sábado, 19 de abril de 2025

Buen Pastor.

Buen Pastor 

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. 

Jesús ya se ha presentado como la puerta porque Él mismo es el acceso a la vida, la alternativa a la muerte; pastor, en cambio, es un término que describe su actividad con aquellos que el Padre le ha dado. 

Jesús no es un pastor entre muchos, sino el modelo, el verdadero, ho kalòs, en posición enfática, lejos de aludir a «bueno» [buenismo, etc.], sino que indica «bello», «verdadero», «excelente», todo lo que llama nuestra atención; la característica del verdadero pastor es dar la vida por los suyos. 

La vida solo se comunica mediante el amor, que es don de sí mismo a los demás. El máximo don de sí mismo es la plena comunicación del amor. 

El mercenario, que no es pastor y al que no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa; porque es mercenario y no le importan las ovejas. 

Al igual que antes la imagen de la puerta, también la figura del pastor aparece en oposición a una figura negativa como la del asalariado/mercenario. 

La oposición entre el pastor y el asalariado se basa en sus motivaciones recíprocas: el verdadero pastor presta su servicio renunciando a su propio interés, dispuesto a dar la vida por las ovejas; el asalariado lo hace por dinero y, en caso de peligro, deja que las ovejas mueran. El lobo es otra figura negativa, paralela a la de los ladrones y bandidos: rapta y dispersa. El lobo comete en el rebaño la misma matanza que cometen los ladrones y bandidos. 

La obra de las figuras negativas es contraria a la de Jesús: reunir en uno a los hijos de Dios dispersos. 

Yo soy el buen pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. 

Jesús describe su relación con los suyos. 

Primero afirmó un conocimiento personal de cada uno de ellos, a quienes llamaba por su nombre para sacarlos del redil. Ahora declara que, entre Él y la comunidad, como conjunto de personas, existe una relación personal de conocimiento profundo e íntimo. Por eso, la expresión «conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen» indica la relación entre Jesús y los suyos, creada por la participación en el Espíritu. 

Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara con la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunión del Espíritu. Es la experiencia del amor la que genera la verdadera pertenencia a la comunidad de Jesús, no una afiliación externa y burocrática. 

Y tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ellas debo conducir. Escucharán mi voz y se convertirán en un solo rebaño, un solo pastor. 

Jesús descubre el horizonte de su futura comunidad. Su misión no se limita al pueblo judío, sino que se extiende a otros. Este universalismo está en consonancia con la concepción de Juan, que, desde el Prólogo, sitúa su evangelio en el contexto de la creación. Se formará un rebaño no cerrado, totalmente abierto y unido por la única convergencia en el único pastor, Jesús. 

Las nuevas traducciones, fieles al texto griego, superan el equívoco creado por la Vulgata, que inducía a error al hablar de «unum ovile» en lugar de «unus grex = único rebaño». 

Por eso me ama el Padre: porque yo doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita: yo la entrego por mí mismo. Tengo poder para entregarla y poder para volverla a tomar. Este es el mandato que he recibido de mi Padre». 

El designio de Dios es dar vida a la humanidad. Jesús lo hace suyo y así es uno con el Padre. Desde el momento en que el Padre, con el Espíritu, le confiere la misión, toda su existencia está dedicada por completo a llevarla a cabo, identificando su actividad con la del Padre. 

Jesús se entrega a sí mismo y así se enriquece, porque entregarse a sí mismo significa adquirir la plenitud de su propio ser. Quien dispone de su vida para darla sabe que dispone de ella para recuperarla indestructible y definitiva como el Espíritu. Jesús afirma su absoluta libertad en el don de su vida, libre como lo es el don del amor, que por su propia naturaleza debe ser completamente libre. Este es el patrimonio de todo hombre que nace del Espíritu. 

En Jesús hay una relación con el Padre que nace de la sintonía en el Espíritu. La relación no es de sumisión, sino de amor: es actuando libremente como muestra su unidad con el Padre y le expresa su amor. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo que él asume por consonancia con el Padre. El discípulo de Jesús tampoco actúa por mandato, sino por identificación interior: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis porque permanece con vosotros y estará en vosotros. 

Juan utiliza el término «mandamiento» para compararlo con los de la Antigua Ley. Moisés recibió de Dios numerosos mandamientos; Jesús recibe uno solo, el del amor hasta el extremo. De este amor nacen las Bienaventuranzas, estos pequeños mandamientos, que sirven para construir la felicidad de los hombres. 

Reflexiones... 

a.- El sonido y el llamado de su voz tienen siempre el mismo timbre, la misma musicalidad: una voz inconfundible que habla a los sentidos, a la mente, al corazón. Las ovejas del rebaño ya han aprendido la fuerza persuasiva, convincente y amorosa de la llamada del Buen Pastor. 

b.- El Buen Pastor sabe hablar porque sabe escuchar: magia y misterio de la comunicación y de la relación, donde el hombre se convierte en persona verdadera y donde se cumple el misterio de las relaciones divinas. 

c.- Y cada hombre se siente pensado, amado, llamado por su nombre, mientras el Buen Pastor hace ejercicio de memoria entrelazando nombres y situaciones, y se da cuenta de que no ha olvidado a nadie. Encuentra la confirmación de que ama a todos, incluso a los enemigos, sin distinción: es la locura suprema de su amor. 

d.- Daría la vida por todas las ovejas, y por cada una de ellas. Es realmente un Buen Pastor. Es más, es un Pastor único en su género: es un Dios. Y es hermoso para Él y para el hombre vivir esta fusión de conocimiento, de relación, de vida. Parece que, juntos, tienen el mismo destino. Al menos así lo desea este Buen Pastor. 

e.- Él habla un solo idioma: invita a salir de los estrechos recintos de la esclavitud, de la dependencia, del sufrimiento inútil, empujando a todos hacia prados sin límites: la salvación está en lo ilimitado, en los espacios sin fronteras, donde no hay miedo a los ladrones, a los bandidos, a los salteadores y a los mercenarios. Invita a todos a seguirlo y propone dar incluso la propia existencia para... 

f.- ...dar y volver a dar, en un flujo constante de amor, como entre el Padre, que en el rostro amado del Hijo ve la belleza original, el Hijo, que ilumina el rostro renovado de la tierra y de los hombres, y el Espíritu, que hace nuevas y divinas todas las cosas. Mientras el hombre consigue revivir nuevos significados y vuelve a esperar en la vida, que entretanto recupera sus colores. A un pacto sincero de solidaridad, donde no solo por un Dios, sino con Él juntos, comienza toda salvación. 

g.- Quien logra dar incluso la vida, encuentra su sentido, se reapropia de su valor, llega incluso a disfrutarla más, cuando lo hace con libertad y disponibilidad suprema. Es el gesto que Él realizó primero, confirmando la bondad del mandamiento del amor, en virtud del Espíritu que está en Él. Y gracias al mismo Espíritu, el hombre es capaz de llevar a cabo los mismos proyectos de entrega incondicional. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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