domingo, 20 de abril de 2025

Jesús, un comunicador del Evangelio del Reino.

Jesús, un comunicador del Evangelio del Reino

¿Cuál era la imagen de Jesús? ¿Es posible aplicar la teoría de la comunicación de masas a su mensaje? 

El análisis que han realizado se basa en la tesis de Max Weber sobre el líder carismático, pasando por la estrategia de las oficinas de prensa y los fenómenos de masas y el impacto mediático que suscitaron gestos emblemáticos. Y aplican estas categorías al Evangelio de Marcos razonando sobre un término altamente teológico como el de «imagen».

Jesús es hombre e imagen de Dios, Jesús es imagen del nuevo Adán. Este término se ha cruzado con el uso más prosaico de «imagen» tal y como se entiende en las estrategias de comunicación y en las leyes del marketing avanzado. Pues bien, del Evangelio que los exégetas actuales consideran el más antiguo -el de Marcos-, emerge la figura de un gran comunicador, es más, del «Comunicador Perfecto».

Entrevistando a expertos en marketing estratégico, han analizado los gestos «mediáticos» de Jesús, que toca, ve, elige y, sobre todo, calla, se sustrae. Va precedido por una especie de oficina de prensa que lo anuncia como el verdadero acontecimiento esperado desde siempre -el Bautista-, es seguido por las masas, incluso por las mujeres, en una época en la que estas tenían un papel absolutamente marginal, conoce el triunfo, que gestiona con decisiones absolutamente anómalas -¡montando un burro!-, y muere joven en una cruz.

No es un estratega —todo se explica, de hecho, por su naturaleza divina—, pero Jesús demuestra ser el comunicador perfecto y Marcos, el excelente comunicador.

Gestos llamativos, silencios importantes, ocultamientos, manifestaciones inesperadas: Marcos nos devuelve, tanto en los detalles que proporciona como en los que omite (como cuando una paloma desciende sobre su cabeza en el Jordán: el evangelista omite contarnos la reacción de la multitud, ¡y sin embargo eso fue una teofanía!), un Jesús hombre que tiene las características más destacadas del líder.

Si lo miramos con los ojos de Max Weber, que dedicó capítulos muy importantes de su obra al carisma y a los líderes carismáticos, encontramos que Jesús corresponde en todo al líder carismático: dedicación perfecta y completa a la causa.

En su jornada en Cafarnaúm, realiza gestos de enorme repercusión mediática que hoy tendrían un eco inmenso: cura a la suegra de Pedro tocándola (para un judío observante como Jesús, la fiebre era motivo suficiente para evitar un gesto que pudiera producir impureza).

Permite que una mujer rompa un frasco de ungüento caro y le unta los pies, los moja con sus lágrimas y los seca con su cabello. Un gesto de alcance erótico que hoy en día no habría pasado desapercibido para los medios de comunicación (habría acabado en los programas de entrevistas de medio mundo). Del comportamiento de Jesús emerge el carisma.

Según Weber, hay tres cualidades decisivas del líder carismático: pasión, responsabilidad y visión de futuro. La lectura sociológica, por razones racionales, confirma las cualidades de liderazgo carismático de Jesús, pero es bien sabido que el poder necesita comunicación.

Y Jesús, analizado bajo la lente de la teoría de la comunicación de masas y los mecanismos utilizados por la publicidad moderna, aparece también como el comunicador perfecto, autor de una campaña que se manifiesta dentro de una estrategia «involuntaria», en cuanto que no está en absoluto planificada y, sin embargo, es eficaz, incluso poderosa.

Jesús es un testimonio autogenerado. En marketing es fundamental encontrar al consumidor, entrar en relación con él, comprometerse a ofrecerle un producto que excluya a la competencia y abra nuevas perspectivas: esta es una dinámica central en la teoría de la comunicación de masas, que ofrece «su» verdad, es esperanza, es provocación, es novedad, debe penetrar en el interlocutor.

Todas estas dinámicas están presentes en la comunicación de Jesús. Y provienen de un símbolo-testimonio de sí mismo, no fruto de una estrategia de comunicación, sino «autogenerado», diría «naturalmente»: actúa, es auténtico, nuevo, anticonformista, revolucionario, creíble, autoritario.

Es un hombre como todos, pero tiene el valor de subvertir las reglas, está comprometido, tiene un programa en el que las masas pueden reconocerse y en el que pueden confiar. Al mismo tiempo, es misterioso: un VIP que a veces huye de la multitud, debe ser protegido por su equipo.

Los discípulos se ven obligados, de alguna manera, a alejar a las multitudes o a controlarlas. En un caso, Jesús les dice: «Dejad que vengan a mí», como si la «gestión» —función en la que hoy podríamos identificar en germen la mediación de la Iglesia— pudiera ser en cierto modo también una especie de obstáculo para el verdadero encuentro con el corazón del mensaje que es Cristo.

Luego hay un detalle poco común para la época: Jesús gusta a las mujeres, que lo siguen desafiando las rígidas convenciones del tiempo. Tampoco hay que olvidar que es precisamente a una mujer (¡y además a una samaritana!) a quien se revela como el Cristo. Y las mujeres estarán a sus pies también en el momento en que su parábola de vida se cumpla y pase del éxito de las grandes multitudes a la gran soledad de la cruz (a las mujeres se les entrega también el anuncio de la Resurrección).

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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