Santo,

Señor y dador de vida,

que flotabas sobre las aguas

de la primera creación,

que descendiste sobre la Virgen acogedora

y sobre las aguas de la nueva creación.

Tú eres el vínculo de la caridad eterna,

unidad y paz

del Amado y del Amante,

en el diálogo eterno del Amor.

Eres el éxtasis y el don de Dios,

Aquel en quien el amor infinito

se abre en libertad

para suscitar y contagiar amor.

Tu presencia nos hace Iglesia,

gente de caridad,

unidad que es signo y profecía

por la unidad del mundo.

Tú nos haces una Iglesia de libertad,

abierta a lo nuevo

y atenta a la maravillosa variedad

despertada por ti en el amor.

Tú eres en nosotros esperanza ardiente,

Tú unes el tiempo y la eternidad,

la Iglesia peregrina y la Iglesia celestial,

Tú abres el corazón de Dios

a la acogida de la creación y de la historia,

y los corazones de nosotros, hijos,

al don del Amor, que no conoce fin.

En ti se nos da el agua de la vida,

en ti el pan del cielo,

en ti el perdón de los pecados,

en ti se nos anticipa y se nos promete

la alegría del mundo que viene.

 

Creo en ti, el único Dios de Amor,

Amante eterno, Amado eterno,

Unidad eterna y libertad del Amor.

En ti soy, me muevo, vivo y descanso,

dándote mi corazón,

pidiéndote que me escondas en ti

y que habites en mí.

¡Amén!

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Credo (VI).

Creo


Creo en Dios y en el hombre

como imagen y semejanza de Dios.

 

Creo en el esfuerzo humano.

 

Creo en los hombres, en sus pensamientos,

en su trabajo incesante que los hizo lo que son.

 

Creo en la vida

como alegría y como duración:

no un préstamo efímero dominado por la muerte,

sino un regalo definitivo.

 

Creo en la vida

como una posibilidad ilimitada de elevación.

 

Creo en la alegría,

la alegría de cada estación, de cada etapa, de cada amanecer,

de cada atardecer, de cada rostro, de cada rayo de luz,

que empieza desde el cerebro, desde los sentidos, desde el corazón.

 

Creo en la alegría de la amistad,

en la fidelidad y palabra de los hombres.

 

Creo en mí mismo,

en las capacidades que Dios me ha dado,

porque puedo experimentar la mayor de las alegrías,

que es el de dar y de darse.

 

En esta fe quiero vivir.

 

Por esta fe quiero luchar

y con esta fe quiero dormirme

esperando el gran despertar

de los nuevos cielos y la nueva tierra

del Reino.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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